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Discos recomendados de Ritmo

En esta sección encontrará los 10 discos que la revista RITMO recomienda cada mes, clasificados por meses y por su orden de recomendación del 1 al 10. Se archivan los recomendados desde junio 2011, para ver anteriores ir a "Ritmo Histórico".
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Ritmo FEBRERO 2014 - Núm. 871

WAGNER: Sigfrido

Lance Ryan, Peter Bronder, Terje  Stensvold, Johannes Martin Kränzle, Alexander Tsymbalyuk, Anna Larsson, Nina Stemme, Rinnat Moriajh. Orquesta del Teatro de la Scala /Daniel Barenboim.
Arthaus, 101695 (2 DVDs)



La crítica

BARENBOIM, Y EL RESTO

Este Sigfrido, tercer DVD de la Tetralogía que Guy Cassiers y Barenboim han regalado al Teatro de la Scala, cuya función  tuvo  lugar en octubre de 2012, siete meses antes de que se cerrara el ciclo con la representación de El ocaso de los dioses, adolece del mismo defecto estructural de las dos anteriores entregas, así como de la cuarta, que espero se produzca pronto: el cambio de cantantes en primeros papeles. Y no siempre para mejorar.

En El oro del Rin Wotan fue René Pape; o lo que es lo mismo, con diferencia, el mejor hoy para el rol del dios supremo. Pero en La walkiria no pudo ser, y tuvimos a un cantante competente y mejor actor, el ucraniano Vitalij Kowaljow. La parte perdió peso interpretativo, pero el asunto no pasó a mayores. Esta vez, sin embargo, el nuevo cambio para El Caminante sí ha hecho resentir la versión. Se trata de Terje Stensvold, un barítono noruego de 70 años que, francamente, no está para semejantes trotes. Hombre de fenomenal planta y rostro tremendo, da muy bien al especulador anciano, pero vocalmente es un poco desastroso. Se podría decir que Der Wanderer es precisamente eso, un hombre al que le quedan dos telediarios, un animal de la política, viejo, vencido por la ambición, un autoritarismo intolerable y una ya desgastada capacidad para la especulación y el engaño, aspectos todos esos que sí da este señor, pero hay un pequeño detalle añadido a ello: ha de cantar, el compositor así lo quiso.

Más cambios. En El oro del Rin quedé fascinado con un cantante para mí desconocido, llamado Wolfgang Ablinger-Sperrhacke, que hacía uno de los mejores Mimes que nunca vi y escuché. Cuando abrí este DVD lo hice con la ilusión de volver a encontrármelo. Pues no. Y se notó nada más empezar la función: otra vez un actor estimable (Peter Bronder), pero un cantante con ostensibles defectos vocales, o lo que es lo mismo, otro Mime al uso, uno de los roles más maltratados de todo Wagner por no haber cantantes adecuados para encarnar a esta especie de bufo diabólico, lleno de matices de diversa baja ralea bien difíciles de abordar para un tenor característico al uso. Bien; no es que el asunto sea grave, pero sí significativo.  

Dos buenas noticias, una magnífica nueva y un notición. Primera: el espléndido Alberico que pudimos contemplar en el Prólogo (Johannes Martin Kränzle) vuelve aquí en sus breves apariciones a sacar nota alta en la caracterización de líder de los nibelungos. Dos: el Fafner de Alexander Tsymbalyuk, está considerablemente mejor cantado y actuado que el de Timo Riihonen, en El oro del Rin. Tres: para  Erda afortunadamente no ha habido cambio, y  Anna Larsson,  que  estuvo espléndida en el Prólogo, dos años largos más tarde (tiempo que separa las dos funciones) vuelve a seducirnos con su vocalidad elegante y esencial y su hermosa presencia de sabia primordial. Y cuatro, la bomba Stemme, que desde diciembre de 2010 hasta octubre de 2012 (fechas de las tomas de La walkiria y este Sigfrido) lo único que ha perdido ha sido peso: aquí está tan soberbia como en la anterior, pero más delgada y guapa. Pensará quien esto lea que esta es una apreciación de revista del corazón. Bien, mi respuesta es invitar a contemplar el despertar de Brunilda en el tercer acto: nunca (y en esto Barenboim juega un importante papel) he visto tan amorosa, bella y profundamente erótica vuelta a la vida de la divina walkiria. Nina Stemme, en fin, vuelve a demostrar que sigue siendo hoy la Brunilda número uno. Y aviso a navegantes: el próximo cambio en El ocaso de los dioses será, desgraciadamente, este: la Stemme no será Brunilda ahí. Sea quien sea, una desgracia.    

Este Sigfrido añade otro problema a sus muchas virtudes: el voluntarioso  pero insuficiente Lance Ryan, bien plantado físicamente pero con unos medios vocales cortos, en volumen, en tesitura y en fuerza expresiva; maneja mal, además un corpachón que más bien debería ayudarle.

Por su parte, la puesta en escena funciona bien, es mejor que la del Oro y similar a la de Walkiria. Acertada la escenografía del bosque, incluida la escena de la fragua, la del dragón y los murmullos (con presencia física de chica guapa personificando al pajarillo, que canta bien Rinnat Moriah), aunque en el tercer acto, tras el hermoso dúo entre Wotan y Erda, y antes de la muy bien resuelta escena de la roca, vuelve la pesadilla de los bailarines (como en el Oro), esta vez haciendo dibujos con espadas, para explicarnos aquello que en la música está meridianamente claro. ¿Un Sigfrido fallido, pues? Véase la columna de al lado.

El trabajo de Barenboim es lo que más merece la pena de este doble DVD. En realidad lo hace indispensable, por más de una razón. La más obvia, que se trata de una impresionante dirección, planificada desde un exacto conocimiento de las notas que encierra la partitura. Es increíble todo lo que este señor hace sonar desde el primer momento, colocándose muy por encima de lo que nos cuenta la propia historia. La exposición del tejido sonoro, tan importante en toda la obra, pero sobre todo en el primer acto, se realiza como si se tratara de un mapa a gran escala en donde no falta el más pequeño detalle. O sea, técnicamente es un prodigio, al que a veces da ganas de atender más de la cuenta, pues eso hace olvidar al cantante, lo que, claro, no está nada bien.

Pero, ¿y el mensaje? ¿Qué nos quiere contar? Pues ahí está la otra clave de la belleza que encierra esta versión, muy poco mitológica y de un hondo humanismo. Siguiendo la tendencia que parece dominar su quehacer último, Barenboim se muestra especialmente poético e intimista. No parece querer enseñar en ningún momento los dientes, y sí alejarse de una vez por todas de la caspa decibélica de los moradores del Walhalla. Como dejé ver en el texto de al lado, quizá el único momento en el que esa observación de lo bello se convierte plenamente en un sentimiento carnal es el despertar de Brunilda, en el tercer acto, una declaración de contenida exaltación al amor y el erotismo.

En conclusión: Barenboim, 10; resto…. Bien, dentro de lo que cabe. 

Pedro González Mira 

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