El noruego Rolf Wallin (1957), además de técnicamente brillante, se halla en una tradición de compositores conceptuales con nombres como Mahler, Nielsen o Skriabin, es decir, compositores filósofos o humanistas, para los que, siguiendo al griego, nada humano les es ajeno. Las cuatro piezas sinfónicas aquí recogidas, muy recientes, son buenos ejemplos de esta actitud. Stride (2023) nace con la necesidad de afrontar el mundo dejado por la pandemia caminando hacia delante, metafórica o literalmente (a través del ejercicio). Whirld (2018) se basa en el vuelo del pájaro que, según la imagen cabalística, se zambulle en los cuatro elementos. Aquí, la soberbia violinista Eldbjørg Hemsing traza a la perfección la dirección del ave que se enfrenta a la masa caótica (la orquesta).

Spirit (2017) es, en palabras del compositor, una “celebración de la alegría” bajo el debate de si dicho sentimiento cabe en un mundo como el actual, repleto de tensiones. La polifacética Ida Nielsen, también cantautora y exploradora de múltiples aventuras artísticas, hunde su bajo eléctrico hasta la conmoción en este denso tejido sonoro. Five Seasons (2022) se inspira en la importancia del número cinco dentro del pensamiento chino (que implica la óptica temporal, la filosofía, la medicina...) y cuenta con el interesantísimo timbre solista del sheng de Wu Wei. Obras magníficas y necesarias con la presencia constante y perfecta de la Stavanger Symphony Orchestra bajo las órdenes de Andris Poga. Esto sí es composición contemporánea.

Juan Gómez Espinosa