Nino Díaz es, sin duda, uno de los compositores canarios vivos más prolíficos y con mayor proyección internacional. Sus más de 100 obras publicadas se han interpretado en casi todos los países del mundo por músicos como Valery Gergiev, Carlos Karlmar, Harry Sparnaay, Kai Gleusteen, Jean Pierre Dupui o Salvador Brotons, entre otros, y en salas como Konzerthaus de Berlín, Gran Auditorio del Conservatorio Tchaikovsky de Moscú, Auditorio de Barcelona, Gran Teatro del Liceo, Auditorio Alfredo Kraus, Teatro Guimerá o Auditorio de los Jameos del Agua. En 2007 fue nombrado Académico de la Real Academia Canaria de Bellas Artes de San Miguel Arcángel, “por su trayectoria internacional como intérprete y como creador, y por su contribución a la generación y difusión de nuevo patrimonio contemporáneo” y en 2008 Ganó el XV Concurso de Obras de Creación Radiofónica, organizado por RNE-Radio Clásica y el Ministerio de Cultura, con su obra El Muro (“La verdad -afirma Nino Díaz- es que fue todo un reto, ya que hasta ese momento todas mis composiciones eran de música contemporánea, y algunas con medios electroacústicos, pero nunca me había adentrado en el mundo del arte sonoro, donde todas las reglas que había aprendido en el conservatorio servían de bien poco”). En 2017 creó en Lanzarote la Fundación Nino Díaz, con la que está realizando una amplia actividad transformadora desde la música y, desde 2012, tiene residencia compartida entre Berlín y Lanzarote, donde continua trabajando en sus diferentes facetas de creador y empresario. En esta entrevista, además, nos habla de su último disco, “Miniaturas”, donde “me he desprendido de todo tipo de artificios, para centrarme en la esencia de mi universo compositivo”.
¿Cuáles son sus orígenes y cómo fue su acercamiento a la música?
Nací en Lanzarote (Islas Canarias) en 1963 y, aunque en ese tiempo en la Isla había muchas privaciones, tuve la suerte de tener un padre gran amante de la música, que me contagió ese mismo amor desde que tengo memoria. A los siete años empecé a estudiar solfeo y timple (una pequeña guitarra típica del archipiélago). A partir de ahí, ya todo fue evolucionando de forma natural. Estudié saxofón, luego clarinete y piano en el Conservatorio Superior de Música de Barcelona, y posteriormente realicé los estudios superiores de composición y dirección de orquesta.
¿Qué hay en la música indefinible para Nino Díaz? ¿Y cómo definición, qué es la música para usted?
Más que indefinible, yo diría que el poder de seducción intelectual de la música es inexplicable. Creo que la música es el único medio que traspasa la comunicación verbal o gestual. Como dijo Leonard Bernstein, “la música puede dar nombre a lo innombrable y comunicar lo desconocido”.
Si tuviera que definirse como compositor, ¿cómo se describiría?
Creo que soy incapaz de definirme en unas frases. Mi pensamiento bebe de muchas fuentes y tiene mucho que ver con la postmodernidad, donde la evolución no es lineal, ni necesariamente en dirección al futuro. Mi universo compositivo es complejo y lleno de aristas. A lo mejor, es más fácil definirme a través de los compositores que más han transitado por mis creaciones: Béla Bartók, Witold Lutoslawski y Luciano Berio.
¿Es la creación actual una frontera entre el creador y el público, o un puente?
Es innegable que entre la creación actual y los públicos hay un verdadero abismo, pero lo que también es innegable es que este abismo está generado principalmente por los actores intermediarios: programadores, gestores de orquestas sinfónicas y de teatros de ópera, directores de festivales, etc. El mundo de la música clásica está lleno de contradicciones. Por un lado, se quiere regir por la oferta y la demanda, pilares sobre los que se sustenta la economía de mercado, pero, por otro, se olvidan de que la mayor parte de la financiación de estas instituciones o eventos, es con dinero público, hecho que entra en claro conflicto con lo anterior. Los concursos de composición premian las obras más vanguardistas, obras que, desgraciadamente, en su mayor parte, empiezan y acaban su andadura el día del estreno.
