Las bodas de Fígaro, Don Giovanni, La flauta mágica, Macbeth, La Traviata, Carmen, Parsifal, Cavalleria Rusticana, Pagliacci, La Bohème, Il Trittico, Turandot, Salome, Król Roger, Gloriana, Written On Skin.
Anna Caterina Antonacci, Diana Damrau, Renée Fleming, Liudmyla Monastyrska, Jonas Kaufmann, Michael Volle, Simon Keenlyside, Erwin Schrott, etc. Orquesta y Coro de la Royal Opera House / Varios directores.
Opus Arte OA1244BD (22 DVD)
Exitosa retrospectiva de la Royal Opera
Con la estética de los elegantes programas de sala de uno de los mejores teatros de ópera del mundo, se presenta esta caja que recoge 18 óperas diferentes (si se cuentan por separado las tres que configuran Il trittico pucciniano), registradas durante las dos pasadas décadas en Londres, con un repertorio que abarca varios siglos y que va desde las más populares composiciones de Mozart hasta la más actual Written on Skin de George Benjamin. Todos los títulos que aparecen aquí tuvieron su lanzamiento de manera individual en el mismo sello, pero son funciones de muy alta calidad en líneas generales, por lo que la idea del pack es bastante acertada (Opus Arte ya editó esta caja en formatos DVD y Blu-ray hace unos años, siendo ahora una reedición solo destinada al Blu-ray).
Siguiendo el orden propuesto por Opus Arte, se empieza por Las bodas de Fígaro que dirigió en el estreno de la producción Antonio Pappano con gran acierto de planteamiento en cuanto a ligereza y frescura. La dirección de escena corre a cargo de uno de los más brillantes del momento, David McVicar, y solo con decir su nombre ya sabemos que la propuesta es un éxito. Son muchos los aciertos en una puesta en escena clásica y estudiada al milímetro, en la que brilla especialmente Dorothea Röschmann como Condesa. La soprano alemana tiene una afinidad especial con Mozart y su voz suena ideal ya desde “Porgi amor”. Gerald Finley es un elegante y maquiavélico Conde y Miah Persson una Susana temperamental de mimbres más robustos, junto al desenvuelto Fígaro de Erwin Schrott.
Siete años después, en la etapa Kasper Holten, se grabó el Don Giovanni que firmó él mismo como regista y que tiene como aliada a la tecnología con un sinfín de proyecciones. Uno de los más reconocidos Don Giovanni del momento, Mariusz Kwiecien, recrea al personaje con acierto en un buen momento vocal, secundado por el inteligente Alex Esposito como Leporello. De entre las doñas, destaca por elegancia y abandono la soprano francesa Véronique Gens, aunque la por entonces cada vez más presente Malin Byström es una sólida Anna. Nicola Luisotti dirige con mucha luz e ímpetu desde un foso especialmente inspirado.
Y para finalizar con el salzburgués, una de las más antiguas propuestas de la colección, la totalmente recomendable Flauta mágica de McVicar y Colin Davis (del Mozart de este director musical poco se puede decir que no se haya escrito ya), que tantas veces se ha repuesto desde entonces. El Papageno ideal de Keenlyside (pocos le hacían sombra en ese momento), la Pamina cándida y perfecta de Röschmann, la estratosférica Reina de Diana Damrau son, junto con los anteriormente citados directores, las mayores bazas de este registro, donde el resto del reparto se sitúa asimismo a un estupendo nivel.
Óperas de Verdi
Y en Verdi, más acertado en lo escénico, Keenlyside vuelve a aparecer en el Macbeth que dirigió apasionadamente Pappano en 2011. Aquí la estrella absoluta, además del director de orquesta, es la soprano Liudmyla Monastyrska, que como Lady Macbeth se impone irremisiblemente sobre el resto del reparto. Su adecuación al repertorio verdiano es indiscutible, como lo es su seguridad a la hora de abordar un papel tan complejo. Su técnica es sólida y su arrojo es apabullante.
El otro Verdi es una correcta Traviata de 2009, de nuevo dirigida por Pappano con firme pulso, ópera que en esa época Renée Fleming solía afrontar, ya que la había debutado con éxito un lustro antes en Houston. La belleza del timbre y su implicación escénica son sus puntos fuertes en una producción de Richard Eyre que todos conocemos por haber sido la que lanzó al estrellato a Angela Gheorghiu junto a Solti.
Otro imprescindible de la colección es la Carmen, otra vez bajo las órdenes del director titular, que muestra aquí su versatilidad. Anna Caterina Antonacci es sin discusión posible la Carmen de las primeras décadas del nuevo siglo, porque su voz es ideal para el repertorio francés y porque en escena se desenvuelve como pocas. Así, con un instrumento de gran sensualidad y belleza, firma una de sus mejores recreaciones de la heroína, esta vez junto otro ideal intérprete, el por entonces ascendente Jonas Kaufmann. Entregado y de medios muy frescos propone un estudiado y matizado Don José. Norah Amsellem es una deliciosa Micaela e Ildebrando D’Arcangelo el perfecto Escamillo.
El Parsifal de Pappano encuentra el perfecto equilibrio entre escena y foso y consigue que brille una opulenta orquesta de la Royal Opera House del mismo modo que unos cantantes muy comprometidos, especialmente la Kundry de la siempre temperamental Angela Denoke o el extraordinario Gurnemanz de René Pape. Gerald Finley es un inquietante Amfortas y Simon O’Neill demuestra tablas en una producción actualizada con quizás demasiadas licencias, algo que no extraña en este compositor ni en la actualidad por otra parte.
