Cuando este número de la revista esté en la calle ya conoceremos los resultados de las recientes elecciones autonómicas parciales y municipales. Unas elecciones que, independientemente de quien las gane, deberían de insuflar un soplo de aire fresco a nuestro alerededor, en un país que está perdiendo la ilusión por su futuro y en el que la sociedad civil está cada vez más distanciada de la clase política, con una lamentable consecuencia: probablemente esté perdiendo su identidad como grupo social ante el resto del mundo, que nos ve más divididos que nunca como país.
Así, en los próximos cuatro años con toda probabilidad encontraremos nuevas caras al frente de los puestos con responsabilidad cultural en nuestros futuros ayuntamientos y buena parte de los nuevos gobiernos autonómicos. Personas nuevas para intentar resolver viejos problemas, a los que ahora habrá que añadir el duro ajuste presupuestario que nos marcan los tiempos revueltos de la economía actual.
Desde esta página editorial se ha comentado repetidas veces las necesidades de austeridad presupuestaria en el manejo de los dineros asignados a la música por parte de la Administración en general y de las corporaciones locales y autonómicas en particular; y hemos pedido imaginación y trabajo serio y planificado a los responsables de las distintas áreas culturales públicas. Ahora, en esta nueva etapa de cuatro años, volvemos a solicitar a los políticos que sigan creando cultura en base a lo ya realizado; que no destruyan el trabajo hecho por los anteriores dirigentes, que planifiquen en clave de una cierta continuidad, pues no por cambiar el signo político de una administración se deba destruir el trabajo realizado por las anteriores. Somos un país muy dado a la crítica destructiva, al que no le gusta valorar el trabajo de los demás y que busca el éxito individual y no el colectivo. Aprendamos de los errores del pasado; es fundamental que nos esmeremos todavía más si cabe en sumar, y no restemos en el desarrollo de los procesos sociales. Hay que crear ilusión, seguir creando ilusión, pero aprovechando todo lo hecho,que es muchísimo.
Porque en música se han realizado grandes cosas en nuestro país; lo hemos dicho y repetido hasta la saciedad desde nuestra página ditorial. Porque hemos conseguido salir de una oferta musical muy restringida geográfica y socialmente, para llegar a una oferta global de actividades musicales que compite muy dignamente con la de cualquier país europeo, igualando y superando en varias de nuestras capitales la oferta de las más grandes ciudades del continente. Porque España se ha convertido en lugar de paso obligado de las grandes orquestas del mundo, de los principales solistas, cantantes y agrupaciones. Porque nuestros teatros ofrecen estrenos de primer nivel que luego se exportan a otros países. Y porque, en suma, gracias a la colaboración de buenos y generosos mecenas, disponemos de un calendario de concursos de composición e interpretación al más alto nivel internacional.
El resultado de esa oferta musical (cultural) es el innegable aumento de aficionados a la música clásica a lo largo de toda la geografía española. Decenas de miles de personas asisten semanalmente a los conciertos, a la ópera, al ballet o a los recitales que se celebran en el país, creando un tejido cultural para la música clásica que sin duda es la base para que las próximas generaciones puedan disfrutar de la música clásica sin limitaciones; una oferta que ya tenían a su dispisición los ciudadanos del resto de Europa tiempo atrás, y cuyo presupuesto económico es, al fin y al cabo, inferior al de otras muchas actividades culturales, pero que sin embargo sirve para conseguir resultados muy tangibles y vistosos para la sociedad.
Sería suicida ignorar esos logros con una acción política alicorta en materia cultural, por mucha crisis y mucho déficit que se tenga que gestionar. Los ayuntamientos y los gobiernos autónomos son la base de una gran parte de la vida musical española, y de ellos es la responsabilidad de dotar de suficiente presupuesto a todas las infraestructuras culturales existentes, así como a los nuevos proyectos. Su presupuesto de cultura es siempre uno de los más pequeños y, aunque el ajuste económico apriete, no deberían escatimar medios en su desarrollo, pues, insistimos, con muy poco dinero los resultados sociales y políticos de las actividades y el desarrollo de la cultura se pueden hacer muy visibles y efectivos. Queridos nuevos dirigentes, seáis del signo político que seáis, pensad que la música es un bien cultural de primera necesidad para el ser humano; que no es simplemente un signo externo de nivel social o intelectual; que es un elemento fundamental en la correcta formación del pensamiento de los jóvenes (y mayores). Tenéis la obligación de mantener lo conseguido hasta ahora y, pese a la crisis económica que nos rodea, tratar de incrementar con imaginación y esfuerzo las metas conseguidas. En ningún caso deberíais perder la ilusión por la promoción y difusión de la música clásica en nuestro país.
En RITMO, como siempre, estaremos atentos; no son tiempos para la inactividad inetelectual o la pereza crítica. Hablar de todo esto, incluso repetirnos un poco, es para nosotros una necesidad imperativa; más que una postura o un estado de ánimo, una obligación inexcusable.