Música clásica desde 1929

Editorial

El disco se queda sin escaparates
Abril 2013 - Núm. 862

El disco se queda sin escaparates

La crisis mundial en las ventas de grabaciones audiovisuales en soportes físicos, CD, DVD y el tecnológicamente más avanzado Blu-ray, es notoria y permanente. El disco físico está en decadencia. Las nuevas tecnologías desarrolladas para Internet, el cambio de hábitos en el ocio de los jóvenes, la piratería y la crisis económica y cultural que vive el mundo pueden ser los responsables de esta debacle discográfica. Ya hemos resaltado, desde esta misma página editorial, los problemas endémicos del sector, la falta de imaginación y criterio de los editores y distribuidores y la mala visión de futuro en la distribución discográfica a nivel mundial. La música clásica no está al margen de todo ello: aunque su clientela es fiel y las editoras presentan gran número de novedades cada mes, realizando promociones continuas de su fondo de catálogo, las ventas han caído significativamente en los últimos tiempos, tanto en España como en el resto de Europa.

Este mes queremos llamar la atención de nuestros lectores sobre un nuevo hecho, muy negativo, que confirma todo lo anterior. Las tiendas tradicionales de discos están echando el cierre por todo el mundo. En los últimos meses ha saltado a los periódicos la noticia de la entrada en suspensión de pagos, cierre o “hibernación” de grandes y significativas cadenas de tiendas de discos en Francia y en el Reino Unido. Y numerosas pequeñas tiendas discográficas de toda Europa han cerrado o tienen previsto cerrar a corto plazo.

En España la situación no es diferente. Cada mes se confirma la desaparición de algún establecimiento de venta de discos. La mayoría de las ciudades importantes del país ya no tienen tiendas especializadas, si exceptuamos a los grandes almacenes que, por su concepto comercial más generalista, son capaces de diluir los riesgos comerciales del negocio discográfico con sus ventas en otras áreas. Pero estos grandes almacenes también sufren la crisis audiovisual y, por ello, reducen constante y significativamente los espacios físicos dedicados a la venta de música. Hoy en día es casi imposible encontrar en todo el país una tienda que nos pueda ofrecer en sus estanterías un fondo de catálogo importante de discos de música clásica, en cualquiera de sus formatos CD, DVD o Blu-ray, que no sean las novedades de los últimos tres o cuatro meses o la oferta de turno. Y ello en un momento en el que el catálogo activo de títulos de música clásica es hoy más amplio que nunca. Encontrar un disco, editado hace más de seis meses, ya sea de una de las grandes compañías multinacionales o de cualquiera de las independientes, es tarea casi imposible. Innumerables veces el aficionado, buscando tal o cual título, recibe del establecimiento la respuesta: “lo siento, está descatalogado por la compañía”. Pues no, la respuesta no es correcta. El problema reside, simplemente, en que el establecimiento no tiene, ni va a tener, el disco en sus estanterías y, al parecer, encargarlo a la compañía de turno para poderle ofrecer el servicio a su cliente le es molesto o poco rentable.

Los discos de música clásica se están quedando sin tiendas donde esperar al cliente; sin escaparates ni vendedores. Los discos clásicos, en uno de sus mejores y más explosivos momentos editoriales (nunca antes se ha editado tanto y con tanta calidad artística y técnica), no disponen de espacios físicos donde poder mostrarse al aficionado. Es cierto que los tiempos cambian, que las circunstancias del mercado y las nuevas tecnologías condicionan el futuro, pero no es menos cierto que, en la actualidad, sin tener alternativas concretas de futuro en la distribución digital, los aficionados no tienen dónde ir a comprarlos. Las tiendas se cierran y los departamentos de discos de los grandes almacenes reducen continuamente sus espacios de venta física.

El mercado actualmente ofrece otras alternativas de compra. Internet muestra nuevos escaparates digitales en sus numerosas tiendas “online”, con productos bien editados y, muchas de ellas, con un servicio excelente de venta por correo. Internet también ofrece servicios de audición “online” o “streaming”, servicios de descarga de música y vídeo, de manera legal, en ficheros que podemos almacenar en nuestros ordenadores, tabletas y teléfonos inteligentes. Todo ello es tremendamente atractivo para las nuevas generaciones y, con total seguridad, marca el camino a seguir para el disfrute de las grabaciones musicales. Pero hay un numeroso grupo de aficionados que generalmente supera los cincuenta años, que añora y precisa su tienda de discos de toda la vida. Y no olvidemos que los discos de música clásica, casi siempre, se han caracterizado por sus lujosas ediciones, un factor difícil de evaluar cuando se trata de un disco exclusivamente digital. ¿También se perderá esta distinción?

Quizá alguien descubra que mantener, en determinadas ciudades de España, una bien surtida y cuidada tienda de discos de música clásica puede seguir siendo un negocio, además de un gran servicio a la cultura musical y un escaparate muy necesario para las editoriales. También es cierto que, para que estas tiendas puedan funcionar es necesario que las compañías de discos apoyen los proyectos, se fijen en los sistemas de distribución del libro y, sobre todo, que en cada tienda haya alguien con afición musical y suficientes conocimientos. Es evidente que esto último marca la diferencia con respecto al mundo de la distribución digital.

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