Tras un verano en el que se ha reactivado en parte la actividad cultural y musical, nadie ha podido olvidar la tragedia y los riesgos de un virus que sigue amenazando a la sociedad, como así escuchamos, vemos y leemos día a día en las noticias, en especial a las capas más sensibles, como son nuestros mayores, red de sabiduría y conocimiento, a los que el Covid-19 ha atacado sin miramientos.
Con este triste panorama sanitario y social sobre el escenario, la actividad artística y cultural española e internacional se ha reactivado sin perder de vista lo vivido. El ser humano necesita de la energía y el bálsamo que aporta la actividad cultural, actividad que nos define como especie intelectual. Por otro lado, la música y sus músicos, que han sido muy perjudicados en los meses de confinamiento, son la base de la citada actividad, y es nuestro deber buscarles nuevos espacios y soluciones laborales para que puedan regresar a la vida cultural en las mejores condiciones posibles.
Las reaperturas que ya hemos vivido este verano y las de la temporada 20/21 que comienza este mes de septiembre en muchos casos, de los principales teatros y salas de conciertos, nos muestran que ya se ha iniciado el camino hacia la normalización de la actividad musical y, por ello, nos felicitamos. En paralelo, los aforos acotados, por las medidas de seguridad sanitaria, están poniendo en serios problemas de rentabilidad, económica y cultural, la confección de los calendarios artísticos, por lo que deberán sumarse nuevos recursos, de manera imaginativa y novedosa, que permitan generar nuevos ingresos que equilibren las correspondientes cuentas de resultados.
El mercado de la música cuenta globalmente con excelentes gestores, que ya nos están demostrando su valentía, imaginación y creatividad con el anuncio de sus nuevas temporadas (en estas páginas nos lo cuenta en primera persona Paco Lorenzo, director del Centro Nacional de Difusión Musical) con arriesgados e imaginativos programas en los que no faltan primeras figuras nacionales e internacionales, montajes complejos y sistemas mixtos de financiación. Todo ello en un delicado equilibrio de rentabilidad económica, en donde apuestan por nuevas audiencias físicas y virtuales, respetando a sus abonados, apoyándose en las nuevas tecnologías y en las instituciones públicas y privadas, como complementos financieros (tan necesarios en estos momentos de crisis), siendo conscientes de la necesidad de preservar lo conseguido en las últimas décadas en educación, promoción y disfrute cultural-musical de nuestra sociedad.
En este camino, los medios de comunicación especializados seguimos teniendo una labor destacada como elementos de información y cohesión cultural entre el ciudadano y la oferta musical. Ahora, más que nunca, debemos ser la voz de los artistas ante la incertidumbre en la que les ha sumido la crisis (RITMO así ha dejado constancia con dos amplios dosieres dedicados a la “Música y Covid” en los dos números anteriores), el tablón documental en el que se muestren y analicen las distintas ofertas musicales que los gestores ponen en el mercado, las páginas donde el amante de la música encuentre la información, los análisis y la opinión crítica que precisa para su disfrute y reflexión cultural.
La revista RITMO y su página Web siguen el camino en esta época de pandemia, manteniendo su línea editorial, en función del flujo informativo que se va creando en cada momento, y con distintas soluciones a los problemas económicos y de distribución que puedan producirse en este período.
Los nuevos brotes de la pandemia en España y en el resto del mundo ponen ciertos interrogantes a los distintos planes de los gestores culturales; esperamos y deseamos que todo lo proyectado para la temporada 2020/21 pueda llevarse a buen puerto y, en todo caso, aquí estaremos, a nuestro ritmo, para contárselo de alguna manera.