A lo largo del presente año han ido sucediendo diversas desgracias para el sector de la distribución de discos de música clásica en nuestro país y, seguramente en menor escala, en el resto del mundo, desgracias que afectan directamente al aficionado y al desarrollo de la cultura musical.
En España han echado el cerrojo Harmonia Mundi Ibérica y Diverdi, dos importantes distribuidoras que ofrecían un extenso abanico de sellos independientes, con gran oferta de novedades y extenso fondo de catálogo. Quizá entre las dos disponían de más de un centenar de novedades discográficas al mes, manteniendo varios miles de títulos en sus estanterías. Estados Unidos y el resto de Europa tampoco han estado al margen de estas turbulencias comerciales, pues varias de sus grandes distribuidoras también han desaparecido.
Ya hemos comentado en otros editoriales el cierre sistemático de tiendas de discos a lo largo de todo el país, así como la disminución de los espacios dedicados a la venta de discos en los grandes almacenes y cadenas de tiendas especializadas en música grabada. Esta situación se ha agudizado este año, pues se pueden contar con los dedos de una mano las tiendas de discos especializadas en clásico que quedan en España y, parece ser, que algo parecido va a suceder con las secciones de discos clásicos en los grandes almacenes, incluidos los especializados en cultura.
El cierre de las distribuidoras discográficas es consecuencia del cierre de las tiendas. Una distribuidora que no tiene puntos de venta no tiene sentido. Ahora, las pocas tiendas especializadas que permanecen se encuentran en una curiosa situación. Sobreviven gracias a un público residual que proviene del cierre de las que antes eran su competencia. Un público que se nutre, sobre todo, del producto de las distribuidoras independientes, un mercado dominado, hasta la pasada primavera, por tres compañías: Ferysa, Harmonia Mundi y Diverdi, en el que dos ya han cerrado y cuyo producto ahora ya no está disponible en los circuitos comerciales tradicionales. Esto afecta directamente a las ventas de las pocas tiendas que resisten, corriendo un mayor peligro de cierre. Nos vamos a quedar sin ninguna.
La caída de ventas de los discos clásicos en España está siendo mucho más radical que en otros países europeos. Por diversas causas. Hace muchos años la gran industria del disco en nuestro país apostó por la distribución en grandes almacenes, en detrimento de la tienda tradicional. Era más fácil y rentable vender a centrales de compras que a múltiples pequeños clientes. Eso no sucedió en el resto de Europa. Como consecuencia de tal política comercial fueron desapareciendo las pequeñas tiendas de discos. Cuando llega la crisis del producto “Discos Pop”, por la competencia de Internet y los cambios de hábitos de consumo cultural y de ocio de los jóvenes, esas grandes superficies cambian, sin pestañear, sus espacios dedicados a la música para otros productos más rentables. Y así llegamos a la situación actual española, en un difícil entorno de profunda crisis económica del país: los grandes almacenes abandonan el negocio del disco y no tenemos la pequeña tienda familiar que podría atender la demanda, residual o no, de los discos de música clásica que siguen editándose por cientos cada mes.
En este escenario también ha intervenido un importante nuevo actor: Internet y sus tiendas “online” de venta, descargas y audición de discos. Son tiendas que actúan en una economía global, muchas a nivel mundial, con tremendos recursos de localización y compra de discos en todo el mundo. Estas nuevas tiendas acercan al aficionado toda la oferta internacional de novedades y fondos de catálogo, con precios muy competitivos y un fiable servicio. Ya se puede comprar fácilmente un disco disponible en otros países y no en España, con solo hacer un “clic” en Internet. Ahora el mercado y la oferta son mundiales. Estas organizaciones ya no dependen de los distribuidores locales; se entienden con las centrales de los sellos discográficos y disponen de almacenes continentales de bases de datos y servicios “hosting” normalizados y globales. ¿Puede la tienda tradicional competir en este nuevo escenario? ¿Sigue teniendo sentido el distribuidor local?
Pero no toda la responsabilidad de la actual situación del disco de música clásica en España la tiene el mundo comercial. Los aficionados también tienen mucho que decir en esta triste historia. Ni se ha valorado ni se valora el servicio de asesoramiento y comunicación que siempre ha dado la pequeña tienda discos; ni los servicios informativos y promocionales de los distribuidores. Utilizando la información y servicios de documentación de las tiendas y distribuidores españoles se ha ido a buscar el mejor precio en plataformas internacionales que no ofrecen esos valores añadidos. Por otro lado, grandes aficionados ahora también presumen de sus “descargas privadas” de las principales novedades en CD y DVD en el mercado internacional a coste cero. Incluso comparten con amigos dichos logros sin el menor sonrojo. Parece que todo vale, pero lo cierto es que todo suma (quizá esto sea tema de otro editorial).
La tradicional forma de consumir nuestros queridos discos de música clásica ha quedado atrás. Adiós a una época.