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Münchner Opernfestspiele

La excelencia de un Festival

Septiembre 2019

Entre los múltiples alicientes que desde finales de junio hasta el último día de julio brinda a los amantes del género lírico el Festival de Ópera de Munich (Münchner Opernfestspiele), está la posibilidad de disfrutar de dos grandes estrenos, junto a una docena de producciones de la casa desde su reapertura en 1963, tras su destrucción veinte años antes por un bombardeo de la RAF.

Un programa perfectamente organizado, como prueban los cinco días (del 25 al 29 de julio) que brindaron al que esto firma, un repaso al periodo más fértil en la historia de la ópera, de algunos de cuyos ejemplos quedó constancia en varias críticas en la pestaña “auditorio” de la web de RITMO. Desde el barroco de la Agrippina haendeliana al exótico Puccini de La fanciulla del West, pasando por el belcantismo de Donizetti en L’elisir d’amore, el verismo de Giordano y su Andrea Chénier y, cómo no, el totémico Wagner, con Los Maestros Cantores, que conocieron su estreno absoluto en el mismo lugar, y con los que Zubin Mehta decidió cerrar cada uno de los festivales.

Kirill Petrenko

Una tradición recuperada por el director saliente, Kirill Petrenko, quien se ha reservado unas fechas en la Filarmónica de Berlín, a cuyo frente ahora se pone, para dirigirlos de nuevo en la siguiente edición. Confiando en que los resultados serán mejores que en esta, lastrados por la caída del cartel del divo local, Jonas Kaufmann, sustituido en último momento como Stolzing por Daniel Kirch, tenor con voz insegura, alejada del canto wagneriano, que no pudo con el papel. Esto, unido a la falta de presencia de Wolfang Koch para afrontar un personaje tan carismático como el sabio zapatero Hans Sachs, debieron pesar para que la orquesta titular, especializada en el compositor de Leipzig y a las órdenes del concienzudo Petrenko, pareciera perder el pulso, que afortunadamente recuperó a partir del segundo acto, lo que le valió el apoteósico reconocimiento del público.

En la columna del haber, cabe destacar el caudal sonoro como Pogner de Christof Fischesser (La Roche en el reciente Capriccio del Teatro Real), así como la preciosa voz de Allan Clayton como David. Y dos de las piezas estables del Teatro, el tenor Kevin Conners (Vogelsang) y la mezzo Okka von Damerau que, como Magdalene, eclipsó en calidad a la soprano Sara Jakubiak, su amiga Eva en la narración.

Una historia dirigida escénicamente por David Bösch, que traslada la acción a un barrio marginal en fechas recientes, en un trabajo depurado hasta el menor detalle, regalando incluso acciones secundarias para quien no quiera perder detalle. Utilizando como eje al verdadero héroe de la noche, el impertinente Beckmesser, bordado vocal y actoralmente por Martin Gantner, convertido por Bösch en un trasunto de la insensata Pantera Rosa, que se hace querer por sus torpezas.

Elisir d’amore

No es la única referencia al séptimo arte de Bösch (tentado en su actividad habitual por el cine), que ya en 2009 para su primera colaboración con la Bayerische Staatsoper, un Elisir d’amore con aire de cuento infantil, recuperado un día después de Meistersingers en el mismo escenario, convertía en Charlot al tierno y desvalido protagonista, potenciado con las pócimas del astuto Dulcamara, a cargo del siempre eficaz barítono Ambrogio Maestri, que desde su aparición impulsó la acción del reparto en pleno. Empezando por el Nemorino de tenor eslovaco Pavol Breslik, a quien se pudo ver en el mismo papel el pasado año en la producción de Mario Gas para el Liceu, y la soprano sudafricana Pretty Yende como Adina, con voz bien manejada en agudos y pianos y una notable coloratura. Juntos redondearon una escena final gloriosa, dúo incluido. Aunque el momento de oro se lo anotó Breslik cuando, encaramado a un poste de teléfonos, con la respiración contenida en la sala, que ya le había ovacionado en su “Adina credi”, cantaba su conocida “Furtiva lágrima”. En el foso, una mujer, Joana Mallwitz, sólida en sus movimientos, defendiendo con solvencia la partitura donizettiana, dio consistencia a la acción, reforzada por la consabida eficacia del coro.

Giordano: Andrea Chénier (25 julio) / Wagner: Die Meistersinger von Nürnberg (27) / Donizetti: L’elisir d’amore (28) / Puccini: La fanciulla del West (29) / Haendel: Agrippina (26)

por Juan Antonio Llorente

www.staatsoper.de/opernfestspiele.html

Foto: David Bösch traslada la acción de Los Maestros Cantores a un barrio marginal en fechas recientes.
Crédito: © Wilfried Hösl

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