Benet Casablancas, coordinador, explica el proyecto
La Orquesta y Coro Nacionales de España (OCNE), tras dedicar la Carta Blanca en pasadas ediciones a pesos pesados de la música y de la composición, como Hans Werner Henze, Henri Dutilleux, Elliot Carter o Sofia Gubaidulina, dedicará esta nueva edición a Friedrich Cerha (Viena, 1926), compositor octogenario, principalmente conocido por haber concluido el Tercer Acto de Lulu de Alban Berg, fantástico trabajo unánimemente aceptado, como nos cuenta el coordinador general de esta Carta Blanca a Friedrich Cerha, el también compositor Benet Casablancas. Casablancas, uno de los escasos alumnos aceptados por Cerha en Viena, nos habla de la evolución y de la libertad creativa de Cerha, dominador absoluto del oficio y poseedor de un “oído infalible”, como contaba Olivier Messiaen. Nos habla en esta entrevista del proceso de creación y de la trascendencia del conjunto “Die Reihe”, que junto a Gertraud Cerha, esposa del compositor, desarrolló la creación de la música contemporánea en años muy oscuros. Cerha ha sido un superviviente de una época muy triste en la historia del arte germánico. Tuvo que huir del nazismo y, en consecuencia, su sentimiento patriótico siempre ha estado en un primer plano internacional, muchas veces por delante de su propia música. Con la Carta Blanca, se recupera a un maestro de la música de la segunda mitad del siglo XX y del siglo XXI.
La Carta Blanca pretende mostrar la obra de un creador en activo con los miembros de la OCNE, junto a actividades paralelas, como conferencias, exposiciones y publicaciones. Los conciertos, desde el púlpito poderoso de la orquesta sinfónica, se prolongan a las secciones de cámara de los miembros de la OCNE, llegando, por tanto, a casi todas las facetas compositivas del creador escogido en cada edición y cada temporada. A los granes nombres citados antes, la Carta Blanca también ha dedicado su programa a compositores igualmente importantes, caso de Cristóbal Halffter, Joan Guinjoan, Osvaldo Golijov y George Benjamin, diferentes visiones de la música de nuestro tiempo al más alto nivel, que se manifiestan en lenguajes muy diferentes.
Una apasionante apuesta y defensa de la creación contemporánea, con la presencia activa del compositor, paralelamente a las audiciones de su música. Carta Blanca es, como poco, la más importante aportación a la música contemporánea en este país.
Señor Casablancas, usted ha sido uno de los pocos discípulos de Cerha y es el coordinador de esta Carta Blanca a Cerha de la OCNE, pero convendría antes saber un poco quién es Friedrich Cerha…
Cerha, en cierta medida, ha sido un gran desconocido en los países que no forman parte propiamente de la órbita centroeuropea. Con la perspectiva de los años, y tras recibir premios internacionales muy importantes (Bienal de Venecia, Fundación Siemens), Cerha era conocido, básicamente, por dos motivos, que considero, por otra parte, muy importantes. Primero, fue un compositor capaz, y con una aceptación general por los resultados, de hacer una versión de concierto, digamos interpretable, por usar el término de Deryck Cooke con la Décima de Mahler, del último acto de Lulu de Alban Berg. Esto significa que dedicó una gran parte de su energía compositiva al servicio de otro compositor. Un rasgo de generosidad y un compromiso muy importante, que muestra que conocía muy bien los entresijos y recovecos más pequeños del lenguaje de un autor tan grande como Berg. Segundo, a Cerha también se le conocía por su faceta de director, faceta muy trascendente. “Die Reihe”, el grupo creado por Cerha en 1958, fue en su momento uno de los vehículos más importantes en la difusión del repertorio contemporáneo, en un sentido muy amplio de la palabra. “Die Reihe” fue un trabajo muy importante, que permitió primeras audiciones de música y dar la voz a muchos autores, que después serían muy importantes. Recuerdo estar en la casa de Cerha, en la que él tenía cantidad de cartas de Boulez, Messiaen, Ligeti y de tantos y tantos compositores, que le agradecían y ensalzaban la calidad de su oficio como director. Tanto él, como su mujer Gertraud, impulsaron con “Die Reihe” un movimiento, dentro de un sosegado conservadurismo, que revitalizó la creación de música contemporánea, anunciando eventos posteriores como el Wien-Modern o el Klangforum, del cual es miembro fundador.
