“Bésame mucho”, el nuevo disco en Sony Classical de Juan Diego, al que ahora podemos llamarlo así sin su mundialmente famoso apellido cuando se dedica a estos repertorios de canciones populares (una vez con Rossini, volverá a ser el señor Flórez), se centra en canciones latinoamericanas, acompañadas de la propia guitarra de Juan Diego (algo habitual en sus recitales, donde gusta sorprender al público de este modo) y auténticos instrumentos latinos como cavaquinho, bandoneón, maracas venezolanas o pandeiro.
Esta fiesta latinoamericana viene de la mano con un proyecto en el que Juan Diego Flórez se siente muy volcado, como es Sinfonía por el Perú, “en 2011 fundé Sinfonía por el Perú, con el objetivo de transformar la vida de niños y jóvenes a través de música”, afirma el tenor.
Como si de una banda sonora para una novela de Gabriel García Márquez, “en Bésame mucho he querido hacer un viaje por Latinoamérica, buscando las canciones que todos amamos y que son estandartes de los pueblos que las crearon”, nos cuenta el tenor, que analiza en la entrevista su actual estado vocal y sus proyectos, algo que desde RITMO hemos ampliado con dos artículos que, desde el punto de vista del alumno y del experto, examinan el fenómeno Juan Diego Flórez, tenor y ser humano excepcional.
Gusta de acompañarse en sus recitales con su guitarra, dando la mayor naturalidad a la acción de cantar. Este nuevo disco para Sony Classical parece exactamente eso, lo más natural posible…
La guitarra fue decisiva en mi amor por la música latinoamericana desde pequeño. Ahora, después de varios años, he redescubierto la belleza de estas canciones gracias a que he vuelto a acompañarme de la guitarra para cantarles a mis hijos. Además, se ha vuelto ya una tradición que al final de mis conciertos saque la guitarra y le regale al público canciones como las que hacen parte de este disco.
Tras el Mozart, donde la flexibilidad de su arte nos emocionó, ¿qué aduanas hay que traspasar para llegar hasta este nuevo repertorio más popular?
Mi origen en la música es eminentemente popular. Desde pequeño y durante mi adolescencia mi aspiración fue la de ser un cantante de música pop. La música latinoamericana la absorbí por mi entorno familiar, escuchando música peruana, pero también boleros cubanos y canciones mexicanas, que yo iba aprendiendo como quien aprende mirando e imitando.
- Un pequeño test, maestro… Marque la casilla oportuna sobre el resultado de este nuevo disco:
· A) éxito de ventas
· B) éxito de críticas
· C) hace feliz al que lo escucha, independientemente de ventas y críticas
Sin duda, la C. Espero que el público disfrute de este disco y de estas maravillosas canciones latinoamericanas con “Bésame mucho”.
¿Qué quiere proponer con esta grabación, dígale al lector con su corazón cuál es el motivo de este disco?
Con este disco he querido hacer un viaje por Latinoamérica, buscando las canciones que todos amamos y que son estandartes de los pueblos que las crearon. Son canciones que llegan al corazón, pues tocan fibras profundas como la tierra, las tradiciones, el amor…
Auténticos instrumentos latinos como Cavaquinho, Bandoneón, Maracas venezolanas o Pandeiro, con arreglos suyos de varias canciones… ¡Esto es una fiesta tímbrica americana!
Con este disco hemos querido mostrar también la gran variedad y riqueza de nuestra música latinoamericana con sus instrumentos más característicos, contando con grandes músicos provenientes de toda la región.
¿Qué nostalgia le ha trasladado retomar estas canciones que usted cantaba en los bares de Lima?
Volver a tocar la guitarra me ha llevado a redescubrir la belleza de estas canciones que tocaba para mis familiares y amigos en los bares de Lima. Ahí aprendí canciones como la chilena y pan-americana “Canción con todos” o cantaba con firme protesta la argentina “Solo le pido a Dios”. Y, por supuesto, las canciones de nuestra Chabuca Granda, con las que me siento especialmente ligado desde mi infancia, pues las aprendí escuchando a mi padre, Rubén Flórez.
Me da que escuchar este disco debe ser como leer una novela de García Márquez…
Lo es porque entras en un mundo de fantasía, de magia… Son canciones que te transportan a paisajes, situaciones, personajes… Hablando de “José Antonio”, del paseo del caballo, te imaginas un mundo del pasado. Canciones como “Si vas para Chile” te transportan a aquel pueblo y a aquellos paisajes, y canciones como “Amanecí en tus brazos” te transportan con sus descripciones a ese lugar y a ese momento en el cual los dos amantes están juntos.
¿Qué proyectos tiene en breve?
