Música clásica desde 1929

Discos recomendados de Ritmo

En esta sección encontrará los 10 discos que la revista RITMO recomienda cada mes, clasificados por meses y por su orden de recomendación del 1 al 10. Se archivan los recomendados desde junio 2011, para ver anteriores ir a "Ritmo Histórico".
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Ritmo ENERO 2015 - Núm. 881

WAGNER VERSUS VERDI: Documental en 6 partes.

Participan : C. Thielemann, R. Villazón, E. Wagner-Pasquier, G. Wagner, A. Nelsons, R. Chailly, etc.
Arthaus, 102192 (DVD)



La crítica

EL COMBATE DEL SIGLO: WAGNER VERSUS VERDI

Siguen llegando a nuestra isla restos del naufragio provocado por el bicentenario de los dos colosos operísticos decimonónicos. A lo largo de la historia, la sociedad ha tenido la imperiosa necesidad de enfrentar entre sí, cual gallos de pelea, a algunos de nuestros genios gremiales (de esos que suman partidarios y detractores por igual), sumiéndolos en una lucha encarnizada por la superioridad y preponderancia, ya sea con un pincel en las manos, una estilográfica cargada de tinta o corriendo con un balón entre las piernas. Con las reglas de un combate pugilístico retomamos el eterno conflicto entre Wagner y Verdi, como si para disfrutar de uno tuviéramos que renunciar al otro, en un documental alemán troceado en seis partes y emitido por esas televisiones públicas europeas con las que nosotros jamás podremos ni soñar. Imposible contar más en menos tiempo, lo que ayudará al aficionado de andar por casa a sondear cutáneamente sus profundas pisadas por este mundo. Estructurado en episodios independientes de media hora, resulta sorprendente la unidad y homogeneidad conseguida, pues cada capítulo es firmado por un realizador diferente. Todo parece cosido por la misma aguja, lo que nos lleva a pensar que el verdadero zurcidor del paño es el montador y no el abultado plantel de directores.

Hazañas bélicas

Curioso que el filme (lo llamaremos así) ahonde más en los aspectos que les acercaron, que en los que les distanciaron (ambos, por ejemplo, fallecieron en suelo italiano). Pese a que sus universos sonoros son dos locomotoras por vías distintas, si que mantuvieron vasos comunicantes, tanto en los planteamientos propios de la dramaturgia, como en las tortuosas experiencias vitales y sentimentales sufridas por sus carnes. La subdivisión en hogareños capítulos deja seis titulares: “Los revolucionarios”, “El universo de Verdi”, “La religión wagneriana”, “Y las mujeres”, “El canto” y, por último, “Los efectos de su música”. Todos pueden verse con independencia de sus hermanastros, otorgando beneplácitos a la audiencia menos versada, pues se incluyen infinidad de anecdotarios propios de “prensa rosa”. Digestivamente es muy fácil de digerir (100% light), gracias a un trabajo de edición ágil y ameno (de ritmo casi frenético), que termina esclavizando la retina. Deudor formalmente de los admirables documentales que llegan hoy de la BBC, en las dos horas y media de metraje (sin subtítulos patrios) viajamos por sus gustos y obsesiones a través de las óperas más emblemáticas, siendo testigos de los hechos que marcaron sus existencias. Wagner y la revolución de Dresde. Verdi y el risorgimento (¡Viva Verdi!).

El primer capítulo incide en el irrebatible carácter revolucionario de ambos (Thielemann asegura que “Wagner lanzaba cócteles molotov mentales como Tristán e Isolda”) y de cómo incluso 150 años después, sus obras siguen provocando escándalos (y si no que se lo digan a Barenboim cuando intentó hacer sonar en Israel el Preludio de Tristán). Nos trasladamos también hasta el verdor de Roncole, la granja mausoleo de Sant’ Agata (el Kareol verdiano). “La religión wagneriana” arranca donde todo terminó, es decir, en un abarrotado Palazzo Vendrami de Venecia, donde el corazón de Wagner se paró en la sobremesa del 13 de Febrero de 1883. Si hoy los artistas tienen fans, Wagner poseía discípulos. Nos analizan el factor psicotrópico de su música (se le compara hasta con Jimi Hendrix) y descubrimos que incluso en una ciudad de las mil y una noches como Abu Dabi, existe una Asociación wagneriana (lo que viene al pelo para bucear en la influencia asiática y budista de Parsifal). Leemos con repugnancia “El judaísmo en la música” y rememoramos la relación amor-odio que mantuvo con Nietzsche (“nadie podrá nunca copiarle… Él es divino”).

Resultan algo ridículos los dos experimentos propuestos. Tras un sobrevolado por sus universos femeninos (Wagner falleció garabateando su “De lo femenino en lo humano”), nos fabrican un retrato robot informatizado siguiendo gustos y patrones (la wagneriana se asemeja mucho a una gladiadora). En el otro ensayo, dos hermanos gemelos se someten a un electroencefalograma de ondas alpha con el fin de ver las reacciones de sus cerebros. Debido a la intensidad rítmica, gana por goleada el que escucha a Verdi. Pese a que Thielemann asegura que después de dirigir Wagner no le entran ganas de tirarse por una ventana, se investiga también el carácter depresivo de su música. Se echa mano para ello del cine, especialmente de Melancolía, tremebunda pesadilla del enfant terrible Von Trier. Como ya adelantaba Nietzsche: “Wagner es un neurótico”.

Los combatientes

La lista de invitados al cumpleaños es amplia. Mientras algunos se limitan a decir lo que siempre se suele decir, otros intentan ser más originales y rebuscados. Destacan, por el tiempo en pantalla y por lo que sale de sus bocas: Christian Thielemann, Rolando Villazón y el bisnieto “maldito” Gottfried Wagner, que curiosamente termina hablando más de Verdi que de su bisabuelo. Su hermana Eva nos adentra en la figura de Mathilde Wesendonck, alias Isolda. Otros conversadores son Claus Guth, Hans Neuenfels, Riccardo Chailly, Andris Nelsons, Torsten Kerl, Anna Harteros y la veterana Gwyneth Jones. Al terminar, a uno le entran unas ganas imperiosas de volver a navegar por los canales literarios del ensoñador y turbador viaje en el tiempo propuesto por Franz Werfel en La novela de la ópera, uno de los más eficaces y clarividentes manuales prácticos para entender a estos dos devoradores de almas.

Nosotros somos italianos. Nuestra música es radicalmente distinta de la germana. La música alemana se basa en el llamado instrumento templado, como el piano y el órgano, o sea, en las notas abstractas, casi mentales. La italiana, la nuestra, tiene su fundamento en la vocalización, en los tonos vibrantes del canto. Tendríamos que empezar por saber quiénes somos, a qué pueblo pertenecemos.

Verdi en La novela de la ópera (Franz Werfel).

Javier Extremera

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