En el año que acaba de finalizar, se han cumplido los 200 años de la muerte del compositor Félix Máximo López (1742-1821). En torno al año 1975, buscando partituras en la Biblioteca Nacional, apareció ante mí el Manuscrito (M.1234) “Música de Clave de Dn. Félix Máximo López Organista D.L.R.C.S.M.C.”. Era casi un ilustre desconocido en los programas de conciertos. A partir de entonces comenzó un romance entre él y yo, que permanece hasta hoy.
Desde el año 1979 he incluido obras de Félix Máximo López en muchos de mis conciertos en Europa y América. En 1984, en el Museo del Prado, presentamos la primera audición de sus Sonatas a Quatro manos junto con mi colega Sharon Gould. Este concierto fue grabado y emitido por RTVE en dos programas de Música y Músicos, que se pueden encontrar en su archivo de programas. Asimismo, realizamos la primera grabación mundial de las mismas en un disco, que incluía mi estudio de su vida y obra, el cual obtuvo el “Premio Nacional del Disco del Ministerio de Cultura 1985 por sus valores culturales y artísticos”.
Clave o fortepiano
Al interpretar sus obras para tecla, así como las de sus contemporáneos, se plantea la cuestión, ya reiterativa, de si debemos interpretarlas en clave o fortepiano. En los manuscritos de López aparece “Música de clave”. Solo en las Variaciones del Fandango Español al fortepiano, específica este instrumento.
Un Cuaderno con obras de Sessé (1736-1801) lleva por título “…Música para Clavicordio, Forte-piano y órgano por Dn Juan Sessé,…”. La cuestión es, pues, ¿qué instrumento elegimos?
Cuando apareció el fortepiano, se dejaba a elección del intérprete el uso del mismo o del clave. La aparición del nuevo instrumento no creó inmediatamente un lenguaje específico para él. Mozart comenzó su carrera con el clave y luego pasó al fortepiano, tocando durante mucho tiempo en ambos instrumentos. En 1805, el Op. 31 de Beethoven tenía la indicación “pour le clavecín ou fortepiano”.
En España hubo constructores como Francisco Flores que hablaba de claves de “pluma y de piano” (martillos). Se sabe, por el inventario de los instrumentos de la Reina María Bárbara que, de los cinco pianos florentinos hechos por Ferrini, alumno de Cristofori, cuyo mecanismo era de martillos, dos de ellos fueron convertidos en claves.
Domenico Scarlatti estaba en Palacio como maestro de la Reina, ¿sería muy osado preguntarse si fue una sugerencia suya o su egregia alumna tomó la decisión? ¡Cuántas dudas quedan por aclarar! En ese inventario consta que la Reina poseía doce instrumentos de tecla, repartidos entre los Palacios del Buen Retiro, Aranjuez y el Escorial. Los tres mejores los legó a Farinelli, de los cuales desgraciadamente no se conserva ninguno. De estos tres, la estrella era Il Correggio. Este instrumento tenía 56 teclas, octava tendida, registro partido, tres clases de cuerdas (cobre, acero y tripa) y poseía 10 Bottoni (pedales). Fue construido en Madrid por Diego Fernández. Una verdadera joya perdida.
Entre los constructores famosos de fortepianos está Johann Schantz (1762-1828). Construyó diferentes instrumentos; los más antiguos con 73 teclas (FF-f4) y de forma alargada, como los claves venecianos, de los cuales se conservan magníficas restauraciones Es un verdadero placer tocar en ellos y lograr que la música suene precisa y con un sonido similar al del clave. Luego construyó el mayor de sus pianofortes, que poseía cinco pedales: una corda, faggotto, forte, sordino y el de tambor y címbalos.
El atribuido al constructor español Francisco Fernández, que se encuentra en el Palacio Real de Madrid, tiene estas mismas características, pero duerme el sueño eterno, sin que se acometa una buena restauración por un buen luthier. Qué maravilla sería poder tocar la música de los compositores españoles como López, Teixidor, Blasco de Nebra, etc., en su verdadera salsa. La cuarta variación, de las segundas Variaciones al Minuet Afandangado, López la llama “Imitación de fagot”. Conocía ese fortepiano…
Retos interpretativos
Al intérprete se le presentan varios retos: lograr que, con el instrumento que elija, pueda hacer música de tal forma que la partitura brille hasta en sus más mínimos detalles; adaptar, siguiendo la partitura, los elementos técnicos y expresivos que ofrezca el instrumento elegido para lograr los contrastes dinámicos y conseguir un discurso fluido, libre y de gran intensidad emotiva; atender el ritmo, la música requiere equilibrio y sosiego.
Tocar en claves o fortepianos originales bien restaurados, o en copias fieles, te cambia completamente el tempo; te hace respirar, frasear con elegancia y desechar esa terrible mecanización en que se quiere convertir, con frecuencia, la interpretación actual. En el terreno personal cada uno hará su elección. En mi caso he interpretado estas partituras en ambos, y encuentro enriquecedor lograr con ellos versiones totalmente satisfactorias.
Mi determinación como intérprete es esta: busco mi versión, y elijo clave o fortepiano ad hoc.
por María Teresa Chenlo
www.mariateresachenlo.com
Foto: María Teresa Chenlo, que acaba de interpretar obras de Félix Máximo López, junto al clave Hass, copia de un original de Hieronymus Albrecht Hass de 1740, durante un recital en el pasado ciclo “La Alhambra en Clave”.
Crédito: © Archivo Manuel de Falla