Obras de WAGNER y BEETHOVEN. Orquesta Filarmónica de Viena / Hans Knappertsbusch.
Arthaus, 109212 (DVD).
TUNEL DEL TIEMPO
Recuperamos dos legendarios conciertos editados con anterioridad por TDK y trasvasados al fin a un solo DVD, enmarcados dentro de los Wiener Festwochen (1962-63) que el hechicero Kna (con su habitual seriedad y economía de gestos) regalara al frente de unos canosos y desajustados filarmónicos subidos al histórico Theater an der Wien (con subtítulos y sonido mono). Pese a esa realización televisiva de la época de las cavernas, a uno le entran unas ganas tremendas de santiguarse cuando ve aparecer a este mito wagneriano, disfrazado aquí de General Custer decidido a morir con las botas puestas (fallecería dos años después). Pese a la decrepitud (lo que le otorga un aire vampírico), su rubio mechón reluce en estas veladas de un valor histórico incalculable, que se siguen con devoción casi religiosa, pues a veces uno se imagina que quien realmente empuña esa larga batuta no es otro que el mismísimo fantasma de Richard Wagner, pues Kna fue seguramente el último escudero de la gran tradición wagneriana, esa que venía heredada por usos y costumbres decimonónicos.
Su fervoroso y vibrante Acto I de Walküre (que tiene el encanto del gran cine clásico en blanco y negro), está arropado por un manto ultra romántico, pues gusta de regodearse en la belleza melódica. El candente y rudo Fritz Uhl (dueño de un generoso metal y un delicioso legato puramente wagneriano) con Claire Watson (toda fragilidad de ama de casa, sin atisbo de la heroína que es Sieglinde) dan vida a una pareja madurita de welsungos (al tenor, su ciego arrojo le hace a veces resbalar, como en el Wälsungen Blut final). El espiritual y “parsifaliano” Preludio de Tristán (con un levitante Kna sosteniendo las notas en el aire) y el Liebestod de ese monumento wagneriano con patas que es la Nilsson (aquí muy distante y contenida), parece querer dar en su höchste Lust! el portazo a toda una era de concepción sonora wagneriana.
Tras una lentísima Leonore III, Backhaus (de 78 años) se sienta ante un Bösendorfer Imperial, para erigir un espartano Cuarto de Beethoven con olor a naftalina, donde cada uno de sus participantes parece ir por su cuenta y riesgo (conociendo a Kna, el ensayo -si lo hubo- seguro que no superó la media hora). Sin duda, dos músicos que pertenecen a otro siglo que no era el nuestro. Pese a su expresiva y refinada pulsación, Backhaus saca la máquina de escribir en la cadenza, pero es capaz de dotar al Andante de ese sabor hondo y melancólico que tienen los viejos vinos (verle es como tener abierto un libro de Historia). Eran los últimos rugidos del león a punto de ser disecado. Resulta imprescindible cambiar el chip auditivo para saborear en plenitud estas piezas museísticas que merecen (por su valor testimonial) ser escuchadas en posición de genuflexión.
Javier Extremera