Mientras se apura un zumo de zanahoria y manzana, que destila frescura y salud a cado sorbo, Alejandro Roemmers (AR) se lanza a contar con pasión y sin rodeos lo que para él significa el proyecto de una música que nació en 2008 conjuntamente con el compositor Daniel Doura (DD), que ya ha sido felizmente bautizada con el nombre de Sinfonía Argentina y que en otoño se podrá escuchar en Madrid, con los últimos y definitivos retoques en la partitura, tras sus estrenos europeos en Teplice y Munich. Pero Daniel no le anda a la zaga; ambos tienen mucha personalidad y ambos, desde el entendimiento, la creación y el trabajo en equipo, son los padres de una obra que está llamada a marcar un hito y que concluye como un verdadero brindis por la vida. “Siempre he sido positivo; la vida es eso, es un regalo. Puedo decir que toda mi poesía es esperanzadora”, afirma Alejandro Roemmers, que insiste en que esta Sinfonía Argentina “es un homenaje musical a la unión de los pueblos”. Por su parte, Daniel Doura, indica que “Sinfonía Argentina me ha cambiado la vida, ya que para componer música, necesito ser sincero conmigo mismo”. Sinfonía Argentina, escrita en proporciones épicas y con la ambición de un viaje sin fin, cuenta con una plantilla de gran orquesta, además de narrador, coro y guitarra y piano solistas. “Lo que más me atrajo del proyecto conjunto -apunta Daniel Doura-, ya que es un trabajo compartido, es mi labor de sastre, que fue como realizar un traje a medida a la petición de Alejandro de crear una obra al estilo clásico basándonos en unas premisas, entre ellas sus lindos poemas, es decir, las metáforas contenidas en su poesía, que es narrada en Sinfonía Argentina”.
foto portada © Luis Magán
Hablamos de Sinfonía Argentina, un proyecto común entre Daniel Doura y Alejandro Roemmers. Alejandro, ¿tenía usted una idea aproximada de cómo podía ser finalmente Sinfonía Argentina?
AR. Pude escuchar lo que habíamos hecho Daniel y yo (simulado por el pc, una demo), pero en principio no me impactó, hasta que pasados unos dos años ya la pude escuchar en vivo. En mi cabeza la música casi se había desvanecido, pero apareció de pronto en aquel concierto como una revelación, con todo el conjunto presente. Daniel me sorprendió… Fue una obra que me emocionó; insisto en que es fundamental transmitir las emociones, y que sea grandioso, en cierto sentido. En su estreno en Teplice, en la República Checa, en su estreno mundial, el público estaba realmente conmovido. Y está claro que Sinfonía Argentina, a pesar de surgir de un trabajo conjunto entre Daniel y yo, es una música que no estoy capacitado para componer; es fruto del trabajo de Daniel, pero sí era algo que llegaba directamente al público tras nuestro trabajo previo y sus mejoras de la idea primitiva. Después de una hora de Sinfonía Argentina, la gente la recibió de una manera explosiva, sin ataduras emocionales, respondiendo con verdadera agitación y sin parar de aplaudir (nadie nos conocía en Teplice -indica Daniel-). Esto es algo que se nos ha quedado marcado.
DD. Lo que más me atrajo del proyecto conjunto, ya que es un trabajo compartido, es mi labor de sastre, que fue como realizar un traje a medida a la petición de Alejandro de crear una obra al estilo clásico basándonos en unas premisas, entre ellas sus lindos poemas, es decir, las metáforas contenidas en su poesía, que es narrada en Sinfonía Argentina. Traducir esto y que el coro suene bien, con los ritmos complejos y los contrapuntos, así como la inclusión de la guitarra, que es una textura difícil de incluir en la potente envoltura de la masa sinfónica con más de un centenar de músicos en escena. El color tiene una preponderancia similar al que tiene en la Octava de Mahler, de hecho es la última obra que escribo de esta manera, ya que es una sinfonía romántica, con una estructura que comienza con una passacaglia y una forma corrida, de modo que el tercer movimiento se resuelve en la introducción del cuarto, que es una fantasía y que incluye los añadidos y sugerencias de Alejandro basadas en el folklore. Lo que no encontramos en Sinfonía Argentina es el bandoneón, ya que sonoramente este sonido está creado por la mezcla de oboes, clarinetes y flautas en ciertos lugares (al unísono y a veces en octavas; mezzoforte la flauta, piano el oboe y mezzopiano el clarinete).
