La viola forma parte del cuerpo de Luis Magín, es un apéndice más, es un sonido imprescindible en su vida. En su idilio con este instrumento, el violista, que es presidente de la Asociación Española de Viola, parece soñar continuamente con la viola, que le persigue como los recuerdos de la infancia, que le domina como la fuerte presencia del presente y que le anuncia su manifestación en el futuro. Intérprete, docente e investigador, la labor del profesor Magín es la que se transmite por el amor a su instrumento, paso a paso, obra a obra, alumno a alumno. El sonido otoñal de estas cuerdas es la sintonía más cálida para este entrevista, realizada cuando la lluvia acompañaba las sabias y sencillas palabras de Luis Magín.
Es usted violista y el presidente de la Asociación Española de Viola, parece que la viola es una parte esencial de su vida…
El primer contacto con la viola llegó gracias a mi padre, o por culpa de mi padre (risas)… Yo estudiaba con él el violín (mi padre fue violinista de la Orquesta Sinfónica de Asturias). La relación pedagógica padre/hijo es por lo general bastante compleja, a edades tempranas y dependiendo del temperamento de cada uno, el aprendizaje en muchos casos no funciona de la forma más propicia. Mi padre, inteligentemente, fue el que me aconsejó un cambio de instrumento y comenzar a estudiar con otro profesor. Gracias a él descubrí la viola, e inmediatamente sentí que era el instrumento al que quería dedicar mi carrera, una especie de flechazo… Tanto es así que el idilio continúa hasta hoy día, con más fuerza si cabe.
Siempre me he preguntado si existe este idilio verdadero con un instrumento al que se abraza…
Pienso que sí, en el caso de los instrumentos de cuerda frotada la relación físico/sonora depende en buena medida de un contacto estrecho con el instrumento, este viene apoyado en nosotros, sentimos la vibración de la tapa inferior en nuestro hombro, activamos el sonido con nuestra mano derecha a través del arco. Hay una especie de simbiosis, que cuando consigues que funcione podemos hablar de una especie de idilio sonoro.
¿Cómo podría definir a este instrumento?
Yo definiría la viola como un instrumento de rica paleta sonora, de múltiples roles, papeles y contenido tímbrico. Su tamaño de caja varía notablemente entre los 38 hasta los 44 centímetros, lo cual la dota de gran riqueza y pluralidad en la emisión, así como de cierta complejidad ergonómica. Podemos encontrar violas con afinidad a la voz de soprano, otras próximas a la voz de tenor; unas con más brillo, otras más oscuras o lúgubres. Ahí radica nuestra gran suerte, que es la no existencia de un estereotipo, el no sometimiento a un tamaño prefijado, a una tendencia o a un sonido concreto. Esto para el intérprete es una maravilla, concretamente yo he pasado por etapas en las que he tocado violas de distinto tamaño y sonoridad que me han servido para conocer mejor la naturaleza de mi propio instrumento y me han ayudado en la búsqueda de mi propia identidad sonora. Sir Thomas Beecham la definía como: “La viola, ese instrumento de sexo mixto (…), ese hermafrodita de la orquesta”, descripción que comparto en términos metafóricos. El violista sabe jugar distintos roles: podemos tocar a solo y mostrar todo el potencial expresivo y sonoro del instrumento, incluso engañar al oyente haciéndonos pasar por un violín en los agudos o por un chelo en los graves, (una especie de travestismo). En la orquesta y en la música de cámara, somos mediadores, empastamos las voces, ponemos paz, equilibramos…, de ahí deriva ese espíritu colaborativo y asociativo que forma parte del ADN violístico. Sin duda creo que es el instrumento de cuerda frotada más interesante.
Antes de hablar de la Asociación, conviene saber más de usted como violista, intérprete y su especialización en la música española, con estrenos, grabaciones, divulgación en general…
Cuando finalicé mis estudios en EE.UU. y regresé a España, vinieron unos años muy interesantes como Freelance, en distintas orquestas y agrupaciones, como la OSPA, la OSGA o la Filarmónica de Gran Canaria, así como también vino el momento de participar en concursos. Tras ese periodo y después de haberme bregado mucho en el escenario, llegó una época para mí de mayor estabilidad, tras mi ingreso en el conservatorio como profesor. Mi acercamiento a la música española viene dado una vez que yo ya había trabajado gran parte del repertorio estándar para el instrumento, todo su núcleo central, entonces sentí la necesidad y la curiosidad de saber: “¿Qué hay escrito para la viola en España?”
