VERDI: Aida. Stiffelio. GOUNOD: Roméo et Juliette. MOZART: Mitridate, Re di Ponto. Varios cantantes y directores.
Coro y Orquesta de la Royal Opera House.
Opus Arte, OA1213BD (6 DVD)
Una temporada en el Covent Garden
Ahora que vamos a necesitar de nuevo el pasaporte para visitar el Covent Garden londinense, tal vez sea buen momento para recordar las virtudes de uno de los primeros coliseos líricos, bien visibles y audibles en una colección variada que recoge montajes de los años 1992, 1993 y 1994.
Como característica general destaca una optima profesionalidad, el rigor vocal, musical y teatral aplicado a cada producción, un mérito notable teniendo en cuenta que la Royal Opera House ofrece, como la Deutsche Oper berlinesa o el Metropolitan neoyorquino, prácticamente una ópera al día. Ni asomo de rutina en este variado sexteto de títulos, que llega en unas condiciones técnicas impecables, que la realización televisiva de Brian Large se ocupa de resaltar.
En la puesta en escena no asoman audacias, pero cada ópera se presenta con el pundonor de un punto de vista coherente y meditado. Elijah Moshinsky firma los tres montajes verdianos. En Aida opta por la sobriedad de un espacio despejado, huyendo de la tentación faraónica. Su Otello, que ha viajado mucho (incluso se ha visto en el Teatro Real), huye también de la ampulosidad, pero puede resultar frío en alguna de sus soluciones (como esas mesas de oficina en primer término a la derecha, donde el moro de Venecia despacha documentos como un funcionario). Es un acierto representar Stiffelio como una obra de Ibsen, Strindberg o Chéjov, en un decorado que reproduce con detalle un interior burgués de la época; a medida que avanza la acción el drama de adulterio, inédito en Verdi (solo aparece un leve apunte en La battaglia di Legnano), va difuminándose para dejar paso al crudo padre vengador, pero se mantiene el acierto del director de escena.
Nicolas Joël ambienta una plausible imaginería para Romeo et Juliette. El muy sabio y experimentado Peter Hall consigue en Salome mantenerse fiel a las indicaciones del libreto (incluso en detalles como el aspecto físico del Bautista), con una dirección poderosa y detalladamente teatral. Menos lograda la idea del imaginativo Graham Vick para Mitridate, Re di Ponto, pobre en su voluntad de abstracción y apoyada en unos disparatados figurines con enormes miriñaques que deforman las figuras.
Repartos vocales
En los repartos vocales no encontrará motivo de decepción quien se anime a revisitar esta peculiar temporada. Cuenta con uno de los hitos operísticos disponibles en DVD, como es el Otello de Solti, con un Plácido Domingo apabullante en la más perfecta versión conservada de uno de sus grandes papeles, acompañado por la Desdémona de Kiri Ti Kanawa, refinada y sensual, y el Yago de Sergei Leiferkus, lacerante en la elegancia de su perversión.
El inicio de la década de 1990 se aprovechó del mejor momento, como se dice de las añadas vinícolas, en que, a la sazón, se encontraban los cantantes convocados. Así, pletóricos José Carreras y Catherine Malfitano en Stiffelio, conmovedores Roberto Alagna y Leontina Vaduva en Roméo et Juliette, desgarrado el cuarteto infernal de Salome, con una perturbadora Maria Ewig, de cuerpo delgado (que acaba desnudo tras su baile, que inventó el strip-tease) y boca grande, para comer mejor al Precursor, un angélico Michael Devlin; entre ambos, el rijoso Herodes de Kenneth Riegel, y su implacable esposa (Gillian Knight). En Aida, frente al Radamés canónico de Dennis O’Neill y la aristocrática Amneris de Luciana D’Intino, Cheryl Studer encarna una transida princesa etíope, cuyo dolor se paladea. Si Mitridate, Re di Ponto es, en conjunto, la función menos lograda, merece escucharse por las voces de Ann Murray, Bruce Ford y Luba Orgonasova.
Georg Solti, magnífico, naturalmente, en Otello, un brillo estelar que no empaña las meticulosas versiones del inglés Edward Downes (Aida, Stiffelio, Salome), ni del versátil australiano Charles Mackerras (Roméo et Juliette). Junto a ellos, el Mitridate de Paul Daniel resulta literal y algo deslucido.
Una apetitosa temporada, sin necesidad de presentar el pasaporte.
Álvaro del Amo