Por tanto, Cerha fue una persona esencial en el desarrollo y consolidación de la música de vanguardia...
En aquellos años tan oscuros, en la década de los sesenta, entre otras cosas, el matrimonio Cerha acogió a Ligeti cuando se escapó de Budapest. Esto lo viví en persona, cuando estaba de alumno de Cerha en Viena, y pude hablarlo con el propio Ligeti, que me hablaba de su veneración por los Cerha, tanto personal como musical. En una obra como el Concierto de cámara de Ligeti, de los diversos movimientos que contiene, hay uno dedicado a Gertraud y otro a Cerha, que es sin duda, este último, el mejor de la obra. Esta precisión, esta inteligencia y esta exactitud en la música de Ligeti, es precisamente lo que define también el control del oficio de Cerha. Son sus grandes características.
Supongo que Cerha visitará Madrid durante la Carta Blanca...
Sí, claro. Hablé con él hace unos pocos días. Cerha estará en Madrid, a pesar de que es un hombre muy mayor; me recuerda un poco la figura de Elliot Carter, por desgracia recientemente fallecido. Estuve en su casa hace casi dos meses, fíjese el impacto que me causó la noticia de su muerte. Tuvo su homenaje también con la ONE en la Carta Blanca, del mismo modo que la tuvo Hans Werner Henze, también muy recientemente fallecido. Le digo esto porque nuestros amigos americanos quedaron consternados al enterarse de la muerte de Carter, porque ya lo consideraban inmortal. Algo parecido le ocurre a Friderich Cerha, que con 86 años está componiendo con más intensidad que nunca, como ocurrió con Carter, que en los últimos años de su vida, aunque estaba débil, produjo obras de gran calidad, dejando obras que se estrenarán póstumamente.
Usted conoce muy bien a estos dos grandes compositores...
Recuerdo que, cuando trabajaba con Cerha, éramos entonces solo dos alumnos, Georg Friedrich Haas y un servidor, y hablaba de música, siempre sacaba manuscritos. Bien de Boulez, de Messiaen, de Schoenberg… Siempre hablábamos de música con manuscritos originales. Ese fue el último año en el que el maestro Cerha admitió alumnos y, desde 1983, decidió dedicarse exclusivamente a la composición, incluso dirigiendo menos, aunque siguiera teniendo invitaciones a dirigir orquestas como la Filarmónica de Berlín. Recuerdo que Cerha tenía una carta privada muy bonita de Olivier Messiaen, que le decía que había sido para él un placer infinito trabajar con Cerha y que le admiraba también por su “oído infalible”. Qué diga esto Messiaen no es moco de pavo… Recuerdo que, hablando con George Benjamin, buen amigo y admirado compositor (también tuvo su Carta Blanca con la ONE); Messiaen hablaba que más allá de diez o doce voces es difícil percibir el contrapunto, la polifonía… Que diga pues Messiaen que el oído de Cerha era exacto ¡imagínese usted lo que significa! En realidad, esto lo dicen todos los que han podido trabajar con Cerha. Siempre detectaba cualquier cosa sonora que no estaba en su sitio, sea en altura o timbre, dentro de la textura orquestal, como un armónico de la flauta que estaba calando y cosas así. ¡Absolutamente impresionante, un conocimiento absoluto del sonido! Esta faceta pedagógica no la aplicaba solo a los alumnos de composición, que como ya le he dicho eran, éramos, muy pocos, también la empleaba en sus clases sobre la música del siglo XX con algunos directores de orquesta, entre ellos algunos españoles, como nuestros admirados Jesús López Cobos o Salvador Mas. Ellos fueron alumnos de estas clases y recuerdan muy bien la maestría de Cerha en este campo. Estas actividades, en cierto modo, obscurecieron su faceta como compositor durante un periodo de tiempo. A finales de los cincuenta y primerísimos de los sesenta, tanto Ligeti como Cerha escriben una música similar, buscando una dirección muy parecida. Ligeti me contaba que acababa de escribir una obra, y era muy similar a lo que acababa de enseñarme Cerha. Musicalmente fueron compañeros de viaje, aunque luego cada uno tomara su propio rumbo.