AR. La atmósfera que se logra en algunos movimientos, como la del tercero, con el final sutil en pianissimo, obtiene en el público una reacción de profunda emoción. Y había tanta tensión acumulada, que sugerí a Daniel liberar toda esta tensión; por ejemplo, le pedí la inclusión de un gong, ya que era tal la tensión generada en el ambiente, que de alguna forma había que liberarla. Tras haber compuesto los tres primeros movimientos, hubo una pausa por nuestras obligaciones personales y, al pasar unos meses, compuesto ya el tercer movimiento que parecía el primer final posible de la Sinfonía Argentina, lo escuché en el audio generado por el pc, y no acababa de estar del todo satisfecho con el resultado final… Notaba que no había nada mío en esta música. Ya con Daniel, sentados ambos al piano, le dije: “somos muy amigos Daniel, y nos debemos decir las cosas con claridad; y no me acaba de convencer como concluye”. “Y qué necesitas, qué quieres”, me dijo Daniel con franqueza. En esas que le toqué cualquier cosa al piano, más folklórica y propia de Argentina, y de ahí surgió la chispa para Daniel, ya que a veces lo que se necesita es precisamente eso, una idea, una sugerencia, un aire que invite a desarrollar la idea… Daniel ya tenía comenzado otro movimiento, que llamaba La baguala, con el que comencé a sentir algo más autóctono argentino y que contenía en verdad la profundidad de nuestra tierra. Con los tres movimientos, Daniel daba por acabada la obra y como tal se la llevó al maestro Enrique Arturo Diemecke, director general artístico del Teatro Colón de Buenos Aires, que vio en ella una sinfonía monumental, sugiriendo llamarla “sinfonía argentina”… Cuando Daniel me lo cuenta, le dije que realmente tenía que ser argentina, aunque ya tenía un ligero toque, pero había que hacerla totalmente argentina; para ello habría que hacer un movimiento más, haciendo una síntesis sinfónica en un cuarto movimiento de nuestros ritmos, malambo, samba, tango… Y este movimiento que iba a hacer Daniel le sugerí también que incluyera la guitarra, que es el verdadero instrumento argentino…
Muchos pensamos en España que el bandoneón es el instrumento argentino…
AR. El bandoneón es la música ciudadana, callejera, muy de Buenos Aires, muy del tango y de Piazzolla; pero si nos vamos a la Argentina como país, es la guitarra la que nos encontramos en cada reunión, en la Patagonia, con la milonga sureña, o en el interior del país, donde la gente se reúne en los asados y se canta con la guitarra. Es este cuarto movimiento, que en mi opinión es el que más me gusta, con el dúo con la guitarra y el piano, el que transmite una alegría contagiosa y contribuye al éxtasis final; sin él habría quedado una música más lúgubre y menos festiva.
Sinfonía Argentina parece tener la ambición épica de una gran novela…
DD. En cierto modo es así, ya que es como una gran sinfonía coral del romanticismo, especialmente vinculada a Mahler. Esta influencia me viene directamente de mi estancia durante cuatro años en el Coro de la Boston Symphony, el Tanglewood Festival Chorus, que en aquel momento era el mejor coro del mundo. Con ellos hicimos la Octava de Mahler (de memoria) cuatro veces en el Carnegie Hall, seis veces en Tanglewood y tres veces en Boston y se me quedó muy dentro este sonido, esta música. Y por eso no era fácil esta inspiración conjunta, inspiración conjunta porque es tal cual como Alejandro lo está contando. En ese momento yo daba por terminada la obra, ya que había tomado la idea de la mañana de la madre patria, como un nacimiento, es decir, la mañana del país. Con el interludio y con el preludio le añadimos la tierra de la plata y la situamos en el marco cultural hispanoamericano, porque tanto en el proyecto del musical Franciscus como en esta obra, necesitamos que la cultura y la música de Hispanoamérica tengan mayor relevancia en España, porque estamos perdiendo de manera alarmante la parte educativa. Es decir, Sinfonía Argentina tiene una connotación distinta a la que hicimos en un principio, porque ahora tiene mucho más sentido; no he podido dejar de reflexionar y de cambiar la música hasta dar con la tecla de lo que representa Alejandro…
AR. Era como encontrar un punto de encuentro, donde cada uno aportara lo que sentía…
DD. Y no escribí ninguna nota que a mí no me gustara. Y él tenía razón cuando decía que algo de los movimientos no le gustaba, pero eso los modifiqué. Pero las cosas que yo defendí y que me parecían que tenían que estar en esta obra, él las va a descubrir ahora con mayor claridad y las entenderá mejor cuando escuche el estreno en Madrid, porque la obra que se va a escuchar ahora tiene una mayor madurez.