Hace usted la pregunta que le iba a hacer yo…
Era una especie de reto que se convirtió con el tiempo en una cuestión de deber u obligación moral, un crisol donde se fundían sentimientos varios, reivindicativos, identitarios… ¿Por qué no se toca esto? ¿Por qué no se enseña esto otro? Y así un largo etcétera. Con el paso del tiempo se convirtió en una devoción, que me ha llevado a grabar y publicar varios trabajos sobre música española para viola, ser dedicatario de varias obras para el instrumento como la Sonata de Jorge Muñiz, y obras de otros autores como las de Juan Cué O Ximo Cano, entre otros, o estrenar el Concierto para viola y orquesta de Salvador Brotons. También de llevar la música española a múltiples escenarios internacionales (Portugal, Inglaterra, Dinamarca, Finlandia...). Recuerdo especialmente la gira por EE.UU con las Sonatas de la Real Capilla en la Hispanic Society de NYC, en el Instituto Cervantes y la Eastman School of Music, gracias al mecenazgo de la Fundación María Cristina Masaveu.
¿Cómo se recibe esta música en el extranjero?
La acogida de nuestra música en el extranjero es muy buena, la reciben con gran interés y entusiasmo. Actuar como una especie de embajador de la música de tu país y compartirla con el público, supone una gran satisfacción y orgullo personal, que acrecienta más si cabe mi compromiso con ella, sin caer en cegueras pasionales, sabiendo distinguir lo bueno y lo no tan bueno. En el caso violístico, al ser un repertorio escaso yo lo salvaría prácticamente todo, por su rareza y variedad de estilos y formas. He de decir que esta labor mía no es nueva, siempre admiré el trabajo realizado por mis antecesores, concretamente Emilio Mateu y Enrique de Santiago, sus métodos, estrenos y labor de difusión en aquella época me parecen encomiables. Yo me he propuesto seguir esa senda y ampliarla con toda la buena voluntad y humildad necesaria, pues solo somos un pequeño eslabón de una cadena con mucha gente que ha habido detrás de nosotros y seguramente con muchísima gente que nos sucederá y mejorará.
¿Cómo podría definirse usted?
Me gusta hacer de todo, mis intereses son varios. No creo en esa especialización de la que hablábamos, yo no soy especialista en nada, aunque domine un campo concreto como pueda ser el de la música española eso no lo hago porque sí; viene dado por un recorrido, una trayectoria multidisciplinaria, en definitiva lo que en el lenguaje anglosajón viene a ser el Portfolio musician con una buena dosis de Lifelong learning. Esto no lo enseñan en el conservatorio, hay personas que lo tienen, otras que lo adquieren y lo saben desarrollar, saben gestionar su carrera, sus objetivos, sus compromisos, son comunicadores, entrepreneurs, creativos, hacedores… Yo encajo más en este grupo.
¿Y cuáles son sus pilares como intérprete?
Puedo decirle que todos los días, cuando abro el estuche y la viola cae en mis manos, tengo la obligación de ponerme a construir los pilares de nuevo, y así día tras día. No hay cosa más maravillosa que cuestionarse cosas, construir cada día nuevos pilares, pilares distintos y diferentes. Huyo de la rutina, me aburre… Esto no quiere decir que no haya reglas, las hay… Mi profesor Jesse Levine tenía escrito en su pizarra tres: “In Time, In tune and Ringing sound”, o, lo que es lo mismo, “en tempo, afinado y con buen sonido”. Otra cosa es el ¿cómo?, ¿cuándo?, ¿por qué? y ¿para qué?
Individualista, corporativista… ¿Es usted músico para tocar solo o en conjunto?
Al margen de lo afirmado antes, me gusta tocar a solo, me apasiona la música de cámara especialmente entre amigos, ya que combina la amistad con la quintaesencia del hecho musical. Me gusta sentir ese tipo de cosas, esa química. Cuando tocas con alguien generas un vínculo muy intenso y estrecho con esa persona. También me gusta mucho la dirección, lo he hecho durante seis años al frente de la Orquesta del Conservatorio Superior de A Coruña y espero retomar algún día esta faceta. Todas estas experiencias e intereses te refuerzan como intérprete; qué decir de la lectura y de la audición de música… Nuestra profesión no es al uso, hay mucha vida en ella, mucha emoción, mucha ética, mucha tradición y savoir faire también, y mucho estudio gracias a dios, si no que aburrimiento el saberlo todo, ¿verdad?
¿Hay alguna obra para viola que a usted le haya cambiado la vida?
La primera obra que yo estudié con la viola fue el Concierto de G. P. Telemann, que por cierto fue el primer concierto escrito para la viola y el primer concierto que yo toqué acompañado de una orquesta, por eso es especial para mí y también porque me descubrió la bella sonoridad que es capaz de emitir este instrumento del que ya no he vuelto a separarme.
