Hermann Prey, barítono. Erna Berger, soprano. Günther Weissenborn, Ernst-Günther Scherzer,
Michael Raucheisen, Herbert Heinemann y Martin Mälzer, piano.
Profil Edition PH18029 ( 2 CD)
Feliz reedición
Un disco que merece cinco estrellas y toda nuestra atención. El Italienisches Liederbuch es una de las grandes (grandísimas) obras del repertorio y no se ha grabado demasiadas veces; con esta edición recuperamos en CD un LP descatalogado que sólo se podía conseguir en el mercado de segunda mano o por métodos inconfesables. La grabación, de 1959, reúne a un joven Hermann Prey, una veterana Erna Berger y uno de los mejores pianistas de su época, Günther Weissenborn. Hacía pocos años que el barítono había debutado, prácticamente los mismos que hacía que la soprano, una cantante “de antes de la guerra” se había retirado de los escenarios de ópera (aún continuaría cantando en recitales unos años más). La experiencia que dan los cincuenta y nueve años y el entusiasmo juvenil de un cantante de treinta agraciado con el don del Lied, se reúnen en una interpretación que subraya los caracteres sugeridos por Wolf para sus personajes: burlona y más experimentada ella, de inocencia y dulzura irresistibles él.
Con esta obra bastaría para felicitarnos por la reedición del disco, pero además incluye no un bonus track sino un “bonus disc”. Se abre con Frauenliebe und -leben, de Schumann, la madurez y la sabiduría de una cantante concentrada en ocho Lieder, y dos Lieder más de Mendelssohn, todos ellos con Ernst-Günther Scherzer al piano; se cierra con los Vier ernste Gesänge de Brahms que, siendo también una obra que exige madurez, conviene escuchar con benevolencia en este caso; no está en absoluto mal cantada, pero rezuma juventud, la de un barítono de 28 años (que, por cierto, sienta muy bien al último de los cantos). En este caso, el pianista es Martin Mälzer. Entre estas obras hay una selección de nueve Lieder de Loewe, Wolf, Schubert y Grieg, grabados entre 1953 y 1955 con Michael Raucheisen y Herbert Heinemann, que son una delicia; ¡qué naturalidad e intuición las de Hermann Prey!
Como la perfección no existe, hay que reseñar dos puntos flacos en la edición del disco. Uno es inevitable, dado que las grabaciones tienen más de sesenta años: la calidad del sonido es irregular, y el más perjudicado, como siempre, es el piano; menos, la soprano (los barítonos siempre llevan mejor las limitaciones tecnológicas). El otro es la ausencia de textos en el cuadernillo. Complica y encarece la edición, de acuerdo, pero ni siquiera nos remiten a un documento online que medio repare la carencia. Si me permiten dos sugerencias los lectores que no conozcan el Italienisches Liederbuch, escúchenlo sin falta, pero no lo hagan por primera vez sin tener los textos. Seamos prácticos: trasteen en Google para encontrar los poemas y las traducciones y disfruten del Cancionero italiano y el resto de obras.
Sílvia Pujalte Piñán