Wilhelm Furtwängler fue uno de esos creadores que siempre dejan bien marcadas sus huellas dactilares en todo sonido que hacía manar. En este SACD (Super Audio CD) dedicado al Dios de Dioses, ese rastro acaba agigantándose gracias a una radiante Filarmónica de Viena, de nuevo con judíos en los atriles (Musikverein, 1949-54). Junto a Toscanini, el berlinés fue pionero en trasladar a las salas de concierto pasajes sinfónicos sajados del teatro musical. Un Wagner de gran pulso, embriagador fraseo, que hiela en sus silencios e hipnotiza con su apabullante despliegue orquestal de pura fantasía. El dulcemente viril (y casi susurrado) Lohengrin reluce con unas texturas dignas del gran prestidigitador que fue (¡qué forma de ir añadiendo capas de arcilla a la partitura para descubrir al golpe de platillos la fantástica escultura sonora final!). Los fragmentos del Anillo (repletos de sugerencias visuales) parece dirigirlos siempre en cursiva (en la Cabalgata solo le restaban dos meses de vida) con un apasionamiento y una calidez que producen escozor en el oído. La Trauermarsch del Ocaso posee una tensión asfixiante y un tempo digno del Viernes Santo sevillano. Imposible imaginar una música mejor para despedirle de este mundo de mortales.

Javier Extremera