Música clásica desde 1929

Vicente Cueva y Shoah
Noviembre 2017 - Núm. 912

Vicente Cueva y Shoah

Un viaje por el horror y la esperanza

 

Nos asomamos, a través de la música actual, al horror y a la esperanza. Jorge Grundman nos ha helado el corazón con su última creación, que el violinista Vicente Cueva es el encargado de dar vida en una serie de conciertos que se inician este mes de noviembre. Hablamos de Shoah, una partita para violín solo cuyo nombre exacto es Shoah for Solo Violin and Sacred Temple, pero que resonará en el tiempo simplemente como Shoah, palabra hebrea (שואה) cuyo significado es “catástrofe”. Escrita con la intención de emocionar y de recordar al público la Memoria de las Víctimas del Holocausto, con la filosofía de interpretarse siempre en lugares sagrados o señalados, le acompaña un texto específico que contiene un relato de lo que se narra musicalmente junto con los hechos históricos que dan lugar a cada pieza. Con Vicente Cueva uno conversa con franqueza, emocionado ante el reto musical y espiritual de Shoah, no se muerde la lengua ante la situación actual de la enseñanza musical: “el sistema actual necesita de una profunda renovación, y por desgracia todavía no ha llegado la persona que lo haga, desde la base”, afirma. Por el momento, quien parece haber cambiado profundamente es el propio Cueva, como los oyentes que reciben esta música, tras el impacto emocional de Shoah.

¿Qué es exactamente la Partita Shoah? ¿Por qué es una Partita?

Todo empezó con la visita de Jorge Grundman al Museo Judío de Praga, en donde pudo visitar la exposición que mostraba algunos de los 4000 dibujos que Friedl Dicker-Brandais logró poner a salvo del gueto de Terezin. Esta mujer hacía dibujar a los niños del gueto como terapia de supervivencia y los dibujos que nos han llegado son atroces, conmueven el alma. Con esa fuerte impresión en su retina Jorge compuso Terezin Through the Eyes of the Children y cuando me dio la partitura entendí su mensaje inmediatamente, así como que Terezin no podía quedarse como una obra aislada. Después de unos meses fui capaz de convencerle de que debía de seguir escribiendo, y así nacieron los seis movimientos musicales de la Partita Shoah. El hecho de llamarlo así, partita, es un guiño a Bach, el cual también está presente en la música de Jorge (el propio compositor pudo explicar este nexo con Bach en un reportaje titulado “Shoah, un violín en el templo sagrado”, publicado en mayo de 2017 en esta revista -nota del editor-).

¿Cuál es entonces el mensaje de Shoah?

El mensaje de Shoah es muy directo y el fin es muy claro; Shoah es un homenaje musical a todas las víctimas del Holocausto, pero va más allá, pretende que la Memoria de todo lo que ocurrió permanezca siempre en nuestro recuerdo para que nunca se vuelva a repetir algo así. Los conciertos en los que interpreto la Partita Shoah comienzan con una frase que creo que resume el objetivo del proyecto: “Todo aquello que nosotros no hicimos pero que debería hacernos sentir permanentemente avergonzados”.

¿Cuáles son sus dificultades técnicas? ¿Y de comprensión?

Para las personas que vengan a los conciertos o escuchen el CD editado en Non Profit Music, no va a existir ninguna barrera idiomática. La música de Jorge Grundman conmueve desde las primeras notas y, como pudimos comprobar en el estreno mundial, que tuvo lugar en la Sinagoga del Tránsito de Toledo, el público quedó atrapado por esta música desde el inicio. Aprovecho para dar las gracias al Museo Sefardí, a su director, Santiago Palomero y a todo su personal por cedernos este emblemático espacio para el estreno.

¿El texto que le acompaña en qué influye al violinista, una motivación, un hilo conductor, un eco…?

El texto que acompaña a la música de Shoah es en sí mismo un movimiento más de la obra, y como tal ha sido concebido. Es la razón que se esconde detrás de cada fragmento. Son los hechos reales bajo los que Jorge Grundman imaginó el sufrimiento de aquellos que los padecieron y cumple la función de introducir al oyente en cada uno de los movimientos que constituyen la Partita. Para mí, desde el punto de vista del intérprete, resulta muy difícil compaginar los papeles de narrador y de violinista en la escena, ya que las palabras que leo antes de cada movimiento son en muchos momentos desgarradoras y tengo que hacer un proceso mental enorme para saber separar los dos papeles, el de violinista y el de actor.