Este otoño, tendré conciertos en Buenos Aires, Santiago de Chile y Bogotá, a donde me alegra mucho regresar después de varios años. Tendré también algunos conciertos en España, en Sevilla y Gran Canaria. A finales de año, regresaré al Metropolitan Opera para debutar el rol de Alfredo Germont en La traviata.
El estado de su voz evoluciona cómo evoluciona la persona… ¿Donde se encuentra ésta ahora?
Hace unos años, mi voz comenzó a cambiar y esto me ha permitido expandir mi repertorio. En los últimos años, he debutado roles en óperas como Werther, Romeo y Julieta o Los cuentos de Hoffmann. A su vez, he seguido cantando el repertorio que me ha acompañado hasta ahora, como ha sido con el debut en Ricciardo e Zoraide de Rossini. Esto me ha enriquecido como artista y ha hecho que pueda expandir mi horizonte artístico.
Enamorado de España, hace muy poco dio unas clases magistrales en Madrid, en la Escuela Reina Sofía, donde les decía a sus alumnos que contuvieran sus ganas de hacer emocionar a la gente… ¿Cómo se hace eso, cuando hay 2000 personas pendientes de usted en un escenario?
Lo que quise expresarles es que la emoción no puede desbordarles. Uno debe ser capaz de controlar la emoción para poder cantar. Pero uno debe a su vez ser capaz de emocionarse y de transmitir esa emoción al público.
Y también es un firme defensor de los derechos sociales y participa activamente en ayudas a los necesitados. ¿Cómo está Perú en este momento? ¿Cuál es la verdadera solución para Latinoamérica?
Cada vez estoy más convenido del poder de cambio que tiene la música. En 2011, fundé Sinfonía por el Perú con el objetivo de transformar la vida de niños y jóvenes a través de música. Después de siete años, es inspirador ver el gran cambio que ha habido en ellos y en su entorno.
Para medir el impacto que Sinfonía ejerce sobre sus participantes y comunidades, llevamos a cabo una rigurosa evaluación experimental de impacto con el apoyo del BID. Los resultados mostraron cómo la partición en Sinfonía aumentaba la percepción positiva sobre sí mismos, su rendimiento escolar o su creatividad. Por otra parte, disminuían las expresiones de agresividad verbal y física o el ocio improductivo. Además, se demostró que la participación en Sinfonía mejoraba el ambiente familiar ayudando a reducir la violencia doméstica, así como la prevalencia e intensidad del trabajo infantil.
Un segundo estudio está por llevarse a cabo en el que se sacarán conclusiones cuatro años después para entender el impacto real a largo plazo.
Gracias maestro. Y gracias también por estos proyectos socioeducativos tan importantes. Ha sido un placer.
por Gonzalo Pérez Chamorro
El talento de un tenor
Juan Diego Flórez inició su ascenso (continuo, sin titubeos) a la cima casi desde el inicio de su carrera, allá por el año 1995. La explicación de esto es clara: se trata de una voz dotada de natura de un extenso registro agudo y sobreagudo, con capacidad para las más brillantes agilidades (a lo que no debe ser ajeno un estudio concienzudo y tenaz) y una musicalidad a raudales, elementos todos que le permitieron en seguida convertirse en el rey del repertorio rossiniano con un reconocimiento indiscutido e indiscutible tanto de aficionados como de críticos, e incluso de colegas. Si a este material inicial añadimos una excelente presencia escénica y un indudable carisma, no es de extrañar que los grandes templos de la lírica no tardaron en abrirle sus puertas.
Desde nuestro punto de vista, como foniatra, Juan Diego parte de una base que yo considero genética y que consiste en una adecuación óptima de todos los elementos que intervienen en la producción de sonidos cantables: capacidad respiratoria (lo que llamamos fiato), tesitura vocal amplia para la cuerda de tenor ligero o lírico-ligero y eficientísimo aparato resonador.
De este modo, usando la presión respiratoria de modo suficiente, consigue las frecuencias necesarias sin sobrecargar el órgano vibratorio (Laringe) y suficientes para proyectar la columna aereosonora en los resonadores. Además, el color resultante es bello, con lo que tenemos los fundamentos de un canto brillante y fluido, que Flórez completa con su musicalidad y refinamiento. Al tener estos mecanismos automatizados, se permite cantar relajado, hablar y hacer alardes e incluso bromas ante el público, que ante esta exhibición fácilmente se le entrega entusiasta.
Pero lo más llamativo de la trayectoria de Juan Diego es su evolución, magníficamente asesorado por Ernesto Palacio, tenor ligero de fama en un inmediato pasado, hoy agente y maestro de reconocida solvencia, con un talento fuera de lo común, que ha ido adaptándose a los cambios de su voz con vistas a abordar el repertorio que, pensamos, era un objetivo suyo, dada la admiración referencial hacia el llorado tenor Alfredo Kraus, al que creemos que el peruano es el más cercano en técnica y calidad, si bien su material vocal no es tan adecuado al citado repertorio como lo fuera el del canario.
