El 8 de marzo se celebra el Día Internacional de la Mujer. En los diferentes procesos de la creación cultural, y en la música en particular, la mujer ha estado históricamente relegada a un segundo plano. Solo hasta bien entrado el siglo XX no se inició un proceso de reconocimiento de la presencia de la mujer en la creación e interpretación musical. Incluso en nuestros días sigue teniendo graves problemas de visibilidad, debido al claro dominio de los compositores e intérpretes masculinos en los puestos claves del poder.
Esta situación ha sido y es denominador común en toda Europa y América, con algunos importantes logros en los últimos tiempos, gracias a los trabajos de distintas organizaciones sociales surgidas de las propias mujeres. En España, en 1989, se fundó la Asociación de Mujeres en la Música, gracias a la iniciativa de la compositora María Luisa Ozaita. En la actualidad cuenta con más de cien miembros que abarcan los campos de la creación, interpretación, musicología, docencia, pedagogía y gestión. Una asociación que surgió para apoyar y promover los estudios musicológicos sobre mujeres, rescatar figuras históricas relevantes y que actualmente preside Pilar Rius.
Si echamos un vistazo a la historia de la música podemos encontrar destacadas compositoras. En nuestro país ya disponemos de bibliografía en donde se detalla la importante creación musical femenina de las compositoras españolas desde la Edad Media hasta la actualidad, en un catálogo de nombres y obras que, con total seguridad, sorprendería al lector.
Las orquestas tampoco son ajenas en su historia a la supremacía del intérprete masculino sobre el femenino. Se calcula que en las orquestas, a nivel mundial, solo un 10% son directoras y un 35% son mujeres componentes de las mismas. La dirección orquestal sigue siendo un territorio bastante vedado para las mujeres. Actualmente, ellas suelen ser mayoría en los estudios superiores, pero pocas alcanzan el preciado reconocimiento profesional. Entre los diez directores más célebres del mundo no hay ninguna mujer.
En todo caso, ya contamos con grandes directoras de orquesta internacionales que están abriendo el camino y rompiendo moldes: la australiana Simone Young, que pasará a la historia como la primera mujer que dirigió a la Filarmónica de Viena en 2005, ciento setenta y cuatro años después de su creación; la lituana Mirga Grazinyte-Tyla, que está al frente de la Orquesta Sinfónica de Birmingham; Anu Tali, de Estonia y directora de la Sarasota Orchestra y cofundadora de la Nordic Symphony Orchestra; la mexicana Alondra de la Parra, que dirige la Orquesta Filarmónica de las Américas en NY y la Orquesta Sinfónica de Queensland; las neoyorquinas Marin Alsop y JoAnn Falletta, que dirigen la Orquesta Sinfónica de Baltimore y la Filarmónica de Buffalo, respectivamente; la brasileña Ligia Amadio que el pasado 31 de enero se convirtió en la primera mujer en asumir la dirección de la Orquesta Filarmónica de Montevideo; la coreana Shi-Yeon Sung que fue la primera directora asistente femenina en la Sinfónica de Boston; la canadiense Keri-Lynn Wilson, directora de la Orquesta Filarmónica de Eslovenia. En España cabría destacar, entre otras, a Isabel López Calzada, Lucía Marín, Virginia Martínez, María Juana Martínez de la Hoz, Mercedes Padilla, Gloria Isabel Ramos, Silvia Sanz y Dolores Marco, fallecida en 2005, que en una entrevista para El País afirmó: “Si no hay más directoras es porque los músicos se pitorrean de ellas”. A pesar de los obstáculos, las clases de dirección en los conservatorios europeos cuentan con la misma asistencia de mujeres. Casi se podría pensar que lograr un equilibrio de género en la dirección orquestal es sólo cuestión de tiempo.
Si nos fijamos en los músicos de las orquestas españolas observamos que actualmente, al igual que en Europa, el 35% de los integrantes son mujeres. Este porcentaje se reduce drásticamente en posiciones de alta responsabilidad. También cabe anotar que las orquestas españolas son mucho menos paritarias que lo que refleja el sistema educativo, incluso cuando hablamos de instituciones de formación de élite, lo que produce un grave desajuste entre la oferta y demanda profesional a efectos paritarios. Si nos comparamos con otros países, la cuota de participación femenina de España es similar, con la diferencia que ellos la alcanzaron hace ya 20 años.
Tenemos mucho camino por andar en términos de paridad profesional en la música clásica, tanto en España como en el resto del mundo, sobre todo en puestos de alta responsabilidad y de creatividad.