El panorama y las circunstancias en la orientación profesional de nuestros jóvenes ha cambiado sustancialmente en este país. Se están dando nuevos valores a las carreras de humanidades, para un desarrollo más equilibrado de la sociedad moderna y, sobre todo, se ha recuperado a la música como carrera profesional, con programas incluso a nivel universitario, pese a los múltiples desencuentros sufridos con el Ministerio correspondiente.
Los conservatorios y escuelas privadas de música, algunas de ellas con un nivel de excelencia, están en un momento de esplendor; distintas universidades desarrollan programas de formación musical y musicológica. En los últimos años ha surgido una distinguida cantera de profesionales de la creación, interpretación y gestión musical nunca antes vista en el país. Muchos de ellos sobresalen internacionalmente, olvidando viejos complejos culturales y demostrando ser grandes artistas por todo el mundo, con estrenos de obras, puestos relevantes en las principales orquestas y agrupaciones, con propuestas empresariales singulares para el sector. Todo un éxito de la educación musical española en los últimos años.
Al igual que en cualquier otra profesión, el músico quiere vivir de su trabajo, siendo esto una tarea bastante complicada. Para el profesional de la interpretación musical una de las mejores salidas laborales ha sido la incorporación a orquestas y agrupaciones consolidadas, cuyo número no es menor en España y que además suelen pertenecer a organismos públicos; pero las plazas son muy limitadas, están abiertas también a mercados internacionales y la tasa de renovación en las plantillas es muy baja (suelen ser puestos para toda la vida). La otra opción es la docencia, ya sea desde plazas oficiales en los conservatorios como en las escuelas privadas y universidades, posicionándose la enseñanza como la salida laboral más habitual para los músicos profesionales.
La docencia suele ser a tiempo parcial, en muchos casos con precarios salarios, combinándose habitualmente con proyectos de conciertos, estrenos y grabaciones. El mercado de los conciertos en España es pequeño y muy controlado por diversos organismos oficiales que, salvo a los grandes divos, pagan caches muy bajos. Por otro lado, el mundo de las agencias de conciertos y el de los agentes está ciertamente monopolizado hacia las figuras ya consolidadas, siendo de muy difícil acceso para los nuevos jóvenes intérpretes. A todo ello hay que sumar una fuerte competencia internacional en un mercado reducido como el nuestro. Todo ello supone que gran cantidad de artistas, incluso con excelente preparación y alto nivel, no tengan acceso fluido al mercado laboral, necesitando el complemento de la docencia para subsistir.
En la búsqueda de nuevos mercados y oportunidades, los jóvenes músicos de nuestro país se han lanzado también a la edición discográfica, casi siempre desde la autoproducción pero, en la situación actual del mercado del disco, con ventas bajo mínimos; estas iniciativas no pueden salir rentables económicamente, teniendo sólo su justificada su inversión por lo que puedan suponer de promoción nacional e internacional y como tarjeta de presentación. Por otro lado, las ediciones exclusivamente digitales, tan de moda en estos momentos, desde las distintas plataformas que el mercado internacional ofrece, tienen una rentabilidad siempre supeditadas a la promoción que cada empresa editorial garantiza, pues son proyectos sin rentabilidad económica directa ya que, para cubrir los gastos de edición de un CD, se necesitarían más de 2,5 millones de audiciones (streaming) desde Internet, cifra solamente posible para éxitos internacionales del mercado de la música pop.
La profesionalización musical, para la mayoría de nuestros músicos, se basa necesariamente en el marco del pluriempleo, con unos ingresos precarios siempre condicionados a un posible puesto en la enseñanza, con la necesidad permanente de la promoción nacional e internacional de sus creaciones e interpretaciones para mantenerse vivos en el mercado.
Hoy en día, el músico si desea vivir de sus creaciones precisa, además de un alto nivel artístico, ser un buen gestor de mercado, un excelente relaciones públicas, un experto e redes sociales y medios de comunicación, exigencias todas ellas a las que habría que sumar grandes dosis de generosidad, esfuerzo, ilusión y paciencia, dentro del marco del pluriempleo tan habitual en la sociedad actual.