Usted estuvo presente en el proceso de creación de la obra y trabajo con el compositor, así como la edición de la partitura…

El trabajo ha sido realmente apasionante. Poder trabajar al lado del compositor e incluso, más allá, que éste mismo componga pensando en ti como intérprete, es un privilegio. Jorge escribe su música desde el corazón, música que conmueve y por tanto carente de superficialidad y artificios, por lo que su lenguaje es muy claro y a la hora de ir editando la partitura resultó muy fácil la lectura y pudimos realizar las modificaciones que consideramos oportunas.

Han utilizado el Stradivarius “Auer” para la grabación y la presentación…

Tener la fortuna de poder utilizar un violín como el Stradivari “Auer” de 1691 para este proyecto es un sueño hecho realidad. He de agradecer a los señores Roger y Huguette Dubois su generosidad por cedernos tan valioso instrumento que le ha dado, si cabe, una dimensión mayor a todo el proyecto. La sonoridad del violín me cautivó desde el primer momento, aunque me costó varios meses poder adaptarme al instrumento y que me regalara todos esos colores y tonalidades que posteriormente han sido tan magníficamente captados por nuestro productor musical, Javier Monteverde. El resultado final nos enorgullece muchísimo a todos.

¿Cuáles son los compromisos futuros con Shoah?

El objetivo de Shoah va un poco más allá del de cualquier otra grabación; el fin de que esa Memoria perdure nos va a llevar por todo el mundo, empezando este 24 de noviembre en el Museo Guggenheim de Bilbao. Estamos además en contacto con el Yad Vashem en Israel, los museos de Auschwitz, Cracovia, Praga, Naciones Unidas en Nueva York, etc.

¿Influyen los espacios acústicos tan diversos donde se interpreta para modificar su interpretación?

Por supuesto que sí, como para cualquier otro concierto-recital de violín solo. Para la desnudez del violín siempre es bueno un poco de reverberación, aunque en mi caso particular siempre me ha gustado sentir la crudeza y la cercanía del roce del arco contra las cuerdas, cosa que se deja de apreciar conforme la reverberación aumenta, ya que aleja el sonido del violín. Y sí, creo que el intérprete modifica  sutilmente su manera de tocar según la acústica se lo requiere, por lo que la cantidad y la velocidad de arco que emplees, entre otros factores, son muy importantes.

La extensa duración de Shoah es otro factor a tener en cuenta…

Sí, es casi una hora de música a la que hay que sumar la duración de los textos que la acompañan. Realmente un tour de force para cualquier violinista. Pero, con la preparación adecuada, horas de estudio y entrenamiento mental, todo es posible.

Desde el punto de vista espiritual, ¿qué le ha cambiado Shoah…?

Como le decía anteriormente, ese viaje a través de los sonidos de la Shoah era fundamental hacerlo volviendo a leer sobre todo lo que ocurrió y esa búsqueda siempre es impactante y te remueve desde lo más profundo…

¿Y cómo violinista y como persona, qué supone Shoah en su carrera?

Después de haber grabado las W Sonatas de Jorge Grundman, disco por el que fuimos nominados a los Premios de la Música, el proyecto Shoah ha supuesto una revelación a nivel personal enorme ya que, a excepción del trabajo con el compositor, he tenido que realizar un viaje interior, en soledad, en busca de las sonoridades y de los colores que le dieran forma a la Partita. También está suponiendo el reconocimiento de otros músicos por el esfuerzo y el trabajo realizado, aunque lo que más me está marcando es la respuesta tan positiva y afectuosa que estoy recibiendo, en concreto, del mundo judío.

Usted está en contacto con las nuevas generaciones de músicos, gracias a su dedicación a la enseñanza del violín…

Llevo más de veinte años dedicándome a la enseñanza, tanto a nivel privado como en diferentes conservatorios en España y desde hace dos años soy profesor de violín de Grado Superior y Master de Interpretación en la Escuela Superior Katarina Gurska. Por lo tanto, mi contacto con las nuevas generaciones de músicos es prácticamente diario y creo que, en comparación con mi generación, a éstas les falta ambición, adolecen en general de la dosis de ilusión que en mi época, por ejemplo, nos hacía querer seguir preparándonos una vez terminados los estudios oficiales; prueba inequívoca de ello es que los músicos que llenan las oposiciones a profesores de conservatorios son, en su inmensa mayoría, alumnos con sus estudios “oficiales” recién terminados, una verdadera lástima si nos planteamos lo insuficiente de su preparación y la escasa vocación pedagógica de la mayoría de ellos. Para colmo, el sistema se va retroalimentando con oposiciones en donde el nivel artístico es lo que menos cuenta, lo que me lleva siempre a la misma conclusión: el sistema actual necesita de una profunda renovación, y por desgracia todavía no ha llegado la persona que lo haga, desde la base. Y esto me conduce a responderle también que las enseñanzas oficiales de música, lamentablemente, siguen en España a la cola de Europa. No creo que exista un país en el mundo en donde se desperdicie más talento que en el nuestro, ni ninguno con mayor número de conservatorios.

