La pianista española, afincada en EE.UU, es la encargada de interpretar la transcripción de Liszt de la Novena Sinfonía de Beethoven en el ciclo promovido por el CNDM, que, si la situación actual no lo impide, la llevaría también a Granada y Santander con estos dos titanes unidos en una misma obra.
En su relación con Beethoven destaca un gigante, ya que interpreta el arreglo de Liszt de la colosal Novena Sinfonía…
Cuando el CNDM me propuso el proyecto de embarcarme en la Novena transcrita por Liszt, me atrajo muchísimo el reto, y más aún en el marco del año Beethoven. Naturalmente, la primera impresión al estudiar la partitura es de un respeto inmenso. Uno se siente muy pequeño ante esta conversación entre dos gigantes: la obra magna Beethoveniana vista a través de las lentes del mayor innovador de la técnica pianística de la historia del instrumento. Aunque había escuchado la Novena infinidad de veces, estudiar esta partitura ha sido como conocerla por primera vez, está siendo revelador. Pese a las dificultades, Liszt sorprende por su genialidad en trasladar la orquesta al teclado de forma absolutamente idiomática y siempre posible. Liszt guía al intérprete con detalladas indicaciones de pedal, de digitación, de instrumentación y uno nunca se siente "solo". De hecho, Liszt tuvo muchas dificultades en terminar de transcribir la Novena y, al saber eso, uno percibe que está recorriendo el camino de su mano, con sus vicisitudes y sus maravillosas recompensas musicales e intelectuales. Creo que la clave es afrontar la partitura con humildad y respeto máximo por las intenciones de los dos compositores. Tengo que decir que participar en este proyecto, junto con otros cuatro pianistas del panorama nacional, a los que admiro tanto y que también recorren este camino de las transcripciones sinfónicas Beethoven-Liszt, me animó mucho a aventurarme en este viaje.
¿Es partidaria de retomar los proyectos cancelados por el COVID-19?
Sí, por supuesto. Además de la remuneración económica, los gastos ya ocasionados y la oportunidad y prestigio que los conciertos proporcionan al músico, hay que contar con el tiempo de estudio tan grande que conlleva la preparación. Y el músico necesita volcar ese esfuerzo y mostrarlo al público para que el trabajo no caiga en saco roto. Pienso que se debe intentar recuperar la mayoría de conciertos; por ello, animo a los programadores a que sean conscientes de esto al preparar futuras temporadas y permitan un espacio en ellas para los proyectos que no han podido llevarse a cabo en el 2020, para no saturar la oferta musical.
¿Qué se le ocurre como activa intérprete para compensar las pérdidas ocasionadas por la cancelación de estos conciertos?
Están llevándose a cabo iniciativas preciosas por parte de muchos artistas, como conciertos online para recaudar fondos para los músicos más afectados. En Alemania, por ejemplo, los músicos asalariados de orquesta han fomentado la recaudación de 1 millón de euros en favor de los músicos freelancers, un gesto bellísimo. Sin embargo, esta crisis a gran escala necesita ayudas a gran escala. Vuelvo a Alemania y también a Francia para poner a su Gobierno de ejemplo, al situar la cultura como bien de primera necesidad durante los primeros días de esta crisis e impulsar iniciativas claras y concretas en estos momentos de incertidumbre. Naturalmente, el sector sanitario es prioridad, pero siempre hay y debe haber espacio para la cultura, nuestra vacuna para el espíritu, mientras la ciencia desarrolla la vacuna para el cuerpo. En España se ha tardado mucho en plantear ayudas específicas a la cultura, que se suma a una Ley de Mecenazgo incompleta y una inversión privada muy debilitada por la crisis. El Estado es fundamental en la recuperación del sector de la cultura, que no solo es esencial para nuestro desarrollo espiritual, emocional, intelectual... sino que es un 3,9% del PIB.
Llegados a este punto, ¿qué le hizo trasladarse a EE.UU?
Cuando en 2011 terminé el grado en el Conservatorio Superior de Música de Madrid con Fernando Puchol, la oferta de estudios de posgrado en España era muy limitada, casi inexistente (ahora hay mucha más oferta), así que viajar fuera de España era prácticamente la única opción para seguir estudiando. Mi mirada se dirigía a Europa en un primer momento, pero mis planes cambiaron cuando Salomón Mikowsky, profesor en Manhattan School of Music y una de las figuras más influyentes de la enseñanza pianística, me propuso estudiar con él tras una clase magistral en el Forum Internacional de Música de Torrelodones. Sus enseñanzas son de otro mundo, es difícil describir todo lo que se aprende en solo una de sus clases. Tenía 19 años entonces; hice las audiciones correspondientes, solicité becas e hice las maletas: primero hice un máster de dos años en Chicago, en la Universidad de Roosevelt, donde Salomón Mikowsky también daba clases y después continué con él en Manhattan School of Music haciendo un postmaster. Nueva York me cautivó y no me pude soltar de la adicción que produce su vibrante vida cultural, así que permanecí en este área desarrollando mi carrera y completando un doctorado en Rutgers, la Universidad estatal de Nueva Jersey, donde también doy clases, a unos 45 minutos de Nueva York.
¿Qué cree que ha podido aportar a la cultura musical norteamericana? ¿Y viceversa?