¿Hay en el Luis Magín intérprete/profesor más razón o más corazón?
Debe haber equilibrio, y etapas y fases como para todo ser humano. Necesitamos la razón y la reflexión para el estudio, para nuestra confianza, para sentar nuestras bases interpretativas, estéticas, para una buena y correcta comprensión mecánica y un tiempo para integrar todo ello en uno mismo. Pero el mundo de la interpretación difiere del de la razón, nos habla de emociones, de humanidad, de lo divino, de lo que se escapa a la razón, por eso es sublime, por eso debe ser inmediato y ejecutado en un contexto y momento concreto, para eso nos preparamos; para el concierto. Don Alfredo Larrocha lo definía de la siguiente forma: “El arte se resume en esto: buscar lo natural en la vida y en la expresión; vivir y expresarse como uno siente, con la mayor intensidad posible, y puesto que hay artificio en la vida, como lo hay en el arte, seamos naturales aunque sea artificiosamente”.
Y cómo pedagogo, ¿dónde está su estrategia y cómo son sus métodos?
Formar intérpretes al servicio de la música, da igual en que faceta: orquestal, camerística, como solistas o como docentes. Servir y disfrutar de ello, nuestra profesión consiste en dar, en ser dadivoso, generoso, entonces es cuando la música te entrega las mayores satisfacciones que puedas imaginar. Es realmente complejo ser un buen profesor, yo intento enseñar como a mí me gustaría que me enseñasen, exigiéndole al alumno lo que yo me exigiría a mí mismo. Sentar los estándares de calidad y la cultura de sonido necesaria para un desarrollo profesional adecuado; plantar semillas en ellos y esperar que crezcan regándolas a diario; enseñándoles a conducir para que luego ellos puedan pilotar por sus propios caminos; pero, sobre todo, instalando en ellos el amor, compromiso y la honestidad necesaria para que puedan ser felices en el trayecto, y hacer de ellos mejores personas y ciudadanos. Para ello tengo siempre presente el recuerdo de mis profesores, seres de una estirpe que hoy escasea, genuina y con valores, si a veces flaqueo o dudo siempre recurro a ellos. En cuanto a los métodos son sencillos y conocidos por la mayoría, viene todo de una larga tradición y evolución natural, hoy día ya no hay secretos ni misterios por resolver: una buena comprensión de la mecánica instrumental, escalas y arpegios, estudios, etc. Lo importante es saber adaptarse a cada individuo, ya que todos te llegan con su propio background, el menos dotado requiere de mayor esfuerzo para entrenarle sus manos y oídos, al más dotado hay que entrenarle más la cabeza, la estética, otras cuestiones… Yo he tenido a lo largo de casi veinte años de profesión docente alumnos de todo tipo, algunos en orquestas importantes como la Gewandhaus de Leipzig, Dortmund Philharmonic, Sinfónica de Bochum; otros son profesores en distintos conservatorios de Lugo, Orense, A Coruña, Valladolid, Palencia o Salamanca. He dado clases en medio mundo y he sido jurado en distintos concursos internacionales como el “Primrose Competition”, donde también he dado clases magistrales, esto me hace estar en contacto permanente con el nivel más exigente y trasmitir a mis alumnos esa exigencia instrumental. ¿Resultados? Estoy contento por los que llegan, a la mayoría les veo felices y los cuento por decenas. Otros están en proceso y les digo: “persevera, llegará tu momento, estate preparado”.
Además de pedagogía directa y presencial, también desarrolla musicología y escritos musicales…
Sí, a raíz de mis estudios de doctorado comencé a escribir una serie de artículos relacionados con temas de historia y didáctica de la viola que he publicado en distintas revistas, como “The Strad”, la revista de educación y humanidades “Dedica” o la revista “Resonancias” del CONSMUPA. Es otra de mis áreas de interés, me lleva mucho tiempo y compatibilizarlo con la docencia y la interpretación es costoso, pero tremendamente interesante y enriquecedor. Personalmente me interesa la investigación performativa, la de la acción musical, la del rescate de patrimonio, la edición crítica, la didáctica que es donde yo estoy cómodo y puedo aportar mis conocimientos y experiencia. Se me antoja imprescindible tender puentes colaborativos entre el mundo teórico y la práctica, yo lo he hecho con estupendos resultados, como el documental “Tesoros de la Música española”, que he grabado en colaboración con dos grandes musicólogos, como son Ramón Sobrino y María Encina Cortizo de la Universidad de Oviedo, sobre la música española para viola de entre guerras (1898-1939).
Hablemos un poco de su repertorio para viola… ¿Música española, obras originales, arreglos?
