Marcel Ortega i Martí ha sido uno de los tres finalistas mundiales en el Eric Ericson Award, uno de los premios de dirección coral más importantes del mundo, ocasión para mantener este encuentro.
Para un director, ¿provenir de la música coral más que de la instrumental cambia el enfoque de trabajo y los resultados?
En mi caso, tengo la suerte de estar recorriendo ambos caminos, tanto el coral como el instrumental. Desde bien pequeño mi acercamiento a la música fue a través del canto, así como de los instrumentos que estudié en el conservatorio, que fueron el clarinete y el órgano. Profesionalmente, he tenido la suerte de ser director de una banda municipal, recibir invitaciones en orquestas y, ahora, ser convocado para el premio de dirección coral más importante que existe. Considero que tanto lo coral-vocal como lo instrumental se alimentan el uno al otro. Los resultados tienen que ser siempre los mejores, pero la imaginación musical y los recursos vinculados a un medio o a otro no siempre son los mismos. Así, el imaginar el texto que se correspondería a una célula rítmica o el canto de la horizontalidad de una línea, así como el empaste y la resonancia conjunta son conceptos que pueden asociarse a lo vocal. En cambio, la gestualidad instrumental, el mundo de las mixturas tímbricas o el sólo hecho de que cuando tocamos vemos todo lo que hacemos mientras que en el canto queda oculto, son aspectos de lo instrumental que pueden enriquecer a lo coral.
¿Con qué música se encuentra más cómodo? ¿Dónde está su territorio natural?
Toda música me resulta muy atractiva y sugerente, siempre que sea buena música. No tengo predilecciones por épocas o por compositores; más bien por ciertas obras con las que conecto profundamente. Así, me parece igual de intenso lo sobrecogedor del Lux æterna de Ligeti, lo expresivo de la Segunda Sinfonía de Rachmaninov o la sofisticada travesura de algunos madrigales de finales del Renacimiento… Todo ello por no hablar de la riquísima complejidad de la música española o el interés que me despiertan las obras actuales. Es para mí un reto y una oportunidad de encontrar expresiones y experiencias artísticas distintas, y poder beber de la tradición coral y de la instrumental es una suerte.
¿Próximos compromisos? Porque se cierne algo importante…
El primero de ellos, sin lugar a dudas, es mi participación en el Eric Ericson Award, el premio profesional de dirección de coro más importante que existe, para el cual soy uno de los finalistas internacionales. Además, tengo la suerte de contar con unos próximos meses bien llenos de actividad: en noviembre me pongo al frente de la orquesta Camerata XXI para dirigir un estreno, mientras que en diciembre seré uno de los directores escogidos para el Concierto del Milenario de Montserrat, en el que dirigiré a la célebre Escolanía y a la orquesta junto a personalidades como Josep Pons, Salvador Mas o Francesc Prat, tanto en la basílica como en el Palau de la Música. En febrero tengo dos compromisos importantes: uno con la Banda Municipal de Barcelona, al frente de un programa que va desde Tchaikovsky hasta la música electrónica e incorpora un estreno de David Moliner, y en marzo dirijo como invitado, ya por cuarta vez, a la Camerata Toldrà, acompañando a Maria Canyigueral con el Concierto para piano n. 4 de Beethoven. Además, estamos trabajando en otros proyectos que, por ahora, no pueden desvelarse…
También tenemos entendido lo importante que son para usted los proyectos sociales…
He tenido la suerte de formar parte de proyectos divulgativos y educativos, como “L’Escola canta”, en la Comunidad Valenciana, de la cual fui compositor en la edición 2023, y en el que participan miles de niños. Cuesta poco convencerme para unirme a proyectos que tienen como objetivo aumentar la presencia de la música e incidir en que sea parte irrenunciable de nuestra sociedad. Evidentemente, necesitamos gente del arte y de la cultura, músicos, creadores de todo tipo e intérpretes en general, pero, para mí, lo más importante es tener una sociedad llena de médicos, maestros, conductores, diseñadores gráficos… Lo que sea, que sean amantes del arte y de la música. Y, de momento, nos toca a nosotros empujar para que el arte tenga el lugar que le corresponde en una sociedad culturalmente madura y democráticamente sana.
Ha sido seleccionado como uno de los tres finalistas mundiales en el Eric Ericson Award, uno de los premios de dirección coral más importantes, ¿qué significa para usted?
Es un gran reconocimiento y a la vez un enorme reto. Reconocimiento, porque llevo años luchando para posicionarme y tener oportunidades de este tipo, y ser nominado como uno de los posibles ganadores del premio más importante que existe es un gran gesto de apoyo, de decir “sigue por aquí, tu manera de sentir y trabajar la música es de calidad”. Cualquiera que se encuentre en una posición parecida a la mía (por edad, por momento vital y profesional) sabe que son muchas las convocatorias y los intentos de estar aquí y allá, de presentar propuestas, reunirte con todo tipo de responsables artísticos…, en definitiva, de hacer grandes esfuerzos y llevarse muy a menudo decepciones o andar caminos que no llevan a ningún sitio. Ser finalista es un gran “sí” que agradezco profundamente a la vida. Y, obviamente, lo que una oportunidad así podría suponer es un gran reto y una responsabilidad conmigo mismo. Es cierto que en un concurso puede ocurrir de todo, absolutamente, y que el gran logro es haber llegado aquí. Pero, naturalmente, uno se preparara para conseguir el mejor de los resultados: para esto estamos aquí.
por Lucas Quirós
* Esta entrevista está actualizada con respecto a la publicada en la edición impresa de RITMO de noviembre 2024, en la que se le cita como seleccionado entre ocho semifinalistas
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Foto: “Para mí es un reto y una oportunidad encontrar expresiones y experiencias artísticas distintas, y poder beber de la tradición coral y de la instrumental es una suerte”, afirma el director Marcel Ortega i Martí.
Crédito: © Anna Tena