¿Se han realizado cambios tras el estreno en Teplice?
DD. Sí, como la del gong, pero ésta es menor. Hay una revisión de la parte del piano del segundo movimiento de unos cuarenta compases, que estará tocada al tempo correcto, que es un poco más rápido y muy difícil de interpretar. Javier Negrín, que será el encargado de la parte de piano de Sinfonía Argentina en Madrid, está entusiasmado con la obra.
AR. Es importante decir que esta sinfonía ha encontrado su momento. Se cumplen quinientos años de algo que hoy parece una tontería, de hecho me parece que España no le ha dado la verdadera magnitud a esta conmemoración, hablamos de la expedición marítima de Magallanes-Elcano. El haber dado la vuelta al mundo, para mí, es más importante que haber ido a la luna. Fue darse cuenta que este planeta no solo es redondo, sino que es finito; es nuestra casa y nuestra nave donde volamos a través del espacio, y que de alguna manera todos estamos comunicados y todos somos parte de esto. Aquel extraordinario viaje y la vuelta al mundo solo pudo realizarse porque hay una apertura natural de la tierra en Argentina; sin este pasaje natural no habría habido manera de haber realizado aquel histórico viaje; la única forma de comunicar los mundos lo permitió la Argentina, y este homenaje musical es una forma de unión de pueblos. Precisamente, estando el otro día con el Papa Francisco, le decía que él también había llegado de Argentina, y el mensaje que transmite de fraternidad universal, que es precisamente el que mantenía San Francisco, es hoy más importante que nunca. Y le decía igualmente que justo este aniversario de hace quinientos años se pudo producir por existir esa grieta en Argentina. De esa grieta vinieron las posibilidades de unirnos. Y Sinfonía Argentina se puede interpretar en este contexto de los 500 años de esa fraternidad universal, teniendo en cuenta que en aquel momento además España era la vanguardia universal; no había otra potencia que animara una empresa así. Es una oportunidad inmejorable para mostrar la importancia entonces de España en el desarrollo mundial; y no veo que a esto se le esté dando todo el verdadero realce que merece…
¿Cómo es la poesía de Alejandro Roemmers para esta obra?
DD. La poesía de Alejandro no es una poesía fácil para poner en música por sus ritmos internos, como sí pasa, por ejemplo, en la de Lorca, que se adapta mejor a la música. Alejandro es más alemán; y comparé a ambas en versiones musicalizadas. Así, de este modo, yo doy por terminada esta versión de Sinfonía Argentina, con el preludio, que lleva su texto acompañado con una guitarra, y el interludio. El maestro Roberto Montenegro, que conoce muy bien la obra, me dijo que no le añadiera nada más, que así estaba ya finalmente perfecta. En realidad, a mí se me hace muy difícil hablar de mi obra…
AR. Y hay que escucharla en vivo, esa es la clave, porque ni una demo ni la partitura pueden emocionarnos como sí lo hará su próximo estreno en Madrid. Así ocurrió en Teplice y así ocurrió en Munich.
DD. Y en Madrid vamos a tener la ventaja que el director musical está mucho más familiarizado con la obra, con el panorama mucho más claro.
Hablemos del proceso creativo, ¿cuándo se puso la primera piedra?
DD. Primero, este proceso, que comenzó en 2008, nos llevó a cero desencuentros durante los varios años del mismo, fue un encuentro siempre armónico, con cero egos y con la verdad siempre por delante… El problema con Alejandro, es que muchos solo ven su lado empresarial, pero es un artista, y no solo como escritor, ya que tiene unas ambiciones mucho mayores y que comprenden la aglutinación de muchas artes. Y algo que Alejandro aún no ha mencionado, es que él me pidió que el lenguaje fuera más bien cercano al new age, que aunque a veces suene banal (conozco a muchos que le han dado un mal uso), es un estilo que te introduce en un viaje visual, ya que las palabras nos hablan del viento o del mar, por ejemplo. Un poema de Alejandro dice “del olvido venimos y hacia el olvido vamos”, incrustado en el tercer movimiento. Y no es un tema menor… Cuando lo escuchas en el coro, cantado por los bajos, le puedo asegurar que este momento te toca muy dentro… Es más, en mi Facebook tengo puesto de cabecera la siguiente frase: “lo que no emociona, no funciona”.
