En las páginas interiores el lector podrá encontrar valoraciones acerca de la calidad de algunos de los conciertos que conforman parte de la programación de los actos culturales que están sirviendo para conmemorar, en Cádiz, el bicentenario de la promulgación de la Constitución conocida como La Pepa, llamada así por haber tenido lugar en las Cortes Generales un día de San José. Fue ese un documento estupendo, muy liberal, y por eso quizá duró tan poco. Tras su primera caída, dos años más tarde, fue reestablecida en un par de ocasiones, pero como auténtico papel mojado. ¿No estaba el país preparado para regirse por unas normas tan razonables? Todos presumimos ahora de la actual constitución vigente porque está durando mucho, y a todos –lo que hoy podemos entender por Izquierda y Derecha, que poco tiene que ver con lo que había entonces– nos gustaría que se preservara el factor que parece más determinante para su conservación: la cohesión social. ¿Qué determina, aquí y ahora, esa cohesión?
La pregunta es ambiciosa. Y desde nuestro ámbito no somos quién para abordar determinadas cuestiones político-sociales. Ahora bien, desde ese ámbito nuestro, no otro que el cultural, sí queremos opinar.
No estamos seguros de que, en plena crisis económica y de valores humanos generales, nuestros dirigentes políticos tengan la lucidez suficiente para encontrar un sitio justo a la cultura en una sociedad que lleva mucho tiempo comportándose de forma manirrota y escorada hacia el falso bienestar del despilfarro. Le va a costar a esta crear algo que sea nuevo y razonablemente consumible por razonablemente pagable y a los poderes públicos explicar –si es que lo entienden y están dispuestos a desarrollar la pedagogía necesaria– cómo se puede vivir de otra manera, es decir, no gastando más de lo que uno es capaz de ingresar como producto de su trabajo y su talento.
Nos llegan destellos indeseables al respecto. Son impresiones, sí, pero asustan. La Pepa comenzó a andar sin que hubiera un camino que le sirviera al paso. No es el caso ahora; tenemos una Constitución que envía mensajes claros al respecto, y que se entienden bien en una España que, desde su entrada en vigor, sí ha recorrido un claro camino cultural. Espectacular, diríamos. Pero hay destellos, impresiones, de que su espíritu cultural, el mismo que el encerrado en La Pepa, va a la baja. ¿Por cuestiones ideológicas concretas ? No es patrimonio negativo de ninguna ideología el querer mandar; y mandar mucho; y encerrar en cajita el pensamiento, la crítica. De todos los dominios, no se olvide, el más confortable para el Poder es el del pensamiento crítico. Atención: la cultura no está para dominar el pensamiento, y menos si tal dominio quiere ejercerse bajo el arte de la sutileza tramposa.
España goza de una buena red cultural, y musical en particular. Ya sabemos que nadie quiere “cargarse” nada. Pero necesitamos pruebas de ello, no palabras. Necesitamos que se nos muestren las opciones; que se nos convenza de que, efectivamente, nuestros dirigentes políticos piensan que no hay que destruir esa red cultural porque, ni más ni menos, para un auténtico país de la vieja Europa supone el elemento de cohesión social más determinante y definitivo.
De manera que enhorabuena a quienes, en medio de cuantas privaciones presupuestarias se puedan imaginar, se están esforzando por revivir recuerdos como el de La Pepa. Son 200 años de evolución, de trabajo, de esfuerzo,de búsqueda de identidades particulares y colectivas, de convivencia en fin, para que nos podamos permitir el lujo de olvidar. 200 son muchos, pero para la música con pensar solo en 30 es suficiente. ¿Recuerdan nuestros lectores cómo era la España musical de entonces? Urge que cambiemos, desde luego; urge que haya moderación en todo, por supuesto. Pero es indispensable respetar lo hecho, que ha sido mucho, y que, además, indica el camino correcto, y con las más comprensibles razones para ser conservado y transitado: de hacerse bien, de recorrerse como es debido, sin duda será el que menos cueste, el más barato.