Música clásica desde 1929

Editorial

Camino a la esperanza
Julio-Agosto 2011 - Núm. 843

Camino a la esperanza

Uno de los dos teatros de ópera de más presupuesto de España, sin duda, uno de los mejores de Europa y del mundo, va a hacer un experimento radical para la mayor parte de la gente que asiste (o no) a la ópera en la ciudad de La Cibeles. Nadie –ni siquiera los más musicalmente conservadores del lugar– se atreven a renegar de San Francisco de Asís, de Olivier Messiaen. Todos reconocen que se trata no solo de una obra maestra de la historia de la ópera, sino de una pieza determinante para el desarrollo del género en los últimos cien años. Sin embargo, demasiados ponen en duda que pueda ser exhibida con éxito; algunos hacen incluso campaña por atrás para “explicar” a las gentes de mejor fe que es un “rollo”, que dura muchas horas, que se trata de una una música estática (con ese, y no con equis, que a lo mejor eso sería mejor razonar) e inacabable, difícil de soportar. Seguramente la obra no sea fácil; como no lo es una buena parte de la música más avanzada de su autor, al que sin embargo nadie le discute obras como la Sinfonía Turangalila, su música para órgano (indispensable el Livre du Saint Sacrement, de 1984, es decir, prácticamente coetáneo del San Francisco) o para piano (más que sigulares los siete libros del Catalogue d´oiseaux). Pero San Francisco de Asís es una ópera y, claro, dormirse en el patio de butacas escuchando las Visiones del Amén es, al parecer, tolerable, mientras que hacerlo en un teatro de ópera está al borde del delito. Y resulta más caro: una parte de los militantes detractores se refieren al mucho dinero que cuesta poner en pie un proyecto así. Son opiniones. Y muy respetables, faltaría más. Pero no estamos de acuerdo.

Hay que tratar de mirar al futuro con un poco más de perspectiva; y más si la oferta musical se realiza con vocación pública y dinero colectivo. Porque no hay más que echar una mirada al mercado de la música clásica (aquí y en todas partes) para darnos cuenta de que continuamente estamos cerrando los ojos a realidades que no nos gustan o para cuya asunción no estamos preparados. El público aficionado de toda la vida (¿el que reclama más traviatas?) está desapareciendo. Y el nuevo va poco a poco descubriendo opciones multimedia que le permiten acceder a la música abstracta de manera más cómoda y barata; también a la ópera, a las mil y una traviatas, en audio o en video, y no precisamente traviatas de segunda linea.Y con tanto Amazón, Spotify o iTunes se están cansando de ir a los conciertos y a la ópera, como en buena medida se han cansado de ir al cine. Salvo que se le ofrezca algo nuevo, aun nuevo solo en parte. Queremos decir: cada vez es más difícil competir con la oferta multimedia en el campo de la música abstracta (una sinfonía, una pieza de cámara), porque la distinción en lo ofrecido solo se va a manifestar por vía auditiva. Sin embargo, la ópera –como le sucede al teatro, que a diferencia del cine pierde menos clientela– tiene un recurso muy poderoso, la escena, y por ello es una muy buena política buscar obras nuevas para nuevas opciones escénicas. Es obvio que la empresa privada puede organizar su oferta según sus intereses, que además muy probablemente coinicidarán con los de aquellos que prefieran ver lo mismo cuantas veces se lo pongan delante. Pero un teatro público tiene otras obligaciones. Por ejemplo, intentar llegar a otro tipo de espectador por caminos menos trillados. Por un lado, mediante producciones que usen los mismos recursos que el “enemigo” ( mucha visualidad, y a ser posible, efectos técnicos sorprendentes); y, por otro, acudiendo a repertorios menos “necrofílicos” y, por ello, con propuestas escénicas más rompedoras. Aunque a algunos pueda no entusiasmarnos todo esto y sigamos pensando que lo auténticamente fundamental sean las vesiones musicales. Pero es que no es esa la cuestión, al fin y al cabo expuesta desde el ángulo de la experiencia y la especialización. No; la cuestión encierra un contenido más apremiante, casi de supervivencia: o todo el “circo” de la música clásica se renueva o morimos.Y la ópera, la ópera moderna, es uno de los caminos más esperanzadores para conseguir que todo siga igual cambiándolo todo. No hay que prolongar ciertas agonías.
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