¿Cómo es posible?

En mi humilde opinión, y salvo numerosas excepciones, el personal docente de los conservatorios está siendo cubierto con músicos carentes de preparación musical y pedagógica, y lo que es imperdonable, que no ejercen una vida artística más allá de su aula. Y por el contrario, al profesorado preparado y con una vida musical activa en los escenarios, se le persigue y se le castiga para impedirle lo que en los países musicalmente civilizados constituye no sólo un orgullo para el centro de enseñanza, sino una obligación. Esta situación nos ha llevado al éxodo de un gran número de músicos a escuelas privadas, en donde se ofrece una enseñanza personalizada y de calidad y en donde se cuida la vida musical de su profesorado.

Habla con una franqueza y claridad concluyentes…

Hablo también por la experiencia que he acumulado a lo largo de los años, también mi faceta de músico de orquesta está presente a lo largo de toda mi carrera. Empecé muy joven, con mi querida orquesta de RTVE y en el año 1999 entré por oposición en la Orquesta Nacional de España, en la que estuve más de seis años. Ambas épocas fueron muy importantes para mí en todos los aspectos, musical y personal. En la actualidad, desde 2010, colaboro con la Orquesta Sinfónica de Bilbao como solista invitado, participando además en su temporada de Música de Cámara.

También es creador-Director de la Orquesta de Cámara de España…

La Orquesta de Cámara de España es uno de los pilares de mi vida de los que más orgulloso me siento. Nos presentamos en el Auditorio Nacional en el año 2007 y desde entonces hemos dado magníficos conciertos, combinando un inmenso repertorio y con la colaboración de grandes solistas y directores. La excelencia es un término que siempre ha ido asociado a nuestras producciones, lo que nos ha llevado a ser considerada la mejor orquesta privada de España y, como dijo el violinista Nigel Kennedy al público que llenaba la Sala Sinfónica del Auditorio Nacional, “una de las mejores orquestas del mundo”. Además, en la OCE siempre está presente una labor pedagógica, ya que en cada concierto doy cabida a jóvenes talentos para que vayan adquiriendo experiencia compartiendo atril con músicos profesionales ya consolidados.

Ya que habla de Nigel Kennedy, ¿quiénes son “sus” violinistas…?

Me quedo con los grandes del siglo XX, Jascha Heifetz, Arthur Grumiaux, Christian Ferras, Zino Franzescatti, Yehudi Menuhin, Henryk Szeryng… Todos ellos tenían un sonido personal, diferente al resto, único. Algo que por desgracia no ocurre hoy en día, salvo excepciones como Itzhak Perlman, Anne-Sophie Mutter, Hilary Hahn y pocos más…

¿Y sus obras imprescindibles…?

Qué difícil pregunta… Creo que me quedo con las Sonatas y Partitas de Johann Sebastian Bach, los Cuartetos para cuerda de Beethoven y si puedo ampliar más el círculo, con la música de cámara de Schubert y de Brahms. Últimamente escucho también muchísima música contemporánea; creo que se sigue escribiendo mucha música que seguro en unos años será también imprescindible.

Además de Shoah, en qué música se encuentra usted trabajando ahora…

En la actualidad estoy inmerso en dos proyectos que compatibilizo con mi dedicación a la enseñanza y mis conciertos. El primero de ellos, que comenzó como una ayuda técnica para algunos alumnos, se está convirtiendo en un libro de técnica básica diaria para violinistas, un método de trabajo que espero tener terminado a finales del próximo año y del que ya hacen uso mis alumnos. Además, estoy terminando una revisión crítica de los Caprichos para violín de Pierre Rode  que espero culminar con la grabación de la obra. Es una obra fascinante, muy buena música y una parte esencial del aprendizaje de todo violinista.

Gracias por su tiempo, ha sido un placer.

por Gonzalo Pérez Chamorro

Foto: Vicente Cueva
Acred: Raúl Buendía

http://shoah.nonprofitmusic.org/

 

 

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