El comienzo de este disco es hechizante. El Lento cantabile que abre el sorprendente Concierto para clarinete (1957) te sumerge en un estado hipnótico que uno no esperaba, con un clarinetista excepcional como Jean-Marc Fessard deslumbrando de principio a fin en una obra que brilla en exceso para ser, como dice la trasera del disco, “primera grabación mundial”. El Concertino para oboe, clarinete y cuerdas (1952), también en primera grabación, coincidió con el fatal diagnóstico de un cáncer terminal a su mujer Colette Crass durante un viaje a Venecia, ciudad en la que las buenas noticias casi no tienen espacio. El afrancesado Concertino tiene suficientes momentos para reconocer el mal trago de Tansman, pero su escritura chisporroteante a veces despista y nos hace olvidar las malas noticias venecianas. De nuevo intérpretes de ensueño para estas músicas, con el mismo clarinetista del Concierto y el oboísta de la Orquesta Nacional de Francia Laurent Decker. Los 6 Movimientos para orquesta de cuerda (1962-63) rastrean a Bartók, Stravinsky y la música generada por Paul Sacher en Suiza, desconcertando por sus constantes cambios de aire, su eclecticismo y un efectismo difícil de disimular. Las interpretaciones parecen insuperables.