La adoración de la dama celestial y la turba fanática prendiendo en la hoguera a una mujer acusada de brujería constituyen los extremos de la representación medieval de lo femenino que unifica este estimulante programa doble, formado por Juana de Arco en la hoguera de Honegger y La damoiselle élue de Debussy. No escasean las conexiones entre ambas obras, pues aun cuando las dos reniegan del título de ópera (estamos ante una cantata simbolista en el caso de Debussy y de un oratorio dramático en el de Honegger), fueron compuestas teniendo a Wagner en mente.
Para ello nos reunimos con Joan Matabosch, director artístico del Teatro Real, Àlex Ollé, uno de los directores artísticos de La Fura dels Baus y responsable de esta puesta en escena, y Juanjo Mena, el director de orquesta para ambos títulos, que nos resumen a tres voces sus intenciones y reflexiones acerca de este díptico que sube a escena durante el mes de junio en el Teatro Real de Madrid.
En ambos casos, se trata de su estreno en el Teatro Real, en una nueva producción del coliseo madrileño, en coproducción con la Ópera de Frankfurt.
Joan Matabosch (director artístico del Teatro Real) - JM
Àlex Ollé (director artístico de La Fura dels Baus) - AO
Juanjo Mena (director de orquesta) - JJM
Joan, ¿con qué se va a encontrar el público en este doble programa Honegger-Debussy?
JM. Se va a encontrar con una de esas grandes obras de la tradición anti-romántica, que desembocaría en la creación del Grupo de los Seis bajo el patrocinio filosófico de Jean Cocteau. Juana de Arco en la hoguera encarna muy bien esa admiración de “les Six” por la revolución stravinskyana, por la desconfianza hacia la trascendencia inflada del tardo-romanticismo y por la atracción hacia el mundo marginal de Erik Satie. El mismo texto de Paul Claudel rechaza cualquier intento de catalogación: hay poesía, drama, farsa, referencias a misterios medievales y a la tragedia griega clásica. Honegger decía haber encontrado en el texto de Claudel exactamente lo que buscaba: “Una forma de teatro que no es ópera, sino que es la síntesis de todos los elementos del espectáculo con el texto hablado”. Esta síntesis incluye de todo: antífonas gregorianas, danzas barrocas, ritmos de jazz, voces celestiales, declamación, canto y un gran despliegue sinfónico y coral. Como preámbulo a la obra de Honegger, el espectáculo incluye la maravillosa La damoiselle élue de Debussy, que aborda la nostalgia del amor terrenal y la impaciencia por recuperar en el cielo el amante dejado atrás en la tierra. Àlex Ollé crea, para la obra de Debussy, un cielo “en el que la damoiselle vuela como un alma que asciende a la presencia de Dios. De algún modo es el alma de Juana, después de la ejecución en la hoguera, en el instante en que, después de todo el horror, halla la paz”.
Desde el Ocaso de los Dioses, pasando por el explícito Ángel de Fuego y ahora esta Juana de Arco, el fuego para ser un pequeño motivo conductor que hila parte de la temporada del Real…
JM. El canto excitado y angustioso de Renata en El ángel de fuego se encuentra en las antípodas del recitado poético de la protagonista de Juana de Arco en la hoguera. Si en la ópera de Prokofiev la sobreexcitación del canto remite al trauma que ha padecido un personaje inocente, en la de Honegger la prueba de la inocencia del personaje es, por el contrario, la privación del canto. El ángel de fuego y Juana de Arco en la hoguera son dos obras fundamentales del teatro musical del siglo XX, hermanas en muchos sentidos, aunque sea por oposición, y en ambos casos su estreno en el Teatro Real es imprescindible y constituye un enorme acontecimiento.
Como decimos, en una temporada en la que las llamas en el Teatro Real han estado presentes en el Ocaso de los Dioses, El ángel de fuego y ahora con Juana de Arco en la hoguera, ¿es el fuego una tabula rasa para Àlex Ollè?
