En 2021 comenzábamos el año en RITMO con Rafael Serrallet en nuestra portada de enero. Conocimos al músico y a la persona, y aquellas impresiones tan positivas se han confirmado en esta ocasión con el nuevo disco del guitarrista, Y el canto de todas, con creaciones de compositoras latinoamericanas, grabado en Lviv, Ucrania, con la Orquesta Filarmónica Nacional, en época bélica, que añade un plus de emotividad a este hermoso proyecto discográfico.
¿Cuál fue el punto de partida de este nuevo disco?
El germen del proyecto nació hace algunos años junto a mi admirada Claudia Montero. Teníamos la intención de grabar una obra suya arreglada para cuarteto y guitarra; llegamos incluso a completar uno de los movimientos de Luces y Sombras. Por desgracia, su fallecimiento dejó el proyecto inacabado. Tras investigar, encontré un número considerable de obras de mujeres latinoamericanas y decidí aparcar las obras de Claudia para otro proyecto futuro.
Y no solo hay una reivindicación de género, sino también un fuerte componente internacional y solidario…
Sí, desde luego. El disco fue grabado en Lviv, Ucrania, con la Orquesta Filarmónica Nacional. Yo ya había colaborado con ellos en 2022 y 2023, y concebía que tenía sentido dar continuidad artística a esa relación. Además, quería aportar mi granito de arena en un momento tan difícil para ellos. Ha sido una experiencia profundamente conmovedora. La música, en ese contexto, se convierte en una forma de resistencia cultural y en una herramienta de paz. Trabajar con ellos fue un privilegio que ha dado al proyecto una dimensión aún más humana.
¿Qué dificultades encontró al grabar en un país en guerra?
Muchas. Desde interrupciones por sirenas antiaéreas hasta restricciones logísticas o energéticas. Se vive con una tensión constante. No obstante, la actitud positiva de los músicos ucranianos fue admirable y envidiable. Continuar haciendo música es su manera de luchar contra las injusticias.
¿Cómo fue el proceso de selección del repertorio?
El repertorio es bastante heterogéneo. Hay canciones muy conocidas, como las de Consuelo Velázquez, Violeta Parra o Chabuca Granda, que ya forman parte del imaginario colectivo. Pero también incluí obras de autoras mucho menos conocidas, como Benigna Dávalos o Josefina Robledo. Esa parte fue fruto de una investigación intensa: archivos, grabaciones antiguas, manuscritos olvidados… Quería reflejar la diversidad estilística y emocional de la creación femenina. Fue un viaje de descubrimiento continuo.
¿Tuvo muchas dificultades para realizar las versiones para guitarra y orquesta?
Fue un reto muy complejo, pero al mismo tiempo muy satisfactorio. La guitarra, que tantas veces ha sido un instrumento de acompañamiento en la música tradicional hispanoamericana, aquí toma un papel protagonista. Trabajamos con arreglos para cuerdas, y hubo que reconstruir o adaptar muchos materiales respetando la esencia de cada ritmo, pero a la vez dotándolo de una cierta complejidad. Fue un trabajo muy artesanal, en el que conté con la colaboración de arreglistas y compositores tanto ucranianos como argentinos, aunque la mayor parte de los arreglos están hechos por mí.
En el disco también hay una obra original suya: Elegía. ¿Qué significado tiene para usted?
Elegía nació en Lviv, durante los días de grabación del disco. Estaba conmocionado por las inundaciones que habían afectado tan gravemente a mi comarca y en el que perdieron la vida 228 personas. Me impactó ver la respuesta solidaria de la gente: cómo se volcaban en ayudar, limpiar, reconstruir… Sentí la necesidad de aportar mi granito de arena, pero desde la distancia solo pude escribir esa pequeña melodía como un sentido homenaje. Es una obra muy sencilla, pero cargada de emoción.
¿Cree que el mundo clásico sigue teniendo una deuda con las mujeres compositoras?
Absolutamente. La historia de la música está llena de nombres de mujeres de un gran talento, que no pudieron desarrollarse o ser reconocidas. Hoy estamos intentando corregir eso, pero aún queda mucho camino. Como intérprete, siento que también tengo la responsabilidad de visibilizar ese legado, de recuperar esas voces y darles un espacio en mi repertorio.
Además de guitarrista, ha tenido un papel muy activo en el trabajo con la orquesta. ¿Cómo fue esa experiencia?
No soy director de orquesta en sentido estricto, pero sí asumí la coordinación musical del proyecto. Mi experiencia con conjuntos de cámara y coros me permitió tener una visión clara de lo que quería, y trabajar muy de cerca con el director titular. La relación fue muy fluida y profesional. Hubo mucha empatía desde el primer día.
El disco se ha postulado a los Latin Grammy. ¿Qué espera de esa candidatura?
Para mí, el premio ha sido poder hacer realidad este disco. Estoy muy satisfecho con el resultado artístico y humano. Sé que una nominación es complicada, pero sería una forma de dar visibilidad al trabajo de todas esas compositoras que merecen ser escuchadas. Ojalá llegue a muchas personas. Porque, más allá del reconocimiento, lo que importa es el mensaje que transmite el proyecto.
¿Qué le gustaría que sintiera el oyente al escuchar Y el canto de todas?
Me encantaría que se dejara llevar por las melodías, que escuche con atención las músicas que no conozca y que se emocione. Que se sumerja en la belleza, la fuerza y la dulzura de esas melodías… La música no tiene fronteras de género.
por Lucas Quirós
http://serrallet.com
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Foto: “Como intérprete, siento que también tengo la responsabilidad de visibilizar el legado de la creación femenina, de recuperar esas voces y darles un espacio en mi repertorio” (el guitarrista durante la grabación de este álbum en Lviv, Ucrania).
Crédito: © Joss Schubert