Jean Rondeau, clave.
Erato, 0825646974580 (CD)
Vértigo en el Barroco francés
Jean Rondeau, joven ganador del prestigioso concurso de clave de Brujas, presenta su segundo trabajo, un disco dedicado a las dos “R” de la música francesa del Grand Siècle: el gran Rameau, especialmente conocido por sus óperas Hippolyte et Aricie y Platée, y el más desconocido Royer, que llegó ser una figura muy importante dentro de la corte de Luis XV. Ambos destacaron en su obra escénica y que consiguen llevar, especialmente Rameau, a niveles excelsos. Las obras para tecla se ven claramente influidas por esta música escénica tremendamente teatral. La relación entre la extravagancia y el espectáculo de la ópera barroca francesa con su magia, ballet y mitos, resumida en una música para dos manos en un teclado. Es un intento de trasladar esa emoción de la ópera a las casas de la gente con el instrumento más popular de la época, tal y como haría Liszt 100 años más tarde con las transcripciones de Wagner.
De Rameau existen en mi opinión dos versiones de sus obras completas muy diferentes, ya con muchos años, pero que son de referencia: las de Scott Ross (Telefunken/Das Alte Werk, 1975) y Christophe Rousset (Decca/L’Oiseau-Lyre, 1991). De Royer destaco las mucho más modernas versiones del mismo Rousset (Decca/L’Oiseau-Lyre, 1993 y Naïve, 2008), curiosamente por dos veces y lógicamente más maduro en la segunda grabación, y Yago Mahúgo (Brilliant, 2013).
Rondeau hace un disco muy personal, tal y como fue su primero (Bach Imagine, Erato, 2015), mezclando a estos dos compositores, como intentando huir de grabar integrales. Como curiosidad del disco hay que destacar que Erato lo ha grabado en el Château d’Assas, lugar mítico donde Ross registró sus Sonatas de Scarlatti, y obras completas de Rameau y Couperin, como queriendo mostrar al ya consagrado Rondeau como el presente y futuro del clave francés. No me cabe duda de que lo sea y en este disco demuestra mucho.
Es un disco muy teatral por la música y por la interpretación. La música escogida se presta a ello. Rondeau se deja llevar y se permite ciertas licencias que son comprensibles por su juventud pero que, a mi entender, no son aceptables en una grabación: deja inacabada la pieza de Vertigo (se queda en la dominante sin resolverla), es inconsistente con algunas ornamentaciones y lleva al extremo la independencia de manos, llegando a ser molesta en ciertas ocasiones. Todo esto podría entenderse si se tratase de un concierto y hasta podría enloquecer al público con el espectáculo, pero al ser una grabación, lo que consigue es que el disco brille en sus primeras audiciones y que no soporte tan bien una quinta o sexta escucha. Me da la sensación de que Rondeau quiere ser, o le quieren hacer ser, el niño malo del clave actual, parecido a lo que fue Igor Pogorelich en los años 80 con el piano. Recursos no le faltan. Tiene una técnica apabullante y lo demuestra con creces en muchas pistas del disco (Vertigo, Le Marche des Scythes). No por ello deja de tener una parte sensible, en L’Entretien des Muses de Rameau y en La Zaïde de Royer, pero el resultado final es más el de un showman que el de un músico introspectivo.
Ogay Selrac