AO. Cabría decir que el fuego también puede ser leído como un elemento de purificación, de luz, de calor. Aunque lo cierto es que, en el caso de Juana de Arco en la hoguera, el fuego es, sobre todo, símbolo de destrucción, porque la hoguera tiene como objetivo terminar con la vida de Juana. En Juana de Arco encontramos el fuego del fanatismo, el mismo fuego que sirvió para quemar los libros en la noche de los cristales rotos y es, en general, el fuego de todas las guerras y todas las matanzas. No creo que lo que queda después de una guerra pueda ser llamado una tabula rasa, porque entre los rescoldos de ese fuego queda mucho dolor, mucho resentimiento, mucho odio larvado... Sólo cuando el dolor, el resentimiento o el odio son dispersados por el viento del olvido, empieza a aparecer debajo una tabula rasa... o un desierto. Estoy reflexionando en torno a la Juana de Arco en la hoguera que presentamos, pero también en torno a todos los sucesos de nuestro presente. El oratorio nació en un momento en que el nazismo se alzaba con la victoria en Alemania y amenazaba al mundo con su fanatismo e intolerancia. Las amenazas siguen ahí.
Y para Juanjo Mena, ante estas dos partituras, la de Debussy y Honegger, ¿hay que ir bien “perfumado”?
JJM. En absoluto, con estas obras estamos en un momento histórico crucial para la música, y muy al contrario, lo que hay que tener es una actitud vivencial activa, de búsqueda del perfume novedoso, sorprendente e intenso, que Debussy nos propone embriagado todavía por la escucha del Parsifal de Wagner, que tenía en mente, y el sentimiento que de él desprende diseñando simplemente un estilo propio, un estilo nuevo que abre las puertas a la modernidad.
Juana de Arco es una figura que se ha revisitado una y otra vez, ¿qué nos quiere decir Honegger con su ópera y cómo la afronta Àlex Ollé?
JM. Puede ser Àlex quien conteste, como es lógico, pero en mi opinión hay quien dice que Juana de Arco parece un personaje inventado por los historiadores para codificar todas las contradicciones de la Europa de principios del siglo XV. Pero lo cierto es que el personaje también denuncia las contradicciones de nuestro propio mundo, encarnado en una masa que actúa sin pensar individualmente. Àlex Ollé sitúa la acción (en sus propias palabras) en “un futuro en el que se han cumplido ya las peores de nuestras expectativas actuales. Una Europa arrasada por el mal que ahora nos afecta y que la ha arruinado completamente, dejando en la más absoluta miseria a una población embrutecida. Un panorama catastrófico y deshumanizado en el que cabe hablar de una refeudalización de Europa hundida en una Nueva Edad Media. Los poderosos y las masas de este mundo en descomposición son arrastrados por el fanatismo que acabará llevando a Juana de Arco a la hoguera”.
AO. Como dice Joan, la escenificación que proponemos sitúa a Juana de Arco en la hoguera en un futuro indeterminado, pero próximo. Repito sus palabras tal como me las cita, porque es importante, se trata de un futuro en el que se han cumplido ya las peores de nuestras expectativas actuales. Una Europa arrasada por el mal que ahora nos afecta y que la ha arruinado completamente, dejando en la más absoluta miseria a una población embrutecida. Los poderosos y las masas de este mundo en descomposición son arrastrados por el fanatismo que acabará llevando a Juana de Arco a la hoguera. En la versión escénica que proponemos, la bestialización a la que aluden el tándem Claudel-Honegger con su juez-cerdo, su fiscal-burro, su jurado-ovejas queda explícitamente convertida en deshumanización. Confrontado con este mundo, la huida hacia el cielo como un anhelo de pureza se entiende sin el menor esfuerzo.
¿Y por qué la delicadeza de La damoiselle élue como introducción a esta ópera de Honegger?
