El Ciclo ha llegado a su XX Aniversario con tres conciertos en los que ha predominado el repertorio de los siglos XIX y XX y un concierto extraordinario, centrado en la música barroca. Únicamente en una de las citas musicales el órgano del santuario ha sido el protagonista indiscutible, mostrando toda su riqueza tímbrica gracias a sus 4.072 tubos (Blancafort, 1.977); en las otras tres ha sonado junto a otros instrumentos como violín, flauta, viola y arpa.
A lo largo de estas dos décadas se ha ido consolidando como uno de los certámenes musicales más importantes de Aragón, como así lo refleja el numeroso público que ha acudido también en esta ocasión. Los conciertos han abierto nuevos caminos de la mano de los mismos músicos: colaboraciones entre festivales, originales combinaciones instrumentales… De hecho, dos de los organistas invitados dirigen su propio festival: Ribas, el ciclo de órgano de Andorra, y Ott, el de Versalles.
Ignacio Ribas, organista titular de la iglesia arciprestal de Sant Esteve, en Andorra, inauguró el Ciclo, ofreciendo un programa basado principalmente en autores contemporáneos, aunque también interpretó su propio arreglo del Concierto n. 6 de Soler (S. XVIII), en el que jugó con los ámbitos acústicos que ofrecen los dos órganos del santuario, situados uno junto al coro del presbiterio y el grande rozando la bóveda de ladrillo. En la Pieza Sinfónica de Usandizaga el intérprete puso de manifiesto todas las posibilidades sonoras del instrumento, desde los suaves fondos al luminoso “tutti”. El resto del programa se completó con el Te Deum del compositor letón P. Vasks, el Scherzo de Bossi y el Carillon Sortie deMulet, una brillante y alegre composición de gran vitalidad desde su momento inicial.
El quinteto “El Trovar” protagonizó la segunda actuación del Ciclo. Los zaragozanos Carolina V. Pimpinela (flautas de pico), Sergio Franco y Juan Bernués (violines); Laura Lafuente (violoncello) y Saskia Roures (continuo) ofrecieron un repertorio centrado en obras del Barroco italiano. “El Trovar” apoya sus interpretaciones en una sólida investigación sobre las fuentes, su contexto temporal y el uso de instrumentos de época, planteamiento reflejado en el concierto. El Settecento italiano se escuchó de la mano de autores poco conocidos como Cima, Bassano o Rognoni. Destacó la meticulosidad en la atención a la partitura y la pulcritud en el estilo. Especialmente comentada fue la Battalla de Barabaso yerno de Satanas, de Falconieri, una lucha entre el bien y el mal plasmada a través de los instrumentos. El musicólogo Álvaro Torrente destacó “la madurez de estos jóvenes músicos españoles, una muestra clara del alto nivel que estamos logrando en nuestro país”.
En el tercer concierto, el violista Daniel Ibáñez (Navarra) y la organista Maite Aranzabal (Torreciudad) ofrecieron un original programa. Ibáñez demostró un gran virtuosismo en la Romanza de Bruch, con un significado especial para él, ya que la interpretó en calidad de solista con la Orquesta Sinfónica de Gijón. Escuchamos cuatro de las siete canciones populares de Falla; la fibra sensible del público, mayoritariamente aragonés, quedó “tocada” con la Jota y la sonoridad de las castañuelas, utilizadas en dos momentos álgidos de la obra. Como cierre del concierto, tres piezas del gran genio Pedro Iturralde. En El molino y el río, sobre un tema popular vasco-navarro, se fundieron los orígenes de ambos músicos. Siguió la Miniatura Impromptu, composición ecléctica que ofrece en la sección central un pasaje de jazz, para terminar con Vals y Krytis, de la Suite Helénica, dejando un magnífico ejemplo de ritmos vivísimos y sonoridades increíbles de ambos instrumentos.
Los músicos franceses Isabelle Lagors (arpa) y Christian Ott (órgano) clausuraron el Ciclo con un programa dedicado a la Música Romántica e Impresionista, con especial atención al repertorio francés, logrando un ágil y continuo diálogo entre arpa y órgano. El romanticismo ruso tuvo su momento con Tchaikovsky y su Canción triste. En el Allegro de la Sonata n. 5 de Guilmant, quedó patente el virtuosismo de Ott. La segunda parte del concierto, dedicada al impresionismo, comenzó con Debussy. Su conocida obra para piano Claro de Luna fue interpretada de forma magistral, con una perfecta sincronización entre ambos instrumentos. El programa incluyó Imágenes para arpa, de Tournier, y como colofón, Introducción y Allegro de Ravel, donde se comprobó la rica amalgama de timbres, ritmos y combinaciones sonoras que ambos intérpretes son capaces de crear.
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Mª José Egido – Maite Aranzabal
Fotos: J.E. ESTIL-LES
Foto: El quinteto “El Trovar”, integrado por los zaragozanos Carolina V. Pimpinela (flautas de pico), Sergio Franco y Juan Bernués (violines); Laura Lafuente (violoncello) y Saskia Roures (continuo).