Y de Richard Wagner, al programa doble de Cavalleria y Pagliacci propuesto por Damiano Michieletto y trasladado a un despacho de pan y un centro social italiano de la segunda mitad del siglo pasado. La robusta voz de Eva-Maria Westbroek, muy implicada como Santuzza, impacta del mismo modo que lo hace la exuberante dirección, otra vez, de Pappano. También es muy adecuado el Alfio (también el Tonio) de Dimitri Platanias y un lujo la Mamma Lucia de Elena Zilio. En Pagliacci destaca más Antonenko, que tiene en la personal voz, al lado de la asimismo volcada en Nedda Carmen Giannattasio.
Puccini
Puccini, al igual que Mozart, es el compositor más mimado de la caja, con tres títulos que presentan tres producciones muy celebradas de la casa. Las dos primeras, por su carácter histórico; la tercera, por lo complejo de montar dicho título con éxito. Así, la famosa Bohème de John Copley, que fue hace muy poco sustituida por la que también se pudo ver en el Teatro Real, se presenta en una grabación de 2009 con jóvenes cantantes muy entregados; en general, conforman una más que aceptable compañía. La dirección musical de Andris Nelsons es un lujo por su parte. Destaca por singularidad de timbre y robustez de medios la Mimì de Hibla Gerzmava, que acababa de debutar en el teatro londinense, junto al sensible Rodolfo del tenor Teodor Ilincai.
El segundo Puccini “histórico” es la producción de Andrei Serban de Turandot, vista por primera vez en Londres en 1984 y aquí con una protagonista que sigue afrontando el rol y que demuestra poder desenvolverse con holgura, especialmente en el registro más agudo. Lise Lindstrom muestra además resistencia y brilla especialmente al final de la ópera junto a un impetuoso Marco Berti, más idiomático.
De las funciones de presentación de la producción de Il Trittico proviene este registro, en el que el trabajo de actualización de Richard Jones está muy cuidado. De nuevo una fogosa pareja, aquí con amor correspondido, eso sí, son la soprano Eva Maria Westbroek, que como Giorgetta firma uno de sus mejores roles en repertorio italiano, y Aleksandrs Antonenko, Luigi impetuoso y más seguro. Lucio Gallo muestra versatilidad como Michele y Schicchi, donde relumbra más por su buena vena cómica y sarcástica en una puesta en escena disparatada, frenética. En ella, Francesco Demuro es un gran Rinuccio y una deliciosa Lauretta es Ekaterina Suirina. Pero es quizás la más conmovedora de las tres propuestas, porque en lo teatral y lo vocal Ermonela Jaho lo da todo desde la primera nota, es Suor Angelica. Pappano consigue además en este título una narración perfecta del drama.
Y tras la hegemonía italiana, vuelve la ópera alemana y aparece la contemporánea, comenzando por la hipnótica Salome de David McVicar en lo escénico (situada lujosamente y con toda su violencia en los años treinta europeos) y de un inspiradísimo y exuberante Philippe Jordan desde el foso. La protagonista de Nadja Michael tiene en su componente visual una de las mejores bazas, pues se desenvuelve con insultante soltura por las tablas de la Royal Opera y, junto a ella, contrasta por sobriedad y un rotundo instrumento el barítono alemán Michael Volle, un Jokanaan a la altura de los más reputados. El resto del reparto, con una Michaela Schuster en buen estado vocal que confiere a Herodías todos los matices, es homogéneo y bastante adecuado en líneas generales.
Rarezas y aciertos
Las tres últimas óperas suponen una rareza en el repertorio de cualquier teatro, por lo que es todo un acierto que, a pesar de no ser favoritas del gran público, Opus Arte, en colaboración con el coliseo londinense, se animara a inmortalizarlas con una estupenda calidad.
Kasper Holten dejó en su etapa en la capital inglesa una producción actualizada de Król Roger muy celebrada por el trabajo con los actores, que tuvo en Mariusz Kwiecien un protagonista ideal. El barítono polaco muestra sus mejores armas y se entrega al máximo en esta simpar partitura que demanda una buena forma vocal y mucha pasión. Tampoco decepcionan la soprano Georgia Jarman, cómoda en la tesitura de Roxana, y Saimir Pirgu, en el misterioso Pastor, con su buen hacer habitual como tenor lírico ligero. El polifacético Pappano ensambla muy bien todo el tejido orquestal de Szymanowski y vuelve a triunfar por su precisión, con una orquesta que conoce perfectamente.
Gloriana es una ópera que visualmente gana muchos enteros, y el director de escena Richard Jones propone en 2013 reunir a las dos reinas en el año en que la segunda Isabel cumplía 60 en el trono y se celebraba además el centenario del nacimiento de Britten. Visualmente muy atractiva, con guiños a las dos épocas, la calidad de la toma es un punto a su favor. Susan Bullock se esfuerza desde el inicio como Elizabeth y, encarnando a Devereux, Toby Spence ofrece una excelente prestación; son además varios los nombres populares que se encuentran entre el nutrido y homogéneo reparto, como la deliciosa Penelope de Kate Royal o la condesa de Essex de Patricia Bardon.
Para finalizar, una obra del siglo XXI, dirigida por su creador, lo que añade interés al registro: George Benjamin se sitúa en el foso para presentar su Written on Skin al público de Londres. La devastadora trama se expone brillantemente gracias a una cuidada dirección de Katie Mitchell y los cantantes responden, implicándose hasta la extenuación. Vocalmente muy conseguida además, resultan ideales las voces de Barbara Hannigan, Bejun Mehta y Christopher Purves.
Como se ha podido comprobar a lo largo de estas líneas, se trata de funciones muy disfrutables en general (consecuencia de la excelente labor que desde hace décadas lleva desempeñando el mayor teatro de Inglaterra) y que ahora, por suerte, se conservarán con tomas muy cuidadas y de gran calidad técnica.
Pedro Coco