JM. Una plataforma de vidrio divide el espacio escénico entre un piso superior en el que aparecen los personajes que representan a las fuerzas celestiales de La damoiselle élue, y un piso inferior tomado por la destrucción, el fanatismo y el abandono que presiden Juana de Arco. En el montaje, el desenlace de la obra de Debussy se convierte en la obra de Honegger. Como explica Àlex, “mientras la figura de la protagonista de La damoiselle élue se eleva al final de la pieza hasta desaparecer en lo alto, el personaje de Juana de Arco desciende desde lo alto hasta ocupar esa equidistancia entre el Cielo y la Tierra”, que late en la obra de Honegger y Claudel, atada ya al palo de la hoguera en la que se espera su ejecución inminente.
AO. En muchos aspectos, La damoiselle élue plantea una figura equiparable a la de Juana de Arco una vez liberada de las cadenas terrenales. En este mismo sentido va nuestra propuesta escénica, para la que creamos la sensación de un cielo en el que la damoiselle vuela como un alma que asciende a la presencia de Dios. De algún modo es el alma de Juana, después de la ejecución en la hoguera, en el instante en que, después de todo el horror, halla la paz. Yo creo que el mensaje lo recogemos mediante ese simbolismo que, sobre el escenario, se convierte en un cuadro plástico que separa el mundo de arriba y el mundo de abajo. Creo que es muy eficaz, recogiendo, desde una plástica contemporánea, la verticalidad del gótico, los escorzos y trompe l'oeil del barroco.
¿Para usted Juanjo, cómo es su relación con Debussy?
JJM. La música francesa ocupa una gran parte de mi repertorio tras muchos años de trabajo orquestal, y Debussy, es el centro indudable de la música francesa.
¿Y con Honegger y su Juana de Arco?
JJM. Ya en mi época como director titular y artístico de la Orquesta Sinfónica de Bilbao, en 1999, tuve la ocasión de dirigir el Oratorio El Rey David de Honegger y fue un descubrimiento total para mí. Y creo que hay una gran similitud estructural y de concepto con Juana de Arco en la hoguera. Posteriormente he dirigido también su música orquestal, con obras como la Sinfonía n. 3 "Litúrgica", Pacific 231 o Una cantata de Noël.
¿Qué supone este doble reto Debussy-Honegger?
AO. El reto estaba en cómo compaginar las dos obras. Teníamos como premisa que, de alguna manera, se creara una relación entre ambas, un puente que las uniera. Con Alfons Flores, el escenógrafo, también teníamos claro que queríamos una escenografía única para la puesta en escena. Ambas piezas conectan lo terrenal y lo celestial, y casi se diría que ambas protagonistas transitan entre los dos mundos. En el caso de nuestra puesta en escena, transitan entre dos espacios, arriba y abajo, separado por un suelo transparente y flotante que divide los dos universos. La tierra y el cielo, el sufrimiento y la liberación, el fanatismo y la pureza. Y creo que lo conseguimos. En el aspecto musical, yo ya había tenido ocasión de trabajar en dos ocasiones con la música de Debussy en Le Martyre de Saint Sébastien y con su única ópera, que es una de mis preferidas, Pelléas et Mélisande. Cuando me dieron a escoger entre varias piezas breves para compaginar con Juana de Arco en la hoguera no lo dudé un instante: elegí La damoiselle élue porque Debussy construye un universo de atmósferas con el cual es muy sugerente trabajar. Me gusta Debussy. Y, por temática, con las referencias al paraíso, a la ausencia del amado, el deseo del amor eterno... Todo eso hace que ambas piezas encajen muy bien. Y, en cuanto a Honegger, espero que esta obra sirva para dar a conocer a un compositor extraordinario. Para mí fue todo un descubrimiento que me encantará compartir con el público.
Dos obras que no nacieron para la escena pero que parecen destinadas a ella, ¿conjugan bien a pesar de no estar emparentadas por sus creadores?
AO. Ambas historias son de algún modo un flashback, y transitan entre el cielo y la tierra. Mientras que La damoiselle élue nos habla desde el cielo de la añoranza que tiene de su amante que sigue en la tierra y el anhelo de volver a reunirse con él, Juana de Arco, atada al poste de la hoguera, después de haber sido juzgada, recuerda los episodios más importantes de su vida. A la vez que, desde la tierra, oye las voces de las vírgenes que se encuentran en el cielo. Tal como lo vi desde el primer momento, son dos piezas ideales para formar un díptico.
