La pasada temporada veraniega de la Filarmónica de Los Ángeles en el Hollywood Bowl incluyó el Requiem de Verdi, como celebración del centenario del autor, bajo la batuta de su aclamado titular Gustavo Dudamel. El venezolano se mueve con desahogo en estas piezas monumentales, que le permiten poner de manifiesto su fina técnica, capaz de clarificar las texturas más intrincadas, sin perder el sentido de las proporciones, ni  caer en excesos, incluso en los pasajes más proclives como el Dies Irae, mientras respira con los cantantes y amolda la sonoridad orquestal a sus requerimientos. Dispuso de un cuarteto vocal de altura, compuesto por Julianna di Giacomo, que lidera el grupo con su voz contundente, flexible y bien proyectada, sin problemas de registro en una parte especialmente ardua. Michelle de Young, de voz opulenta, compensa con entrega y temperamento una sonoridad y dicción escasamente italianas. Vittorio Grigolo controla su tendencia a la sobreactuación y a abrir el sonido en los agudos, obsequiando reguladores y pianísimos notables, mientras Ildebrando D’Arcangelo aporta su agradecida sonoridad de bajo con alguna momentánea pérdida de redondez arriba. Excelentes tanto Los Ángeles Master Chorale, brillante, dúctil y equilibrado en todas sus cuerdas, como la Filarmónica de Los Ángeles, cómoda en manos de un Dudamel que sabe extraer sus muchas potencialidades controlando el resultado final.

Juan Francisco Román Rodríguez