Pero Flórez, con su sabiduría innata, ha conseguido llevar estas óperas a “su terreno”, ensanchando su emisión y aumentando sus armónicos pero sin menoscabo de las agilidades ni el agudo, a diferencia de otros magníficos tenores de fama internacional como Roberto Alagna, Marcelo Álvarez, Fernando de la Mora, Francisco Araiza y otros tantos que, al adentrarse en repertorios más pesantes, han mermado o arruinado su inicialmente abundante registro superior.
Juan Diego en diciembre debutará el Alfredo Germont de La traviata en el Met, y estamos seguros que será, una vez más, con éxito, dada la gran prudencia con que ha ido incluyendo en sus conciertos las páginas más comprometidas de su nuevo repertorio. Al hilo de esto, no podemos olvidar la primera vez que, en un recital, cantó “Che gelida manina” de La bohème, idea recibida con ciertas reservas pero con un resultado final entusiasmante; y es que este tenor no encuentra barreras cuando decide una ampliación de repertorio.
Juan Diego no ha buscado, ni ha necesitado (ni ha “pagado”) la fama mediática que con multitud de artimañas han obtenido otros. Sus cualidades, refinamiento y musicalidad, le han proporcionado el prestigio del que goza en la actualidad, compartiendo honores con el mexicano Javier Camarena en la cumbre de la lírica mundial.
por Eduardo Lucas
Foniatra y biógrafo de Alfredo Kraus
El magisterio de una voz irrepetible
Durante su estancia en Madrid, con objeto del concierto que tuvo lugar en el Auditorio Nacional de Música el pasado 23 de mayo, Juan Diego Flórez ofreció, justo el día anterior, una master class en el acogedor auditorio de la Escuela Superior de Música Reina Sofía, en la cual pude disfrutar y ser consciente de la clarividencia de un tenor con una carrera operística al más alto nivel durante 20 años y que ha sido un espejo en donde mirarse para cualquier alumno o alumna de canto en todo el mundo.
Solo una voz única, de una depuradísima técnica vocal, nos podía regalar aquella tarde sus conocimientos en lo que al bel canto se refiere y que pueden ser aplicados a cualquier cuerda, porque su verdad radica en conceptos universales del canto: timbre de gran squillo, legato, depurado fraseo, increíble musicalidad, la elección del más adecuado repertorio a cada tipo de voz y algo que me llamó poderosamente la atención, la economización de la voz a la hora de afrontar arias “imposibles”, como es el caso de la conocidísima “Povero Ernesto” de la ópera Don Pasquale, de Donizetti.
Me pareció de una sublime inteligencia el modo de afrontar pasajes de este calibre en donde él incidía, al alumno al que le estaba impartiendo la clase, donde estaban los puntos clave de la página y en donde tenía que guardar fuerzas para lo que venía después, para que de esta forma pudiera controlar la fatiga y poder hacer un final de la cabaletta de modo brillante.
Todo esto me hizo reflexionar sobre aquella frase que Alfredo Kraus dijo en alguna ocasión: “un cantante de ópera tiene que tener hasta voz”, prueba de que para estar tantos años en la cresta de la ola en la vorágine operística hay que tener algo más que voz y técnica, llámese inteligencia emocional o lo que sea, pero es algo que trasciende en los más grandes cantantes de la historia de la ópera.
Es, sin duda, una idea que lleva rondando en mi cabeza desde aquella magistral clase, esto es, la destreza que debe tener un cantante lírico-ligero como Juan Diego Flórez encima de las tablas de un teatro de ópera a la hora de afrontar endiabladas arias, del correcto uso del aire y de cómo convertir todo este fluido en sonido sin desperdiciar ni un ápice. De esta forma, el tenor peruano parece impasible ante pasajes virtuosos, caso del aria “Cessa di più resistere” del Barbero de Sevilla de Rossini, donde el maestro peruano hace alarde de una velocidad y virtuosismo de coloraturas interminables y que, en mi modesta opinión, nadie las ha igualado.
En estos momentos, el maestro Flórez, en cuyos conciertos está introduciendo un repertorio más romántico, seguramente porque se trata de evolución natural de su voz y de su hacer como artista, no ha perdido frescura en su canto y en su técnica, lo cual nos hace una idea de su dimensión como cantante, que sigue la estela del gran Alfredo Kraus en cuanto a la larga carrera sin vacilaciones y que va camino de otros 20 años o muchos más y de la que espero seguir aprendiendo.
por José Antonio Peñas Cruz
Tenor y alumno de canto
www.sonyclassical.es
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