Obviamente el repertorio tradicional de viola siempre está ahí, lo usamos en el día a día en clase. Soy de la opinión que el repertorio de un violista debe incluir siempre aquellas obras que constituyen la base de la literatura del instrumento (digamos entre 30 y 40 piezas) y estar preparado para tocarlas en cualquier momento y circunstancia, bien sea en recital o audición, concurso, etc. Nunca sabes cuándo puede llegar tu oportunidad. Una vez dominado este repertorio debes seguir tu tendencia natural y tus gustos, hay gente que se decanta por la interpretación historicista, otros por la creación contemporánea o más actual, todo es válido. Respecto a las transcripciones, si la música es buena seguro que funciona estupendamente con cualquier instrumento, mire usted, por ejemplo las Siete canciones populares de Manuel de Falla. Ahora bien, mi preferencia siempre se decanta por la obra original, la que está pensada para una sonoridad y timbre concreto. Muchos alumnos me preguntan, por ejemplo: “¿Qué tal si toco algún Capricho de Paganini?”. Y yo respondo: “¿Conoces Casimir-Ney?”. Este ejemplo es perfectamente extrapolable a cualquier otra obra. Primero debes conocer tu repertorio, por cultura, después el de los demás, salvo que no tengamos por cuestiones técnicas algún elemento concreto dentro del nuestro. Transcripciones sí, por supuesto, si el valor musical excede y traspasa las barreas del medio con el que se haga. En el caso de la música española para viola yo he catalogado hasta el año 2000 unas cien obras, esto ya te lleva unos años de estudio y de entretenimiento (risas...).
Háblenos de la Asociación Española de Viola y de las actividades que realizan: congresos, festivales, concursos…
En 2007 creé la Asociación inspirada en “Les amis de L´Alto” francesa, que ya conocía. Ese mismo año ingresamos como miembros de la International Viola Society, donde ejerzo también como Secretario Ejecutivo desde 2010. Durante este tiempo, hemos organizado numerosas actividades desde los “Talleres de Viola D´amore”, clases magistrales con personalidades tan influyentes para el mundo violístico como Roberto Díaz, Presidente del Curtis Institute, una academia permanente de verano que va por la sexta edición, cinco congresos de viola y un concurso. Casi nada… Ahora hemos creado un servicio de publicaciones con el nombre de El Temple de la Viola, que sirve como plataforma de edición de esa música que tenemos por ahí perdida. Ya ha salido la primera tirada de unas cuantas obras de repertorio como la Sonata de Lestán o el Solo de Manuel Sancho. En abril tenemos nuestro sexto Festival, que lleva por subtítulo “El periodo de lo posible”, siendo una oda a la esperanza, al futuro de la viola y un tributo a las nuevas generaciones. El Festival se combina con la fase final de la segunda edición del concurso de jóvenes intérpretes, que hace un especial énfasis en la interpretación del repertorio español, así fomentamos y cultivamos su estudio entre los más jóvenes. Toda la información está disponible en nuestra web www.aesav.com, y desde aquí invito a todos los profesores, violistas, alumnado y amantes de la música en general a venir a Oviedo del 22 al 24 de abril a pasar un intenso fin de semana violístico, por cierto donde se come muy bien y hay muy buena sidra (risas…).
¿Hablando de sidra, cuál sería la obra más picante escrita para la viola…?
Como la sidra es bebida festiva, de celebración entre amigos, es una bebida social, de disfrute. ¿Nos hacemos un Brandemburgo n. 6?
Se acepta… Buena elección. ¿Y sus violistas o referencias como intérpretes donde están?
Muchos, obviamente y en primer lugar los más cercanos: Wieslaw Rekucki, mi primer profesor, hoy en día compañero en el CONSMUPA; Yury Yurov, primer viola de los Virtuosos de Moscú y de la Orquesta del Bolshoi y Jesse Levine, de la Universidad de YALE. Pero otra de las maravillas de esta profesión es que me han influido y he aprendido de gran cantidad de personas que han pasado por mi vida de una u otra forma, de compañeros de trabajo, de compañeros de piso en mi época de estudiante, no podría enumerar lo innumerable. He aprendido y me han inspirado grandes músicos que he tenido el privilegio de escuchar en vivo, como Erik Friedman, el Cuarteto de Tokyo o Claude Frank, y de nuevos músicos que voy conociendo en mi viaje, de mis alumnos, de mis errores, de cualquier persona, incluso de las menos dotadas que tú, hay siempre algo que extraer, por eso merece la pena, por eso los músicos no nos jubilamos jamás.
Gracias por su tiempo, ha sido un placer.
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Por: Gonzalo Pérez Chamorro
Foto: Luis Magín, violista y presidente de la Asociación Española de Viola.
Acred: Yeray Menéndez