C. Fischesser, J. Novikova, M. Hartelius. Coros y Orquesta del Mozarteum de Salzburgo / Ivor Bolton. Director de escena: Alexandra Liedtke.
Arthaus 101677 (2 DVDs )
La segunda parte de La Flauta Mágica
El negociante Schikaneder
El empresario y autor teatral, actor e incluso compositor Emanuel Schikaneder (1751-1812) obtuvo, como es sabido, un enorme éxito comercial con La flauta mágica de Mozart (1791), que había encargado y para la que había redactado el libreto. Intentando prolongar aquellas ganancias, tuvo la idea de escribir la segunda parte de la misma, con el título de Das Labyrinth oder Der Kampf mit den Elementen (El laberinto o La lucha contra los elementos) y de solicitar la música al entonces bien conocido compositor Peter von Winter (Mannheim, 1754 – Múnich, 1825). La nueva ópera fue estrenada en Viena el año 1798 con favorable acogida, y a lo largo de tres décadas fueron representadas en diversos teatros de habla alemana en días sucesivos “la primera y la segunda parte” (así solían ser anunciadas: ¡buena vista comercial!) de La flauta mágica. Das Labyrinth cayó después en el más completo olvido, hasta que un siglo largo más tarde, en 1930, fue repuesta en Kiel.
Todo el siglo XX conoció una sola producción más, en la capital bávara el año 1978. Ambas ofrecieron la partitura con severos cortes, de modo que puede afirmarse que hasta el siglo XXI (el año 2002 en Chemnitz y diez años después en el Festival de verano de Salzburgo) no ha sido repuesta en versión casi íntegra: casi, pues sólo se han abreviado las partes habladas (como, por otra parte, es tan frecuente hacer en las últimas décadas con Die Zauberflöte, sobre todo en países de lengua no alemana). Estaba cantado que El laberinto no podía volver a alcanzar el nivel artístico de La flauta mágica; aun así, puede afirmarse que la partitura del hábil Winter no es desdeñable, y no tiene que envidiar a una ópera de Salieri u otros contemporáneos menores de finales del XVIII.
La versión de Salzburgo 2012
De no haber sido por la presente interpretación, esta “segunda parte” de la genial ópera mozartiana quizá no merecería tanta atención. Esta toma, de las representaciones llevadas a cabo en el Residenhof de Salzburgo, producida por el bien conocido especialista Paul Smaczny (junto a Günter Atteln), e impecablemente realizada por Peter Schönhofer, recoge una sencilla mise-en-scène de Alexandra Liedtke, con elementos mínimos, debido al reducido espacio del escenario, pero sumamente eficaz y atinada, a la que sólo le achacaría el dudoso acierto de algunos trajes.
Pero lo mejor es la interpretación musical, cuyo alto nivel se debe en primer lugar a un Ivor Bolton tan entregado como competente. Ha contado con una espléndida orquesta en la que la percusión y los metales suenan moderadamente originales (lo mismo que el continuo, a cargo de Jeffrey Smith tocando el fortepiano y el glockenspiel) y con un estupendo coro formado por tres formaciones locales. Finalmente, el largo elenco (bastante más numeroso que el de Die Zauberflöte), que realiza una soberbia labor de conjunto, cuenta con voces de primera clase, sobre todo con el sencillamente magnífico bajo-bajo Christof Fischesser como Sarastro: estamos ante uno de los mejores bajos del mundo, con permiso de René Pape. La Reina de la noche es, como parece demandar la escritura, una voz algo más dramática que la equivalente mozartiana: aquí la sobresaliente Julia Novikova. También Pamina requiere una voz algo más ancha y con algo de coloratura, y Malin Hartelius da aquí cumplida respuesta a lo exigido. Michael Schade es un más que notable Tamino, papel mucho menos comprometido que el de Mozart. Simplemente correctos, en cambio, el Papageno joven del barítono quizás demasiado lírico Thomas Tatzl y la Papagena joven de Regula Mühlemann. Los padres del primero (que tienen los mismos nombres) están correctamente servidos por Anton Scharinger y Ute Gfrerer. También están bien escogidas las voces de las tres damas, convertidas por la Reina de la noche en Venus, Amor y un Paje. Sencillamente espléndidos Klaus Kuttler como Monostatos, Clemens Unterreiner como el malvado guerrero Tipheus, aliado de la Reina, y Philippe Sly como su secuaz Sithos, barítonos ambos. Los tres genios han sido encomendados a tres niñas que actúan impecablemente. Tanto la calidad de la imagen como la del sonido son óptimas, y además se cuenta con subtítulos en castellano.
El compositor Peter von Winter
En efecto, el oficio de este compositor no es menor, como se aprecia en su dominio de la armonía y la orquestación de esta “gran ópera cómico-heroica en dos actos” de amplio formato. En cuanto al entramado entre los momentos cómicos y los heroicos, es mejor no acordarse, no compararla (¡como era de esperar!) con la “primera parte” mozartiana. No extrañará que los guiños a la inmortal ópera de Mozart sean frecuentes (se trataba a fin de cuentas de prolongar aquélla), aunque no creo que fuese justo hablar de plagio. Violinista de la famosa Orquesta de Mannheim, en 1778 Winter fue nombrado director de la Orquesta de la Corte de Múnich, donde comenzó a componer óperas; en 1798 fue nombrado kapellmeister en esa institución, dando a conocer obras escénicas propias y ajenas. Cuando Schikaneder le encargó la continuación de La flauta mágica ya tenía en su haber Der Bettelstudent (El estudiante mendigo) o Das unterbrochene Opferfest (El sacrificio interrumpido, de 1796, el más celebrado de todos sus títulos). Además de estos dos singspiele, compuso óperas bufas y serias en italiano (Il ratto di Proserpina, Zaira, Tamerlan, Il trionfo dell’amor fraterno...) e incluso tragédies lyriques, como Castor et Pollux, varias de las cuales llegaron hasta los escenarios de Londres o París.
A.C.A.