EE.UU me ha aportado cosas muy valiosas: en primer lugar, el fomento de la creatividad a la hora de programar, a plantear conciertos en los que se combine repertorio insospechado y en los que la música contemporánea tenga mucha presencia. Por otro lado, la valentía para las propuestas interdisciplinares, en las que se combine la música con otras artes como la danza, las artes visuales o la literatura. También he aprendido mucho sobre la importancia de la inversión privada a las artes, que empiezan con una cultura musical muy completa en los colegios, donde casi todos los niños participan en la orquesta, banda o coro de su centro. De esta manera, los que no deciden continuar con la música de forma profesional, aprenden de la importancia de ésta en nuestras vidas y entran a formar parte del tejido musical del país, consumiéndola como oyentes y aportando ingresos que consideran una inversión económica y espiritual. Así como EE.UU debe aprender de España en inversión estatal a la cultura, nuestro país debe hacerlo de EE.UU en el movimiento de inversión privada en las artes.
Ejercerá en parte como una embajadora de la música española…
Por mi parte, trato de contribuir a dar a conocer la música de compositores españoles y latinoamericanos en conciertos y conferencias, pues hay mucha música de incalculable valor en nuestro país y el mundo hispanohablante que aún el público general norteamericano desconoce. En mis conciertos he incluido obras de compositores como Jesús Torres, Benet Casablancas, Roberto Sierra, u obras de Alicia de Larrocha en su faceta como compositora y también de compositores más tradicionales y fama más extendida como Enrique Granados, como hice en el proyecto de danza Goyescas con la HubCity Opera Company. También intento crear puentes entre instituciones españolas y estadounidenses, como hice con la Universidad de Rutgers y la Fundación Più Mosso en un concierto homenaje a Leonard Bernstein en el Auditorio Nacional.
¿En qué proyectos se encuentra actualmente trabajando?
Este año, Beethoven iba a ser el protagonista, y ojalá aún pueda ser así, ahora que se ve un poco de luz al final del túnel. Con suerte, los teatros pueden empezar a volver a la vida lo antes posible y se pueda llevar a cabo, por ejemplo, el Festival de Música y Danza de Granada, que tiene una programación maravillosa este verano y donde está fijado mi concierto de la Novena transcrita por Liszt en el ciclo #Beethoven2020. Ojalá también el CNDM pueda retomar pronto su necesaria actividad cultural y, en el que también tocaría la Novena el 16 de julio en Santander. En otoño tengo planeados otros conciertos de música de cámara y como solista en Nueva York, Nueva Jersey y Madrid, donde Beethoven sería también protagonista. Además de Beethoven, tengo proyectos en torno a la figura de Manuel de Falla junto con el Archivo Manuel de Falla de Granada para 2021 y tengo en perspectiva encargos a compositores españoles y proyectos de grabación que espero puedan salir adelante.
¿En qué repertorio se siente más cómoda?
Me siento cómoda con el repertorio Barroco de Bach y Scarlatti, y con la música contemporánea, que siempre me abre nuevos caminos sonoros y disfruto mucho estudiando. También disfruto interpretando el Haydn de sus últimas Sonatas, los románticos Chopin, Brahms, Schumann... Y también con la música latinoamericana, por ejemplo Ginastera, y por supuesto española, especialmente Falla. Sin embargo, muchas veces uno mismo se sorprende encontrándose cómodo en un repertorio que uno no esperaba, pues cada obra es un mundo dentro del universo de cada compositor. Antes de este año, hacía un tiempo que no me embarcaba en Beethoven y ahora no hay día que pase sin que toque su música, es casi como una necesidad. También el intérprete evoluciona en sus gustos y en la técnica y eso hace que el repertorio vaya variando por etapas, incluso dependiendo de las vivencias personales de cada uno.
¿Qué aporta la enseñanza a tu actividad como intérprete y que le aporta tu experiencia como intérprete a tu docencia?
Leonard Bernstein, que hizo mucho por realzar el prestigio de los docentes de música, él mismo seguramente uno de los más mediáticos pedagogos y difusores de la música clásica en la historia, decía que enseñar y aprender no son términos opuestos, sino que están entrelazados. Para mí, una experiencia bebe de la otra y aprendo muchísimo de mis alumnos. Entre otras cosas, la enseñanza siempre me recuerda la importancia de la comunicación con claridad máxima. Y esto, en el escenario, se aplica tanto a la claridad de concepto que debe tener el intérprete para entender las intenciones del compositor, como a la claridad para transmitir al público ese mensaje. Por otro lado, mi experiencia en el escenario me ayuda a entender el proceso creativo de cada alumno, saber ponerme en su piel y guiarles a través de todos los pasos hasta llegar a escena. Y ese proceso va desde prepararles específicamente para concursos, audiciones o un concierto en Carnegie Hall, hasta ayudarles a encontrar su identidad musical, que muchas veces empieza por que encuentren su identidad cultural, especialmente en la gigantesca "melting pot" o crisol de culturas americano.
por Gonzalo Pérez Chamorro
www.enriquetasomarriba.com
Foto: La pianista Enriqueta Somarriba, encargada de interpretar la Novena Sinfonía de Beethoven en el arreglo de Franz Liszt, ciclo promovido por el CNDM.
Crédito: © Michal Novak