A escasos kilómetros de Dresde, entre frondosos bosques y serenos lagos, se encuentra Moritzburg, una preciosa y pequeña localidad sajona que luce orgullosa su hermoso Castillo (Schloss), construido entre 1542-1546 como un pabellón de caza para el Duque Mauricio de Sajonia. La capilla fue añadida entre 1661 y 1671, según los diseños de Wolf Caspar von Klengels y es un buen ejemplo del estilo barroco temprano, muy típico de Centroeuropa y Alemania.
En nuestra visita a este Festival, que se nutre de música de cámara, salvo algún que otro concierto, como el inaugural en la espectacular Gläserne Manufaktur (Fábrica de Cristal) de Volkswagen en Dresde, que ofreció Josep Caballé Domenech con la Orquesta del Festival, integrada por los estudiantes de la Academia, tuvimos la suerte de compartir estancias con los propios músicos. Si en una parte de nuestra habitación escuchábamos ensayar el Sexteto n. 1 de Brahms, por la otra ventana un solitario violín tocaba la Chacona de Bach. No había forma de escaparse…
El guitarrista finés Ismo Eskelinen, mientras nos servíamos el almuerzo, nos relataba que el ambiente que se vivía en el Festival era diferente, ya que había muchas más horas de ensayos y se convivía la música de manera muy profunda, muy intensa. Por su parte, el oboísta granadino Ramón Ortega Quero, solista de la Sinfónica de la Radio de Baviera, en su primera presencia en el Festival de Moritzburg, coincidía en la importancia de ensayar y convivir de cerca con más músicos, ampliando las relaciones personales, que fructifican en un mejor entendimiento interpretativo.
Jan Vogler, el fantástico cellista y director del Festival, que acaba de preparar un interesante proyecto con el actor Bill Murray, cada mañana saludaba exultante (“Morgen!”) a “sus” músicos, intérpretes de tanto prestigio como Baiba Skride, Louis Lortie, Peter Bruns o Andreas Brantelid (¡excepcional cellista!), avivando el entrañable ambiente musical y cultural que se respiraba desde primera hora de la mañana, café en mano. Además de estos intérpretes, el Festival ha contado con Alexander Sitkovetsky, Kai Vogler, Mira Wang, Ulrich Eichenauer, Lawrence Power, Dominc Seldis, Lisa de la Salle o Wenzel Fuchs, entre muchos otros, además del compositor en residencia Sven Helbig, presente en la sala, del que pudimos escuchar sus Tres Momentos, miniaturas para cuarteto de cuerda en la mejor tradición.
La principal cualidad de estos conciertos es la diversidad, tanto de música como de intérpretes. Por poner un ejemplo, el primero a los que asistimos ofreció obras tan diferentes como el Cuarteto con oboe KV 370 de Mozart, el Cuarteto con piano n. 1 de Fauré y el Quinteto de cuerda Op. 77 de Dvorák, con nada menos que diez músicos. Esto es bastante complicado encontrarlo en cualquier festival, que ofrece el habitual concierto por el mismo ensemble, girando el programa en torno a la disposición instrumental del mismo.
Academia del Festival
Uno de los principales atractivos es la Academia del Festival, donde jóvenes intérpretes de alto nivel preparan obras con los propios intérpretes del Festival, para luego ofrecerlas en una “Lange Nacht der Kammermusik” (Larga noche de música de cámara). Entre ellos, un español, alumno de la Escuela Reina Sofía, el violinista Luis María Suárez Felipe. Cuesta adivinar la altísima calidad de los músicos y lo mejor aún, el entendimiento musical entre ellos, fruto de su talento y del buen hacer de la Academia.
Nuestra despedida tuvo otro concierto que solo es posible en Moritzburg: Terzetto con guitarra de Paganini, Sexteto con piano de Glinka, Tres Momentos de Helbig y el Sexteto n. 1 de Brahms. Me relataba Anne Marie Kaiser durante la espléndida cena-buffet en el Castillo, también responsable del Festival, la compleja historia que lleva preparar estos conciertos. El resultado es sensacional, ya que la diversidad propicia los cambios de atmósferas, que mantienen la atención muy activa del espectador. Desde un Paganini tocado con selecta elegancia, atento al detalle por la clase de Eskelinen, a un Sexteto “imposible” de Glinka, admirable en la parte pianística de Louis Lortie, a un poderoso Sexteto de Brahms, que actuó como modelo previo de una Segunda Sinfonía, tanto por su estructura como por su sonoridad, liderados por un Jan Vogler emocionante en el inolvidable Andante con variaciones. Y es eso, variaciones de conciertos lo que propone un festival que además de esta variada música, permite conocer una de las zonas más bellas de Alemania.
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Por Gonzalo Pérez Chamorro
Foto: Castillo de Moritzburg, sede de variados conciertos del festival.
Acred: Rene Gaens