En su nuevo disco, la clavecinista hispano-uruguaya rescata obras para tecla de Uruguay en el siglo XIX, labor que le ha llevado al estudio de numerosas partituras y hacer una selección, pues el material es inmenso. En su fortepiano brillan estas obras, casi todas primeras grabaciones mundiales. Setenta y cinco minutos de música de salón y danzable, excelentemente servida, que rellenan un hueco del repertorio sudamericano para tecla.
Sus variadas grabaciones anteriores, como solista o con orquesta, incluyen obras del barroco o contemporáneas en clave o virginal, ¿qué le ha llevado a presentar ahora obras del XIX en fortepiano?
La música, las partituras, son las que dictan al intérprete y le piden que sea fiel al recrearlas con la musicalidad y el estilo que necesitan. El siglo XIX es también un periodo de interés y merece presentarlo; lo he hecho en varios conciertos y ahora en este CD, “Música para tecla en Uruguay en el siglo XIX”. Algunas obras las he interpretado en clave; jamás encorseto la música por conceptos estériles. En este caso las partituras elegidas tienen la indicación “para Fortepiano”. Lucen espléndidas en el instrumento original de esa época que poseo y que he usado.
Como dice el título del disco, se ha centrado en obras y compositores de su país de origen, Uruguay…
La música europea de este periodo es conocida, no tanto la sudamericana. Concretamente en archivos de Uruguay hay material interesantísimo, abundante y valioso, tanto anónimo como de compositores concretos. En general, tiene una gran influencia de la música europea, en una primera etapa claramente española y luego italiana. No hay que olvidar el gran alud migratorio que se produjo en este siglo hacia los países sudamericanos. Animada por las palabras de Stravinsky: “una tradición verdadera no es el testimonio de un pasado transcurrido sino una fuerza que anima el presente”, me sentía en la obligación de ofrecer una muestra, aunque sea pequeña, de esta riqueza de mi país. En varios de mis conciertos he interpretado esta música siendo acogida de forma entusiasta por el público.
Así pues, el material existente en los archivos es abundante, ¿considera importante la recuperación del mismo? ¿Le ha resultado difícil la selección? Creo que la mayor parte de las obras grabadas son primera grabación mundial…
Sí, he pretendido que la música funcione como herramienta crítica de la creación musical. No se puede perder un fondo tan valioso como el que atesoramos, mi trabajo va en esta dirección. Indudablemente he tenido que hacer una selección pues, como he señalado, el material es inmenso. Siempre que me enfrento a una partitura hago un riguroso estudio de ella en todas sus facetas. No se puede tocar una obra si no se conocen sus detalles más íntimos. Creo que, aunque sean dos pentagramas, si no has desentrañado su mensaje, no es ético tocarla. Ha sido un trabajo arduo y comprometido. Todas las obras, excepto la habanera La Pecadora, de Dalmiro Costa, son primera grabación mundial.
En la grabación predomina la música de salón, ¿qué puede detallarnos de este repertorio?
Efectivamente, es en el salón uruguayo donde floreció el repertorio para tecla del XIX. Las partituras van desde fórmulas armónicas simples, con tonalidades de Do mayor, Sol mayor o La mayor, a escrituras elaboradas que llegan a tonalidades amplias, como Re bemol mayor. Las danzas son el elemento fundamental del salón. Es un claro ejemplo de la influencia europea en toda Sudamérica, que se enriqueció y transformó con los ritmos autóctonos: el minué europeo se transforma en el minué Montonero, la contradanza en la Media Caña, la mazurka en Ranchera, la habanera tendrá una marcada influencia en el Tango, etc.
Finaliza el CD con la obra La Batalla de Cagancha, del compositor F.J. Debali, que no es del género de danzas, ¿por qué ha incluido esta pieza y qué destacaría de la misma?
No hubiera quedado completo el testimonio de la música de tecla uruguaya del XIX si no hubiera incluido esta partitura, verdaderamente sorprendente para el ambiente musical montevideano de la época. Es del músico húngaro de sólida formación Francisco José Debali, afincado en Uruguay en 1838, donde murió en 1859. Fue el autor del Himno Nacional. Su planteo descriptivo recuerda las Sonatas Bíblicas de Kuhnau. En diez breves movimientos relata un episodio de nuestra historia entre las tropas vencedoras del Gral. Rivera contra las Rositas de M. Echague, batalla que tuvo lugar en 1829. El estreno en España de esta obra lo realicé, con gran éxito, en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en los conciertos de Radio 2: “5 siglos de músicas (América y España)”.
www.mariateresachenlo.com
por Lucas Quirós
Foto: María Teresa Chenlo ha retrocedido en el tiempo para realizar el estudio musicológico, edición y grabación de piezas de salón de Uruguay del siglo XIX.Ç
Acred: MrWolf