Brandon Jovanovich, Evgenia Muraveva, Vladislav Sulimsky, Igor Golovatenko, Hanna Schwarz. Coro de la Ópera Estatal de Viena. Orquesta Filarmónica de Viena / Mariss Jansons. Escena: Hans Neuenfels.
CMajor/Unitel 801408 (2 DVD)
EL PRÍNCIPE Y LA CONDESA
Se publica ahora la celebrada producción de La Dama de Picas que despuntó en el Festival de Salzburgo de 2018. Es complicado determinar una calificación concreta a un producto musical como este. La calificación global pudiera considerarse generosa en exceso; pero también se podrá comprender que existen unas cuantas razones de peso que justifican esas cinco estrellas, por más que lo mejor hubiera sido no tener que puntuar de forma alguna en esta ocasión.
De entrada, nos topamos con el recientemente fallecido Mariss Jansons (este mes RITMO le dedica varios apartados) en uno de sus grandes días, que se cree la obra y que nos ofrece su mejor Tchaikovsky. Obtiene la necesaria unidad, cuidando resaltar y relacionar entre sí de forma adecuada los elementos musicales que diseñan el trazado del discurso dramático. Se apoya, además, en ese instrumento casi perfecto que es la Filarmónica de Viena, si bien aún no llega a sus momentos de máximo esplendor (décadas setenta y ochenta del pasado siglo). Las aportaciones de coros, orquesta y director justifican las cinco estrellas de la calificación.
Hay otros dos elementos que reclaman que incluso esta calificación se queda corta. Uno de ellos es la recreación que Hanna Schwarz hace de la Condesa, distanciándose del resto del elenco de actores/cantantes que intervienen en el reparto. La alemana se funde en su concepto del personaje, eludiendo cualquier elemento externo que pudiera distraer su interpretación. La muerte de la Condesa, en un agónico susurro interminable, corta la respiración hasta al cutre y equivocado decorado que la rodea. Se suma, así, al trío de grandes condesas, junto a Forrester, Obraztsova y Resink, a las que quizás no alcance en el aspecto vocal, pero a quienes supera en originalidad y madurez en su concepto del personaje. Una lección que responde a su enorme talla artística.
El otro elemento es, sin duda, el Yeletsky de Igor Golovatenko, de hermosa voz, perfecta musicalidad y de gran presencia escénica. Su papel quizás pueda pasar desapercibido en otras interpretaciones, pero él le hace brillar con luz propia, especialmente en su famosa intervención en los comienzos del segundo acto. A diferencia de otros grandes intérpretes del personaje, hace prevalecer su lado humano sobre el principesco, despojándole en gran medida de la impersonal frialdad de que le inundan otros intérpretes. A otro nivel contemplamos el Hermann de Brandon Jovanovich, quien no empieza demasiado entonado en su primera intervención, pero que va mejorando considerablemente a medida que avanza la obra, hasta alcanzar un nivel medio más que aceptable. Por debajo, tanto en lo vocal como en lo escénico, se encuentra la Lisa de Evgenia Muraveva, quien muestra más problemas de afinación de lo deseable y cierta inseguridad sobre las tablas, fruto de un concepto poco claro de su personaje. Quizás le haya faltado tiempo de estudio.
El resto del elenco cumple perfectamente, sin ningún borrón excesivamente llamativo. Por su parte, Hans Neuenfels (más contenido que en otras ocasiones), propone una puesta en escena bastante parca en lo que a decorado y vestuario se refiere y poco clara en sus intenciones, si es que las tiene. Eso sí, a diferencia de lo que acostumbra, en esta ocasión no entorpece demasiado la acción dramática, lo que es de agradecer.
En conclusión, creo que hay que conocer esta Dama de Picas; en la memoria de Mariss Jansons, así como el Príncipe y la Condesa lo exigen.
Rafael-Juan Poveda Jabonero