¿Qué le aporta como prólogo La damoiselle élue a una obra como Juana de Arco?
JJM. Creo sin duda, que es un gran acierto utilizar la Cantata de Debussy para preparar el Oratorio de Honegger, por su paralelismo con el texto del poeta Dante Gabriel Rossetti sobre la joven que no puede disfrutar del cielo mientras su amante está todavía en la tierra.
¿En qué ha cambiado la idea primigenia de La Fura con el paso de los años? ¿Se imaginaba estar donde está ahora?
AO. Realmente Juana de Arco en la hoguera es de los espectáculos más fureros que he hecho en los últimos años. Y no es una casualidad. El mundo que retrata la pieza de Juana de Arco tiene mucho que ver con el mundo que a nosotros nos preocupaba en los años 80. Tanto entonces como ahora se trata de proponer sobre la escena un futurismo postindustrial en el que cabe la barbarie y la alta tecnología, el comportamiento tribal y ritual del mundo primitivo y el de los centros de poder del nuevo estado industrial después de colapsar. De hecho, no creo que mi proceso de trabajo haya cambiado mucho en el aspecto metodológico, aunque sí, desde luego, en lo artístico. Pero es lógico. Las inquietudes que tienes como creador van cambiando a partir de tus propias experiencias, tus proyectos, tu vida. En mi caso, mi trayectoria atraviesa los espectáculos de lenguaje furero de los 80, los macro espectáculos como el de los JJOO de Barcelona, el teatro a la italiana, el teatro de texto y, finalmente, la ópera. Son más de 40 años de trayectoria que, sin duda, me han hecho crecer como creador. En lo metodológico, sin embargo, sigo confiando plenamente en el trabajo en equipo. Ya no son mis compañeros de la Fura, sino nuevos colaboradores de todos los ámbitos artísticos. Hacemos un trabajo que yo llamo de fricción. Me gusta comenzar siempre desde cero para cada nuevo proyecto. Creo que reinventarse constantemente ha sido la clave de nuestro éxito. Lo que compartimos todos los integrantes de la Fura aunque ahora trabaje cada uno en sus proyectos, es un ADN común. Pero es verdad que nunca imaginé adonde llegaría, porque mi única ambición ha sido siempre disfrutar de lo que hacía en cada momento.
Este renaciente Debussy contrasta con un Honegger más maduro, para dos obras que nacieron para un auditorio en lugar de un teatro, pero la sombra wagneriana que las circunda, como decía usted antes, clama a gritos más un teatro que un auditorio… ¿Cambia para un director musical traspasar estas obras de la sala de conciertos al teatro?
JJM. Debussy estrenó La damoiselle élue un año después de haber nacido Honegger, y es indudable que la influencia de Wagner en Debussy era mayor que la que le tocó vivir a Honegger. Sin embargo, es este último el que se beneficiará principalmente del salto a la modernidad que siempre estuvo desarrollando el lenguaje de Debussy.
¿Qué espera del público antes las que muy probablemente sean sus primeras audiciones y experiencias con estas obras?
JJM. El público del Teatro Real es muy culto y en los últimos años ha seguido enriqueciéndose con grandes proyectos operísticos que, sin duda, han ampliado sus conocimientos para abordar un inmenso y rico repertorio.
Gracias a los tres por sus reflexiones, ha sido un placer.
por Gonzalo Pérez Chamorro
Juana de Arco en la hoguera
Oratorio dramático en 11 escenas, con música de Arthur Honegger (1892-1955) y libreto de Paul Claudel
La damoiselle élue
Cantata con música de Claude Debussy (1862-1918), sobre el poema La doncella bienaventurada (1847) de Dante Gabriel Rossetti
Director musical: Juanjo Mena
Director de escena: Àlex Ollé (La Fura dels Baus)
Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real
Pequeños Cantores de la Comunidad de Madrid
Teatro Real
7, 8, 10, 11, 12, 14, 16, 17 de junio
www.teatroreal.es
Foto Portada: © Barbara Aumüller / Oper Frankfurt