Música clásica desde 1929

Editorial

Nuevo gobierno; ajuste cultural
Diciembre 2011 - Núm. 847

Nuevo gobierno; ajuste cultural

Los pronósticos se han cumplido. El Partido Popular ha arrasado. Ha llegado la hora de la verdad.

Durante semanas han ido apareciendo en distintos medios de comunicación alguna que otra opinión sobre el “ajuste cultural”, a cargo de destacadas personalidades de la cultura, articulistas, equipos de documentación periodística y, por supuesto, de los ya excandidatos. Los líderes políticos –además del gobierno central en funciones y los gobiernos autonómicos y locales–, nos han estado anunciando ese “ajuste”. Al principio de la campaña, subliminalmente; al final, abiertamente.
 
Está claro que en un escenario nacional con más de cinco millones de parados, con reducciones presupuestarias en sanidad, educación y servicios sociales, la cultura también debería de “apretarse el cinturón”. Pero sin olvidarnos de que esa “cultura”, sobre todo en tiempos de crisis económica, es un bálsamo necesario e insustituible para que la sociedad pueda sobrellevar con un mínimo de dignidad y esperanza emocional e intelectual los esfuerzos que se le van a demandar.
 
Este número de la revista va a estar en la calle unos pocos días después de haberse celebrado las elecciones generales en nuestro país. Pronto el PP formará un nuevo gobierno, y sobrevuela con temor la idea de la posible supresión del ministerio de Cultura. Esperemos que no sea así. Desde la izquierda socialista española y desde los gobiernos del PP anteriores la cultura se valoró siempre como un elemento imprescindible de cohesión social y una plataforma de promoción internacional. Otros países de nuestro entorno, como Francia, Alemania, Reino Unido o Italia, incluso en plena depresión tras la Segunda Guerra Mundial, apoyaron la cultura –y la música– regenerando sin pérdida de tiempo sus infraestructuras culturales, tanto materiales como humanas, pues entendieron que con ese soporte espiritual el ciudadano estaría más preparado para asumir los sacrificios que se le pedían. Aviso para navegantes.
 
España, hoy por hoy, es una de las 15 potencias económicas del mundo. Pero en cultura quizá estemos entre las cinco primeras. Nuestro idioma y nuestras bellas artes están presentes en los principales foros internacionales. En las últimas décadas nuestro país ha conseguido ser admitido, respetado y admirado en todo el mundo occidental por sus realidades culturales contemporáneas. En música – centrándonos en nuestro sector– las principales batutas se han disputado el dirigir en nuestro país, generando proyectos de excelencia musical en esta tierra; y nuestros músicos en general y orquestas en particular están cosechando grandes éxitos por todo el mundo, en un momento en el que, además, las nuevas generaciones de compositores de vanguardia crean un buen número de obras que son estrenadas en numerosos foros repartidos por toda la geografía y exportadas a otros países en donde también reconocen la actual realidad creativa de los españoles.
 
La gran infraestructura, tanto material como humana, de que disfruta la música en España (conservatorios, escuelas de música, orquestas, auditorios, teatros de ópera –con sus cuerpos estables–, festivales, premios, cursos, concursos…), resultado del esfuerzo de varias generaciones y, por qué no decirlo, de unos años de abundancia económica, no deben liquidarse o hibernar en el próximo futuro, dentro del actual escenario de austeridad. Este ciclo de crisis económica se superará, y, si no mantenemos nuestra cultura activa, su recuperación cuando llegue la bonanza costará muchísimo más dinero que el ahorro que ahora supondría su reestructuración a la baja. Y todo ello sin contar la pérdida de los grandes beneficios sociales a los que nos referimos arriba.
 
Creemos que el monto económico que supondría la eliminación del ministerio de Cultura o su reducción presupuestaria sería realmente insignificante en comparación con los presupuestos de otros ministerios. Pero si, además, frente al posible ahorro pusiéramos en el otro plato de la balanza la rentabilidad social que se podría obtener manteniendo los actuales niveles de cultura, el fiel se inclinaría claramente hacia el mantenimiento de un ministerio de Cultura con sus actuales –por otro lado nada abultados– presupuestos. Por otro lado, es cierto que, a nivel popular, es más fácil la propaganda de austeridad obtenida con la eliminación o disminución de un ministerio como el de Cultura que quizá con otras acciones; por ejemplo, aquellas que inciden más en los compromisos financieros-empresariales y de menor repercusión social. Con la cultura suele ser más fácil hacer demagogia social y publicitaria. El gobierno que emane del PP debe de tomar nota de ello.
 
Dicho lo cual, añadiremos que es absolutamente indispensable optimizar al máximo los recursos económicos en la buena gestión del patrimonio cultural. Evidentemente, vamos a atravesar unos años de serias dificultades económicas. Se debe atender prioritariamente problemas mayores, como el terrible paro que asola el país, los déficit de las administraciones, la reorganización de la estructura productiva, la reforma laboral y el mantenimiento de los servicios sociales para este siglo XXI, lo que, obviamente obliga, tanto a la Administración como a los ciudadanos, a llevar una vida acorde con la austeridad que ahora toca, y que el presidente “in pectore” ha remachado una y otra vez durante la campaña electoral. Y entendemos –y reclamamos– que las entidades, tanto públicas como privadas, que gestionan la cultura y la vida musical española deben de optimizar sus gastos de gestión y administración para que, con menos dinero, se pueda seguir realizando casi las mismas actividades. También ajustar salarios, “cachets” de artistas, gastos de representación y de oropel institucional. Más de uno se asustaría si saliesen a la luz los gastos en hoteles, viajes y de representación y salarios reales de algunos directivos de entidades culturales de nuestro país “en crisis”. Esperemos que la predicada austeridad del PP se vea también materializada en estos asuntos.
 
Nos atrevemos a expresarnos así desde nuestra posición de revista cultural, cuya vocación de servicio creemos está fuera de toda duda tras 83 años ya de presencia en la vida musical española. Son reclamaciones producto más de la sensatez que de la aplicación de leyes, y como esta idea ya la ha expresado en público el futuro presidente de España, incidimos en su contenido y filosofía, esperando que esos recortes sean los que razonablemente tienen que ser, y no otros, más sensibles o que den más fáciles réditos electorales a medio plazo (las elecciones andaluzas están a la vuelta de la esquina).
 
No hay, evidentemente, reglas de oro ni varitas mágicas para solucionar los grandes problemas del mantenimiento de la cultura musical en España en esta época de terrible crisis económica. Pero, repetimos, es de sentido común algo tan sencillo como conservar lo conseguido y optimizar sus costes con una gestión eficiente de los recursos vía esfuerzo, trabajo, ahorro, imaginación y creación. Creemos nosotros. Y esperamos poder seguir no solo creyéndolo sino continuar explicándoselo a nuestros lectores.
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