BACH: Variaciones Goldberg. BEETHOVEN: Variaciones Diabelli. BRAHMS: Variaciones Haendel.
András Schiff. Daniel Barenboim.Yefim Bronfman. Piano.
EuroArts, 2066468 (DVD)
COMIENZO DE UNA SERIE MEMORABLE
EuroArts anuncia que esta es la primera de las filmaciones en DVD con materiales de la productora Metropolitan Munich que piensa editar. ¡Gran noticia, pues ese catálogo tenía en vídeo VHS y laser disc multitud de magníficas interpretaciones, entre otras varias del último Celibidache! Esta primera entrega es un acierto pleno, con los, quizá, tres ciclos de variaciones para teclado más importantes de la historia. La versión de las Variaciones Goldberg por András Schiff fue filmada en 1990, ocho años después de su famosa grabación (indebidamente no tan famosa como las de Glenn Gould) para Decca. Una y otra son tan irreprochables que con toda razón pueden ser tenidas por modelos. La de 1990 me parece incluso un poco más honda y hermosa que la anterior. El pianista húngaro, que como se sabe es una autoridad en Bach y ha grabado toda su obra para clavecín al piano, emplea los recursos de este instrumento con moderación, sin excesos dinámicos o de pedal, pero tampoco imitando la técnica clavecinística (para eso, es mejor emplear el clave). Hace todas las repeticiones, pero sin repetir al pie de la letra (en ese caso sería mejor no hacerlas), y dista de quedarse en mero traductor, por muy impecable que sea –que lo es– de la letra de la partitura, a la que insufla una riqueza y diversidad musical y expresiva admirables.
Si Schiff es una autoridad en Bach ¿qué decir de Barenboim en Beethoven? Nadie hasta ahora, desde que existen discos, ha profundizado y llegado tan lejos en este compositor, y las Diabelli, pese a su pavorosa dificultad técnica y conceptual, es una obra que le pertenece, ya desde su temprana grabación para Westminster a los 22 años. La de 1982 para D.G. es, posiblemente, la más perfecta e indiscutible de las suyas. Esta en DVD, de 1991, y la de Erato 1994, sin embargo, aportan frente a la de D.G. una cierta mayor dosis de humor y de variedad expresiva, de pequeños detalles de dinámica y agógica que las hacen quizá más atractivas (al tiempo que también algo más personales y menos canónicas que las de D.G.). En cualquier caso, es fascinante comparar lo que este genial intérprete beethoveniano logra extraer de esta obra, quizá la más excelsa del piano de su autor (así como la más difícil de tocar, de interpretar y de escuchar). Técnicamente intachable incluso en las más rápidas e intrincadas (¿quién dijo que su mecanismo no era nada del otro jueves?), la cima musical absoluta la alcanza en las tres variaciones lentas seguidas (29, 30 y 31).
Enorme mérito de Yefim Bronfam es situarse, ya en 1987, a sus 29 años, a un nivel (casi) equiparable al de Schiff y Barenboim. Con una técnica apabullante y un sentido arquitectónico envidiable, sólo se le podría pedir un sonido algo más brahmsiano. Algo que no tardaría en conseguir.
A.C.A.