¿Hasta qué punto los discos atesoran al compositor su bien más preciado, que es su obra?
Las grabaciones discográficas, desde el punto de vista del creador, son una recopilación ordenada y lista para archivar. Al menos en mi caso, las obras solo están vivas mientras se están creando y, a partir de ahí, ya son una especie de “memento mori”, unas veces en blanco y negro y otras en color.
¿Cuál es, en última instancia, la razón de su trabajo creativo?
Compongo porque siento la necesidad obsesiva de construir esa música que no he conseguido escuchar nunca fuera de mi cabeza. Nada me hace sufrir tanto, ni nada me hace más feliz.
¿Qué representa Canarias en su trabajo?
Si partimos de la premisa de que una parte muy importante de lo que somos, quizás la que más, se ha fraguado durante nuestra infancia, tengo que decir que mi pensamiento creativo también empezó a fraguarse en esa misma época. Mis composiciones se fundamentan principalmente en la música académica, que es la que más conozco, pero también hay otras músicas que me interesan mucho, como por ejemplo los ranchos de pascua de Lanzarote, que tienen un valor etnomusicológico impresionante. Entre las escalas simétricas, los collage y las matemáticas, aparece recurrentemente, en casi todas mis obras, una secuencia numérica extraída de una pieza del rancho de pascua de Teguise.
En 2008 ganó el XV Concurso de Creación Radiofónica organizado por Radio Nacional de España y el Centro Nacional de Difusión Musical. ¿Cómo fue este acercamiento al arte sonoro para un compositor de formación clásica como usted?
La verdad es que fue todo un reto, ya que hasta ese momento todas mis composiciones eran de música contemporánea, y algunas con medios electroacústicos, pero nunca me había adentrado en el mundo del arte sonoro, donde todas las reglas que había aprendido en el conservatorio servían de bien poco. Al principio me lo tomé como un juego y, durante cinco años, realicé casi mil grabaciones de gente hablando en muchísimos idiomas. El problema vino cuando tuve que comenzar a construir y a dar sentido a un discurso sonoro de 25 minutos. Sufrí muchísimo, pero valió la pena, porque presenté el trabajo al concurso en 2008, y resultó premiado.
Sabemos que en la actualidad vive en Berlín, y que anteriormente estuvo muchos años viviendo en Barcelona… ¿Qué destacaría de estas dos etapas en su vida en lo personal y lo profesional?
Barcelona fue para mí un gran descubrimiento. Allí acabé no solo mis tres carreras superiores de música (clarinete, composición y dirección de orquesta), sino también un máster en Gestión cultural en la Facultad de Economía y Empresa de la Universidad de Barcelona. En Barcelona acabé mis estudios, comenzó mi vida laboral, y allí nacieron mis dos hijas: Judit y Laura. Sin duda, una etapa imprescindible en mi vida. Por otra parte, mi relación con Berlín es diferente. La fui descubriendo poco a poco en viajes de trabajo, y cada vez me sentía más a gusto en la ciudad, así que, en 2012, cerré mi etapa de Barcelona para comenzar una nueva historia de amor con la ciudad más sensual del mundo. Aquí tengo mi “base de operaciones”, y sigo trabajando en todas mis áreas de interés: la composición, la dirección de orquesta, la gestión cultural…
¿Qué podemos encontrar en su último trabajo discográfico, “Miniaturas”?
“Miniaturas” es un disco que en su mayor parte es hijo de la pandemia. Son ocho obras pequeñas, en tamaño y formato. De las ocho obras, cinco son de nueva creación (compuestas entre 2020 y 2021), y las otras tres, son obras preexistentes que nacieron con una finalidad pedagógica, pero que con el tiempo dieron el salto a los escenarios. En las nuevas creaciones, me he desprendido de todo tipo de artificios, para centrarme en la esencia de mi universo compositivo. Aunque la presentación oficial del CD es el domingo 3 de abril en mi pueblo natal de Tías, la música ya se puede escuchar en las principales plataformas digitales.
por Lucas Quirós
www.ninodiaz.com
Foto: El compositor canario Nino Díaz ha grabado “Miniaturas”.
Crédito: © Rubén Acosta