René Pape, bajo. Coro Staatskapelle Berlin.
Dir.: Daniel Barenboim.
D.G., 4776617 (CD)
PAPE, EL WAGNERIANO
Con su primer recital para D.G., “Dioses, reyes y demonios” (2008), René Pape (Dresde, 1964) no tuvo toda la suerte esperada, en parte porque la grabación no acertó a recoger bien todo el esplendor de la voz del bajo más grande de nuestros días. Este problema no aparece en éste su segundo recital, con lo que la voz luce en toda su imponente riqueza. Es, en conjunto, un disco magnífico. Pero no está libre de algunas –leves, si se quiere– deficiencias, sin las cuales habría sido un disco fantástico. El programa es todo Wagner: un acierto, pues es el compositor más interpretado por Pape y en el que más puede destacar. Por si fuera poco, dirige Barenboim, especialista número en uno en el autor de Tristán e Isolda y con el que Pape ha colaborado en innumerables ocasiones. Si se hubiera limitado a papeles de bajo-bajo, el recital podría haber sido prácticamente perfecto: no hay más que comprobar cómo se desenvuelve en la breve escena de Lohengrin “Gott grüss euch”, donde repite el milagro que ya se producía en la grabación de la ópera completa con el propio director argentino (Teldec 1998), o en la larga (casi 24 minutos) “O Gnade, höchstes Heil!... Wie dünkt mich doch die Aue” del acto III de Parsifal, donde es impresionante la nobleza y la propiedad con la que encarna a Gurnemanz. En dúo, por cierto, con un Plácido Domingo incombustible, que se entrega con todo el entusiasmo imaginable: la voz ya no es del todo tenoril a sus 69 años, pero qué gran músico, qué profesional de los pies a la cabeza. El rol de Sachs de Los maestros cantores no es propiamente de bajo, sino más bien de bajo-barítono. Aun así, Pape está sensacional (¡y Barenboim!) en “Was düftet doch der Flieder” del acto II –no recuerdo a nadie que haya cantado este monólogo con línea de canto tan magistral– e incluso en la perorata final de la ópera; en cuanto a la aparición del Sereno al final del acto II, tampoco puede imaginarse mejor cantada e interpretada. Sin embargo, tanto en Tannhäuser (la llamada Canción de la estrella de Wolfram) como en La Walkyria (la Despedida de Wotan y la Música del fuego mágico) podemos encontrar ciertos, leves, problemas vocales: allí porque se precisa un barítono dramático, que Pape no lo es, y aquí porque el papel de Wotan (para un bajo-bajo o un bajo-barítono: discusión sin salida) es tan aterradoramente exigente que prácticamente nadie ha podido con él sin problemas, y Pape los acusa en algunas frases de la sección central. Tal vez porque su zona de paso no se sitúa en la altura más adecuada para abordarlo, y eso puede que cambie en unos años. Pero el sueño de que Pape podría ser el Wotan más perfecto imaginable no se ha cumplido, por el momento (en todo caso, habría que escucharle Walkyria, con la que ha debutado en Berlín el 17 de abril de este año, con Barenboim).
A.C.A.