Esta tercera grabación de Seong-Jin Cho supone un logro que supera con mucho el de sus dos primeros álbumes, publicados al calor de su triunfo adolescente en el Concurso Chopin de Varsovia. Si aquellos giraron en torno al músico polaco, Cho nos lleva ahora a un territorio muy distinto: tres de las Suites para clavecín editadas por Haendel en 1720 y las Variaciones con que Brahms le rindió homenaje en 1861.

La escritura sobria típicamente alemana, las danzas encadenadas de regusto francés y las formas italianas de allegro y adagio articulan las piezas de un Haendel joven, pero maduro, que mira de reojo a Couperin y que Cho desentraña con fino criterio. La evolución en estos ocho años es indiscutible, como lo es el despliegue de sensibilidad que apreciamos en trinos, motivos principales y en la ornamentación de las repeticiones. Cho depura su técnica para dar más color a la línea contrapuntística, evita el uso del pedal y modifica alguna indicación dinámica para aprovechar todo el potencial expresivo del piano.  

Las Variaciones de Brahms le permiten explotarlo al máximo, desde ese órgano que parece resonar en la n. 6 hasta la ilusión orquestal de la n. 4. Quizás por eso Wagner dijo que en ellas “vemos lo que se puede hacer aún con las formas antiguas cuando se presenta alguien que sabe la manera de manejarlas”. El tema es un mero pretexto para entretejer una tupida red de rigor formal y fantasía que anonada al oyente, si es tocada con la delicada y deslumbrante precisión de Cho.

Darío Fernández Ruiz