¿Hablan de ambiciones y aglutinación de artes, también para Sinfonía Argentina?
AR. Totalmente, esta obra necesita de la inteligencia artificial que le proyecte imágenes. Hay programas en los que se introduce un texto, por ejemplo un poema, y el programa genera en consonancia unas imágenes que son las que uno se podría imaginar asociadas a este texto poético y a la música que también lleva asociada.
¿Cuál es la temática del texto?
DD. Son cuatro poemas de Alejandro, de sus experiencias cuando vivía en España y de multitud de experiencias, con buenos y malos momentos, con un epílogo de “brindemos por la vida”.
AR. Siempre he sido positivo; la vida es eso, es un regalo. Puedo decir que toda mi poesía es esperanzadora. Incluso en uno de mis poemas más negros, Hay días…, termino diciendo: “a la vuelta de la esquina está el milagro”:
Hay días cuando Dios arroja el dado,
parece que de un modo displicente:
muerte, dolor, pobreza y accidente
se ensañan con el más desamparado.
Son días cuando llueve en lo mojado
y gira el mundo en forma deficiente,
trepida hasta la fe, casi incoherente,
junto al descomunal desaguisado.
Si te cansas golpeando imperturbable
la terca realidad insoportable
y toda gracia y bien parece magro,
¡aguanta!, que en la hosca intemperancia
va la mano que acorta su distancia
y doblando la esquina está el milagro.
Pero esta Sinfonía Argentina, a pesar de acabar exultante, también atraviesa la “hosca intemperancia”…
AR. El drama está principalmente en el tercer movimiento… La nota con la que concluye parece la extinción, la propia muerte… Por eso era necesario el cuarto movimiento.
¿Sinfonía Argentina es un tributo a vuestra tierra?
DD. Somos ciudadanos del mundo, aunque cada uno tiene su propia idiosincrasia, pero nuestro país actualmente está invadido por gente que lo está perjudicando y haciendo daño. El mensaje que queremos transmitir es paz, amor, unidad y educación.
AR. No hay libertad sin educación; si no puedes pensar sin libertad, la manipulación es muy sencilla. Desde hace varios años emprendemos acciones humanitarias, como proyectos agrícolas en África u otros que mejoran la educación de los niños, como donaciones de instrumentos en zonas precarias en Argentina.
DD. De esta manera los niños se educan escuchándose unos a otros, es esencial…
Daniel, ¿en qué momento de su trayectoria como compositor le ha llegado esta música?
DD. Sinfonía Argentina me ha cambiado la vida. Antes de esta obra, tiré a la basura al menos ochenta obras experimentales fruto de mis múltiples experiencias musicales en Estados Unidos. Para componer música, necesito ser sincero conmigo mismo. Desde ese momento, logré dos premios de la crítica argentina, a pesar que creo que Argentina cae en picado culturalmente, todo lo contrario que España, que está en un momento cultural fabuloso.
AR. Es curioso, porque cuando tratamos de estrenar Sinfonía Argentina en Argentina, todo fueron problemas, principalmente debido a que los músicos, que son empleados municipales, no recibieron las mejoras económicas destinadas a su trabajo por estudiarse esta música no programada en su trabajo como músicos municipales. Pero hubo algo lindo, ya que el pianista Horacio Lavandera, al que ayudé en buena parte de su carrera, se echó la “sinfonía al hombro” y finalmente se interpretó y con mucho éxito, pero en una versión de cámara, que pierde su auténtica naturaleza, que será la que se pueda escuchar en Madrid.
Y en un grado de satisfacción de 1 a 10 por cómo ha quedado la Sinfonía Argentina, ¿cómo se sienten?
DD. 10.
AR. Creo que hemos logrado algo muy bueno…
Gracias por su tiempo, ha sido un placer.
por Gonzalo Pérez Chamorro
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