Kaufmann, Harteros, Salminen, Hampson. Coro de la Ópera Estatal de Viena. Orquesta Filarmónica de Viena / Antonio Pappano. Escena: Peter Stein.
Sony, 88843005769 (2 DVDs)
La ópera del año
No se trata de la habitual versión italiana en cinco actos (la que tienen grabada en audio Solti –Decca 1966– o Giulini –Emi 1971–), sino de una edición completísima, mucho más larga de lo habitual, al borde de las cuatro horas (dura casi lo mismo, por cierto, que la versión en francés grabada por Abbado y publicada en audio por DG en 1985). Es decir, que en este doble DVD de Sony (también publicado en 1 Blu-ray, con calidad técnica muy superior: ¿cuándo van a enviar para críticas Blu-rays, el soporte de alta definición, en vez de DVDs?), puede escucharse prácticamente toda la música compuesta por Verdi para esta ópera, la más ambiciosa y una de las más geniales de su autor (queda fuera, por suerte, el flojísimo “Ballo della regina”, obligado por la Ópera de París para la versión francesa del Acto III, suprimido para la versión italiana y que además interrumpe indebidamente la acción).
No es difícil imaginar el coste de tan espectacular reparto de estrellas en este Don Carlo del Festival de Salzburgo del verano de 2013 (bueno, los países centroeuropeos, particularmente los de lengua alemana, celebran y gastan lo que nos están quitando a los países europeos del sur en una vergonzosa transferencia de renta desde el sur hacia el norte). En cualquier caso, han sabido gastar bien el río de euros: han reunido al quizá mejor director verdiano de hoy (al que pongo, en general, y muy en particular en este título, por delante de Muti): un Antonio Pappano que lleva al DVD su tercer Don Carlo (o Don Carlos), a un director de escena tan inatacable como Peter Stein, quien, con en una escena más bien tradicional y escenografía tan sencilla como bella, no cae en ninguno de los excesos demagógicos a los que tanto parece prestarse esta ópera. Y, por supuesto, a no menos de seis cantantes de primer orden.
Volviendo a Pappano: tal vez con Giulini en el recuerdo (que es quien mejor ha dirigido, hasta la fecha, que yo sepa, Don Carlo), nos lleva en volandas de acierto en acierto. Con el soporte de un coro estupendo y una orquesta sensacional (una Filarmónica de Viena en estado de gracia, de la que extrae un genuino sonido verdiano de última época), logra un equilibrio memorable entre cantabilidad melódica y lirismo por una parte y tensión dramática por otra. Se supera a sí mismo (en el Covent Garden 2008, DVD Emi, y más aún a su versión francesa en la Ópera de París: Don Carlos, DVD Warner 1996), a Karajan y a Chailly, por citar algunas importantes versiones videográficas (no puedo dejar de lamentar que Juan Cambreleng no lograse atraérselo en 1997, tras dirigir Peter Grimes, para dirigir musical y artísticamente el Teatro Real. Otro gallo nos habría cantado: ni el malogrado García Navarro, ni López Cobos ni Ivor Bolton son Pappano, ¡evidentemente!).
En cuanto al elenco vocal, Jonas Kaufmann vuelve a sentar cátedra con una encarnación inolvidable del rol protagonista (que sólo cede ante el Plácido joven, con Giulini), pese a las leves inortodoxias canoras a las que quienes ya sabemos dan tantísima importancia (¡hasta la descalificación de plano, si hace falta!). Además es un gran actor, absolutamente creíble en su visión juvenil, hiperexaltada y un punto ingenua y descontrolada del Infante (bueno, en esta función todos actúan muy bien: mérito, sin duda, no sólo individual, sino también de Peter Stein).
Anja Harteros tampoco tendrá hoy rival como Elisabetta, hasta el punto de parecerme la más extraordinaria que haya escuchado, bajo cualquier punto de vista, desde Caballé con Giulini. Su voz se halla en un momento perfecto para Elisabetta: bella, brillante y poderosa, pero capaz de apianar admirablemente (extraordinarias no sólo su poderosa aria del Acto V “Tu che le vanità”, sino también en la que se despide con doliente ternura de su Dama de compañía: “Non pianger, mia compagna”, del Acto II). Es la gran soprano verdiana de los últimos tiempos (a la que le está saliendo una seria competidora, algo más lírica, en Anna Netrebko: ¡qué Trovatore en Berlín!).
Matti Salminen tenía ya 68 años en este Filippo II; la voz ya no está en su mejor momento, aunque se mantiene francamente bien, pero su interpretación es incomparable y sobrecogedora: fiera y sufriente. Vuelve a dejar claro que es uno de los más grandes cantantes-actores de las últimas décadas, un artista como la copa de un pino. Eric Halfvarson, seis años más joven que él, tiene la voz quizá algo más deteriorada, pero una vez más convence plenamente y mete miedo en un papel que le va como anillo al dedo, el del Gran Inquisidor.
Rara vez me ha gustado Thomas Hampson en Verdi (en La traviata de Salzburgo distó mucho de convencerme); pues bien, aquí no sólo modela un Rodrigo por completo creíble y coherente, sino que incluso la voz le suena más baritonal, menos blanca que de ordinario en este compositor. Y es, no hay que olvidarlo, un gran cantante.
Magnífica Ekaterina Semenchuk como Éboli: timbre muy hermoso de mezzo de verdad, con extremos de la tesitura perfectos, agilidad para la Canción del velo y dramatismo también suficiente para “O don fatale”: una de las grandes Ébolis que recuerdo. Y buen nivel incluso en los papeles menores: audible aún el Frate/Carlo V de Robert Lloyd, cuya emisión nunca me gustó; irreprochables el Tebaldo de Maria Celeng y la Voz del cielo de Kiandra Howarth... En fin, una función redonda donde las haya. Dudo que a lo largo de este año pueda salir en DVD una interpretación operística de tal nivel. Por eso me he atrevido a recibirla con alborozo como la ópera del año.
Ángel Carrascosa Almazán