Mónica Montero comenzó a tocar el violín a los siete años y a los nueve ya ofreció su primer recital como solista con orquesta. Su carrera está repleta de matrículas y premios de honor. A los diecisiete años trabajó por primera vez en la Orquesta Sinfónica de Bilbao y ha tocado con directores como L. Maazel, J.L. Cobos o J. Carney, entre otros. Ha participado en grabaciones para radio y televisión.
¿Cómo nació su interés por la música?
Mi hermano tocaba el piano y yo, como buena hermana pequeña, quería imitarlo en todo lo que él hacía, así que, en realidad, quise ser pianista. Recuerdo que de muy niña escuché el Concierto para piano n. 1 de Tchaikovsky y me enamoré de esta joya musical, pero cuando me llegó el momento de elegir instrumento ¡me regalaron un violín! Ahora me alegro, porque su sonido me cautivó desde el primer momento. Pronto se convirtió en mi mejor amigo y el gran aliado de mi timidez. Yo era una niña muy introvertida y todo aquello que no podía expresar con palabras, lo canalizaba a través de la música de mi violín.
Continuó su formación musical en la prestigiosa Escuela Reina Sofía con el maestro Zakhar Bron…
Me considero muy afortunada. Éramos muy pocos los alumnos españoles que en aquel momento estudiábamos bajo la tutela de Zakhar Bron. Mi padre es maestro, mi madre dejó su profesión cuando yo nací y se volcó por completo en su maternidad. Siempre he contado con su apoyo, pero no hubiese podido estudiar en una escuela de tanto prestigio, de no haber sido por las numerosas becas que recibí y que me permitieron posteriormente estudiar en Alemania con S. Fatkouline, a quien debo gran parte de mi formación. En esta etapa gané varios concursos que fueron la culminación a unos años de estudio muy intensos.
Fue invitada a grabar en los estudios Abbey Road, y lo hizo en la misma sala donde Casals grabó sus legendarias Suites para cello de Bach. ¿Cómo vivió aquella experiencia?
Aquel lugar tiene algo mágico que no se puede expresar con palabras. Cuando hice sonar la primera nota en aquella sala, no pude contener las lágrimas. Tiene una resonancia única y te envuelve un sonido aterciopelado y brillante. A los mandos de la cabina de grabación estaba J. Dunkerley, quien además de ser ganador de numerosos premios Grammy, fue el ingeniero de sonido de Perlman y Ashkenazy en la mítica grabación de sus Sonatas para violín y piano de Beethoven, disco que yo había rayado de tanto escuchar casi cada noche antes de ir a dormir en mi etapa de estudiante. Así que aquello fue como un sueño, ¡pero muy real!
Y, sin embargo, llegó un momento en el que detuvo toda su actividad… ¿Qué ocurrió?
Sufrí un problema de salud que me obligó a parar durante años. Fue un golpe muy duro y muy difícil de asimilar. El violín había sido el centro de mi vida, mi compañero de viaje desde los siete años de edad. La vinculación emocional entre un músico y su instrumento puede llegar a ser inmensa, y yo tenía ese tipo de conexión con “él”. Además había trabajado muy duro y sentía que por fin me acercaba al nivel que soñaba con un violín en mis manos. Y ahí me tocó parar mi carrera profesional, y prácticamente toda mi vida. En esos años aprendí que no todo depende de nosotros o de nuestra fuerza de voluntad. A veces toca aceptar que la vida se impone y que tiene sus propios planes. Fue entonces en ese momento cuando comencé a escribir porque me ayudaba a aliviar la frustración y el dolor que la situación me producía. Con el tiempo se convirtió en una necesidad vital. Lentamente, a medida que fui recobrando la salud, surgió el deseo de cantar alguno de los versos que había escrito en aquella época. Comencé a estudiar canto y con el tiempo, a escribir mis propias canciones. De pronto sentí que recobraba la ilusión por volver a hacer música. Digamos que tuve que reinventarme. Confieso que a pesar de la dureza de esa etapa, fue gracias y a través de ese proceso, que terminé encontrándome a mí misma. Descubrí mi propia fuerza, y a nivel musical, una nueva forma de expresarme.
Comienza ahora una nueva etapa como cantante y autora de sus propios temas, acompañada de su violín. Háblenos de éste nuevo proyecto…
Me hace muy feliz poder hablar de esto. Noche estrellada es el nombre de mi single de presentación y estoy terminando varios temas que conformarán mi primer EP. Se han grabado en los estudios PKO y he contado con buenos amigos y grandes músicos para realizarlos. L. Antolín, M. Lamas, G. León o C. Refojo, ganador de numerosos premios Grammy a lo largo de su carrera, han participado en ellos.
¿Qué nos encontraremos en estos temas?
Música que sale directamente del corazón, de mis vivencias y de mi propia historia personal. Noche Estrellada habla del recuerdo de un amor y de la superación tras una ruptura. Creo que mucha gente podrá identificarse con él, ya que a todos en algún momento de nuestras vidas nos puede tocar vivir situaciones dolorosas de las que tendremos que aprender a recomponernos. Es una música optimista y muy positiva que impulsa a seguir adelante.
por Blanca Gallego
www.monicamonteroviolin.com
Foto: La violinista Mónica Montero ha grabado Noche estrellada, donde funde música y poesía.
Crédito: © Omar de la Cruz Fotografía