Nadie sabe aún qué pudo mover a un Vivaldi de sesenta y dos años a dejar su Venecia natal para marchar a Viena. Quizá el ansia de un nuevo público para sus óperas, un patrón importante o ambas cosas. Al arribar Viena encontró cercenadas todas sus expectativas con la muerte del emperador Carlos VI y los teatros cerrados por el luto. En la miseria y un mes antes de morir malvendió quince Conciertos para violín al conde italiano Vinciguerra Tommaso Collalto. Los Collalto eran de origen veneciano afincados en Moravia y tenían entre sus posesiones el castillo de Brno y allí, en “il Castello”, quedó esta colección de Conciertos de los que se han perdido la mitad. Los manuscritos originales se hallan en la Biblioteca Nacional de Turín. 

Compuestos ya en una etapa de plena madurez, entre 1720 y mediados de la década de 1730, constituyen un verdadero tesoro que aúna el dramatismo de la ópera con la estilización armónica y melódica del Style Galant. Las exigentes partes del violín solista, plagadas de saltos, adornos y ritmos sincopados encuentran su horma en el apabullante virtuosismo de Alessandro Tampieri. Ágil en la ornamentación, flexible y sutil en el fraseo, obtiene una riqueza de matices impresionante. La Accademia Bizantina le da la réplica con un sonido dúctil, ora suntuoso, ora chispeante, reforzado por el creativo continuo de Tiziano Bagnati con el archilaúd y Ottavio Dantone con su clave Grimaldi. Espectacular.

Mercedes García Molina