Eduardo Fernández, piano.
BIS Bis-2495 (CD)
LA CURVA DEL TIEMPO
La figura del compositor Bernd Alois Zimmermann (1918-1970) ocupa una posición decisiva en la renovación del panorama compositivo europeo posterior a la Segunda Guerra Mundial. Perteneciente a una generación previa a la de Stockhausen, no llegó a integrarse nunca plenamente en los presupuestos surgidos en torno a Darmstadt, que postulaban una radical reinvención, a modo de tabula rasa, del lenguaje musical. Por el contrario, Zimmermann desarrolló a lo largo de su obra una singular y fértil concepción temporal, sostenida en una suerte de simultaneidad donde las categorías de presente, pasado y futuro se diluían a favor de una imagen esférica del tiempo. Sin embargo, esa noción no se sitúa bajo el signo de la reconciliación, sino que más bien asume una resonancia apocalíptica. El autor, que vivió el horror de las dos guerras mundiales y cuya compulsión existencial asumirá un trágico final con su suicidio en plena madurez creadora, fue uno de los compositores que mejor registró el horror del siglo XX, como testimonian su ópera Die Soldaten o sus dos oratorios.
La integral para piano solo de Zimmermann se aleja de la atroz intensidad dramática de aquellas, pero alberga un conjunto de espléndidas miniaturas para piano que trazan, a la vez, una trayectoria estética. El pianista madrileño Eduardo Fernández ofrece una extraordinaria lectura donde convergen de manera ideal una absoluta convicción y un indiscutible virtuosismo técnico. Quizá lo que inicialmente llama la atención en la escucha de este registro, el primero de su colaboración con el sello BIS, es la precisa atención de Fernández a las sonoridades y a las peculiaridades expresivas de cada una de las piezas. No hay nada de aridez en una aproximación donde incluso aquellas partituras aparentemente más abstractas o especulativas, como las concisas Konfigurationen, de 1956, adquieren una misteriosa fisonomía sonora, casi mercurial en sus perfiles dibujados contra el silencio, resultado del complejo control de articulaciones dinámicas, ataques y uso del pedal que requieren.
En fascinante orden cronológico, el recorrido se inicia con el pluralismo estilístico, ecos de otros autores o referencias a distintas tradiciones folclóricas, que irrigan las Tres piezas tempranas, Extemporale o el vertiginoso Capriccio, todas ellas concebidas en los últimos años de la Segunda Guerra Mundial. Fernández exalta su atractiva mutabilidad tímbrica, a la vez que expone todos sus extraños repliegues expresivos, que se extienden desde la aparente ingenuidad de las primeras a la nostalgia teñida de desolación que destila la serie Extemporale, en la que emergen, irrumpiendo como festivas contraimágenes del contexto histórico, afirmativos juegos rítmicos cuyo impulso es perfectamente dosificado por el intérprete con una pulsación de enorme nitidez y vitalidad. Pero quizá la obra principal del registro sea el conjunto denominado por el autor, un tanto herméticamente, Enchiridion (1949-1951), un término latino de resonancias eclesiásticas que significa “manual” o “guía” y en el que Zimmermann sintetiza el empleo de las formas tradicionales con exploraciones lingüísticas que integran el legado bartokiano, las sonoridades impresionistas o el rigor de Webern, para generar una poética propia sobre la que se asentarán sus creaciones posteriores.
La variedad expresiva, en las que alternan las atmósferas estáticas y meditativas con inexorables mecanismos métricos o con desfigurados tributos (Debussy, e incluso Johann Strauss) y las exigencias virtuosísticas que demanda su ejecución, no hacen sino confirmar el compromiso de Fernández en una interpretación que se alza como una referencia discográfica en este repertorio.
David Cortés Santamarta