Magnífico concierto enmarcado en la programación del Festival de Pascua salzburgués del pasado año, del que fueron testigo los micrófonos de la emisora austríaca ORF, en una velada dedicada íntegramente al dios Wagner y donde reluce como el oro del Rin la estupenda formación sajona que está soberbia en todas sus secciones, especialmente en sus rotundos metales y la esplendorosa cuerda. Al volante uno de los más dotados lectores de estas partituras, Christian Thielemann, que dirige de forma muy narrativa con desfibrilador y mano de titanio (sin lugar para la reflexión o el lirismo exacerbado), desplegando su habitual rotundidad y electricidad sonora. Fortaleza, densidad, viveza, fluidez, precisión y esa homogeneidad compactada tan propia del berlinés.

Pape y la Kampe están soberbios en sus roles de Valquiria. Es impagable el nervio y la tensión que imprime a sus escenas la soprano turingia, mucho mejor de Brünnhilde que de Sieglinde, con agudos naturales y poderosísima en la Inmolación pese a las extravagancias de la batuta (como ese interminable silencio antes del final).

Pape vuelve a regalar un humano y expresivo Hunding de impresionante presencia vocal y física junto al Siegmund dulzón (Winterstürme) y sin fuelle de un fatigado Gould. En los bonus se puede escuchar a Thielemann tararearles a sus músicos como debe sonar el pasaje. Un Wagner de pura raza.

Javier Extremera