AMERICAN OPERA

Kurt Weill quiso dar a Street Scene la categoría de ópera, calificándola de “American Opera”, a pesar de estar destinada para Broadway, donde fue estrenada en 1947, y de contener más elementos de lo que sería un musical que de una ópera convencional; hay partes habladas, en algunas ocasiones sobre la música, y en general, su estilo es más cercano al de una obra para los teatros de Broadway que para los de ópera. No es una obra de las que tradicionalmente se consideran dentro de los cánones de estas últimas. Pero todo esto no impide que se trate de una obra maestra, que bien merece ser representada por todo lo alto en cualquier teatro de ópera que se precie, a lo que quizá contribuya en gran parte, además de la calidad del libreto, de su música y de su orquestación, la variedad de estilos musicales de los que se nutre.

Se trata de una coproducción del Teatro Real con los teatros de Montecarlo y Colonia, estrenada en Madrid en febrero de 2018, fecha a la que corresponde esta grabación. Tanto la dirección de escena de John Fulljames como la coreografía de Arthur Pita son magníficas y el amplio reparto está muy cuidado; cada uno de los intérpretes se acomoda perfectamente a su personaje y todos resultan convincentes. Dentro del amplísimo cast, destaca la pareja, que se podría considerar como protagonista, de Patricia Racette en el papel de Rose Murrant y Joel Prieto como Sam Kaplan, con voces bellas y bien timbradas; excelentes también las interpretaciones de Eric Greene como el portero Henry Davis y de Paulo Szot y Mary Bevan como Frank y Anna Maurrant. Tanto el coro de niños como el Coro Titular del Teatro Real cantan y se mueven por la escena con perfecta soltura.

La dirección musical de Tim Murray es de gran efecto; se adapta con agilidad a los diferentes estilos musicales y la orquesta demuestra su gran calidad respondiendo con absoluta eficacia.

En cuanto al decorado de Dick Bird, se ajusta perfectamente a la idea de la obra: una calle y un edificio del que la estructura deja ver tanto las escaleras como los apartamentos, transcurriendo la acción entre todos estos elementos, tal como sugiere el título de la obra. En algunos momentos la fachada del edificio se abre, dejando un espacio abierto que permite la acción fuera del estricto ámbito de la calle y especialmente en el momento del baile, en el que la sensación de profundidad presta una gran fuerza a la, como decía antes, magnífica coreografía de Arthur Pita, ejecutada por unos bailarines que están a la altura del conjunto de la representación.

La grabación es muy cuidadosa con el desarrollo de la acción, equilibrada y sin excesos en las tomas, haciendo que el espectador siga la representación con el máximo interés. En fin, una grabación absolutamente recomendable para todos aquellos que tengan interés por algo más que la ópera tradicional.

Enrique López-Aranda