Cerha podría decirse que fue un poco más libre que Ligeti, tal vez por sus raíces...
Desde luego. En Cerha la principal cualidad es la absoluta libertad personal, aunque Ligeti también la tuvo. Esto se dice muy pronto, pero es probablemente lo más difícil de conseguir. Partimos de la base de tener todas las herramientas maravillosas del oficio, el talento, la imaginación creativa… Todo esto es fantástico, pero además existe la fortaleza interior de escribir de forma espléndida lo que uno cree que ha de escribir, buscando, tanteando, luchando, pero haciendo su camino, sin dejarse influenciar por voces ajenas. Y esto, naturalmente, suele generar por momentos incomprensión y dificultades. Se da la casualidad de que fue una época, en el caso de Ligeti, en la que dejó de hacer obras “ligetianas”, buscando ese cambio de rasante en su producción, que finalmente tomó un nuevo camino con el Concierto para piano y para violín. En esta nueva senda, se hicieron aun más visibles para todo el mundo sus raíces húngaras. Junto a Cerha, durante los setenta abandona ese estilo de música de nubes sonoras, por llamarlas de algún modo. Desde ese instante, Cerha trabaja el sonido desde un punto de vista plástico, no en vano Cerha se ha sentido muy ligado y con mucha actividad a la pintura. Posteriormente tuvo una fase que podríamos llamar neoclásica, como también pudo ocurrirle al propio Hans Werner Henze. Contaba Henze que, en el contexto de Darmstadt, si se esperaba una obra con ese sonido global, apenas inarticulado, muy próximo a la experiencia de la música electroacústica, proponer una sinfonía, por ejemplo, casi parecía un sacrilegio. Y él, a Cerha, esto le rebelaba profundamente. En España sufrió críticas de personas que ignoraban absolutamente sus Spiegel*. Ahora se descubren estas obras “más antiguas” de pensamiento avanzado, que no tenía antes. La obra siempre ha estado ahí. No puede ser que los puntos de valoración artística sobre un compositor den estos vaivenes. Esto demuestra que todavía existen dictámenes para que un compositor escriba de una manera o de otra.
El tiempo coloca a cada uno en su lugar...
Lo que antes parecía muy anticuado, pues ahora es muy moderno, y viceversa. Me alegra y me sorprende que, finalmente, compositores o críticos que veían una parte de la obra de Cerha muy apegada a la tradición, vean ahora de repente que es un compositor visionario en muchos aspectos. Él decidió continuar el camino que creyó que en cada momento debía de seguir. Fue entonces cuando vinieron sus grandes óperas para Salzburgo y Viena**. Siempre he considerado que Baal es un obra maestra, en una “tradición” en la que la influencia de Alban Berg es una poderosa influencia. Pero no solo para Cerha, Berg ha sido una figura indispensable en la música del siglo XX. Boulez ha glosado a Berg extraordinariamente bien (como el trabajo de Cerha en Lulu), una obra de una modernidad encubierta pasmosa, ni más ni menos como puede serlo Wozzeck o alguna de las obras, más o menos, más importantes del momento, como Die Soldaten de Zimermann. Cerha hará sus óperas y luego vendrán sus conciertos para muchos instrumentos y las obras para cuarteto de cuerda, donde se acerca al diálogo con las culturas orientales. Cerha viajó con frecuencia a Oriente y a los países árabes, algo que comparte con Ligeti, que también estudió las polifonías de las Islas Salomón. En definitiva, Cerha ha llevado una carrera intensísima, cuya producción supera las ochenta obras. Va a ser una experiencia apasionante tener a Friedrich Cerha en la Carta Blanca de la ONE. Un conocimiento directo de una de las grandes figuras de la música de la segunda mitad del siglo XX y de lo que llevamos del XXI.
Estaremos atentos a la presencia de Cerha en Carta Blanca. Gracias.
* Ciclo de obras iniciado en los años 60, de las que podrá escucharse en Carta Blanca su Spiegel VI.
** Baal (basada en la obra de Brecht), Der Rattenfänger (El cazador de ratas), Der Riese vom Steinfeld (El gigante de Steinfeld).
Por: Gonzalo Pérez Chamorro