Lyric Symphony. Sinfonietta. Symphony n. 1. Symphonic Songs. Frühlingsbegräbnis. Maeterlinck-Songs. Opera Highlights.
Christine Schäfer. Matthias Goerne. Franz Grundheber. Edith Mathis. Orchestre de Paris. Philharmonisches Staatsorchester Hamburg. ORF Vienna Radio Symphony Orchestra / Christoph Eschenbach, Gerd Albrecht, Hans Graf.
Capriccio C7360 (6 CD)
150 AÑOS DE ZEMLINSKY
Hace años hemos emprendido una cruzada a favor de Zemlinsky, uno de los mayores artistas de los primeros cuarenta años del siglo XX, al que hay que volver a colocar entre los grandes, tras el olvido que aún persiste de su figura iniciado con el ascenso nazi, como a tantos otros. El principal problema con este autor es que no tiene ningún perfil claro y sencillo que permita al aficionado medio asociarlo: más allá de la Sinfonía Lírica Op. 18, que ya de por sí es una obra híbrida en su definición, ¿es un compositor de música sinfónica y de cámara? ¿Tiene repertorio de canciones amplio? (no aparece en los ciclos de Lied) ¿Por qué no vemos sus óperas? ¿No compuso ópera, o las que escribió no tienen calidad suficiente, o son muy difíciles?
Ahora que se conmemora el 150 aniversario de su nacimiento, Capriccio nos invita a reconocer su valía con seis discos que recopila lo esencial de su producción. En primer lugar, para poder hablar con propiedad de su trayectoria, es muy conveniente equipararla a la de Mahler, amigos ambos hasta tal punto que Mahler le ayudó en rematar los detalles de su ópera Es war einmal, que el propio Mahler dirigió en 1900 en la Ópera de Viena, su feudo en aquel momento. Y es necesaria esta comparación porque el desempeño primordial de Zemlinsky durante toda su vida fue el de director de ópera: de 1911 a 1927 en el Teatro de ópera alemana de Praga y, por invitación de Klemperer, de 1927 a 1933 en la Ópera Kroll de Berlín; tras unos años en Viena, huida a Nueva York, a empezar desde cero, donde murió en 1942. De aquí se deduce que era un experto en voces, en escritura orquestal y en entender la esencia dramática de la ópera.
Tras la excelente versión de la Sinfonía Lírica Op. 18 con un Goerne en plenitud y no tan engolado como hoy, y una brillante Schäfer bajo la batuta de Eschenbach, el segundo disco está íntegramente dedicado a su música sinfónica con la juvenil y un tanto impersonal Sinfonía n. 1, toda una rareza, la fresca y exquisita Sinfonietta Op. 23, y tres números del ballet El triunfo del tiempo, muy emparentados estilísticamente con los Gurrelieder de Schoenberg, no en vano Zemlinsky fue su maestro. Aunque hubiéramos preferido que se incluyera su poema sinfónico La sirenita, sirve como perfecto marco introductorio.
El quinto disco ofrece el Trío para clarinete, cello y piano Op. 3, homenaje a Brahms, al que llegó a tratar en el último año de su vida y, sin lugar a dudas, no entendemos que aparezca la buena versión del Pacific Trio, que transmuta la parte de clarinete en violín en lugar de la original. Se complementa con el segundo de sus Cuartetos, extraído de la integral (son cuatro) del Artis Quartett Wien, cuarteto solvente y resolutivo.
El resto de los discos es todo música vocal, siendo el tercero la joya del cofre por cuanto ofrece cinco obras para solistas, coro y orquesta, de las que solo dos tienen número de opus, pero que son toda una revelación; atrévanse con el encantador Frühlingsbegräbnis para soprano, barítono, coro y orquesta, y se enamorarán del autor, o de las siete canciones que constituyen los Symphonische Gesänge Op. 20, que en la voz del barítono Grundheber (¡qué gran voz para aquellos que lo hemos escuchado en directo!), son equiparables a las obras de Mahler. De las Seis Canciones Op. 13 sobre textos de Maeterlinck, podemos incluso disfrutar de dos versiones, la original con la soprano Petra Lang, y el arreglo para voz y conjunto de cámara de Stein, interpretado por el Linos Ensemble que añade refinamiento y esencia.
El cuarto disco, dedicado al Lied, sirve como pórtico ideal al mundo de la canción y demuestra a las claras como Zemlinsky es heredero del Lied romántico. Extraña que no sean más interpretadas no solo por los profesionales, sino también en los centros de enseñanza, pues su lirismo, atención al texto y refinamiento armónico son ideales para transmitir la calidad del género. La selección es escasa, teniendo en cuenta que escribió más de cien canciones, pero tanto los dos ciclos Op. 6 y Op. 7, como el ramillete de canciones sueltas que aporta la experta Ruth Ziesak, captarán su atención. Por último, de sus ocho óperas, de las que sólo dos tienen número de opus en el catálogo, se ofrecen extractos de cinco de ellas, pero suficientes para admirar que aquí reside la esencia del compositor y que es imperdonable que no tengamos la oportunidad de verlas en escena.
Jerónimo Marín