Si los todopoderosos estudios del Hollywood clásico en vez de fabricar sueños y cine, hubiesen destinado sus esfuerzos artísticos al universo de la ópera, seguramente esta grand opéra (felizmente rescatada en Blu-ray del Festival de Pascua de Salzburgo, 1986), podría haber venido manufacturada por la mismísima Metro Goldwyn Mayer. El polifacético Karajan transfigurado en un Cecil B. DeMille operístico, capaz no solo de empuñar la batuta (¡y de qué forma!), sino también de regir las cámaras de televisión y diseñar la escena grandilocuente, lúgubre y pictórica (El Greco), más interesada siempre, eso sí, en el cartón piedra que en la dirección de actores.

Además, su áureo casting está plagado de mega estrellas que se fusionan líricamente a la perfección sobre la granítica y majestuosa dirección del austríaco. El Posa de Cappuccilli es de una sensibilidad y afectividad desgarradora. Aunque su timbre no sea abisal, Furlanetto está soberbio como Felipe II con ese sutil y humano legato marca de la casa. A Carreras, pese a su incuestionable elegancia, le falta fiereza y arrojo en su impasible infante. La irascible Eboli de Baltsa está rebosante de sensualidad (deliciosa en la canzone del velo). Fastuosa también la Elisabetta de esa magnífica lírico-spinto que fue D’amico. Sepulcral Salminen como impagable Gran Inquisidor. Una representación para los libros de Historia.

Javier Extremera