Música clásica desde 1929

Discos recomendados de Ritmo

En esta sección encontrará los 10 discos que la revista RITMO recomienda cada mes, clasificados por meses y por su orden de recomendación del 1 al 10. Se archivan los recomendados desde junio 2011, para ver anteriores ir a "Ritmo Histórico".
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Ritmo MARZO 2015 - Núm. 883

SVIATOSLAV RICHTER. Las grabaciones completas para Philips, Decca y DG.

Mstislav Rostropovich, Cuarteto Borodin, Quinteto Moraguès, Benjamin Britten y otros solistas. Peter Schreier, Dietrich Fischer-Dieskau. Orquestas/Directores.
Universal, 4786778 · (51 CDs)



La crítica

¿EL MÁS IMPORTANTE PIANISTA DEL SIGLO XX?

La Obra de Sviatoslav Richter (20-3-1915 / 1-8-1997) es inabarcable. Obviamente, por su extensión, pero no solo por ello: no fue un artista de cara única, con lo que es muy difícil, por no decir imposible, trazar una semblanza de su arte, siempre cambiante, variado, ecléctico y en permanente revisión. Fue una imponente persona y un creador de inmensa talla que desarrolló una inigualable carrera, ante el asombro y la estupefacción de sus contemporáneos, o bien por razones humanas, por otras de índole político o social, o incluso intelectuales o creativas en sentido amplio: debía de resultar bastante raro escuchar a un homosexual declarado y no afiliado al Partido Comunista hacer las delicias de los aficionados moscovitas de los años de la Guerra Fría. Nada que ver con el recibimiento que tuvo en Occidente desde el minuto uno. Su biografía es bastante plana en sus inicios, un volcán en su madurez y sumamente extraña en sus años finales. Desde su debut en USA, a finales de la década de los años 60 del siglo pasado, hasta el final de sus días, Richter pasó de ser un artista internacional idolatrado en las principales salas de concierto occidentales a solo querer tocar en pequeñas ciudades. En España lo hizo en Albacete, cuando en la ciudad manchega la única música que se escuchaba era la del elegante y acechador vuelo de los milanos; y poco tiempo después, en 1993, cuatro años antes de su muerte, y gracias a las artes de Antonio Moral, a la sazón director de Scherzo, en Madrid, ciudad en la que hacía 25 años no tocaba.

Muy mermado ya de recursos técnicos, fue sin embargo un recital absolutamente inolvidable y plagado de emociones: verlo allí, iluminado por la tenue luz de una lámpara de pie, fue como regresar a un pasado perdido para siempre. Aunque si Richter levantara la cabeza y viera cómo se toca hoy…

Él no era contrario a los discos. Pero sí al estudio de grabación. No le importaba que le grabaran, pero en vivo y en la sala de conciertos. Y como dio cientos de conciertos, tanto solo como con orquesta, tanto solo como haciendo música de cámara, sus grabaciones son legión, y bien difíciles de ordenar bajo algún tipo de criterio. Las casas de discos (las representadas en estos dos álbumes) fueron publicando año sí año no sus fondos en diversos formatos. Pero solo ahora, como conmemoración del centenario del nacimiento del pianista, se han decidido a sacar todo. Todo lo que ellas tienen, claro, pero nadie debe entender que es todo lo que hay en disco de Richter, aunque entre las dos cajas sumen la friolera de 69 discos. Hay muchos más en otras ediciones de otros sellos, más o menos raros, que supongo se relanzarán este año, y que espero llenen huecos importantes. Por ejemplo, espero que se reediten (o en su caso editen) alguna de las bastantes versiones que Richter hizo de El clave bien temperado. De ellas hay una para el sello ruso Melodiya, que RCA editó bajo su marca en su día en cuatro cedés. Sorprendentemente no aparece en la caja que se comenta ahora bajo la marca Sony. En la otra, la de los sellos de Universal (Philips, Decca, DG), hay cinco Preludios, todos ellos de quitar el hipo, sobre todo el BWV 853 en mi bemol menor, o lo que es lo mismo, una de las cumbres del Libro I. Pero en fin, vayamos ya a comentar los dos álbumes, aun de manera bastante general, dada la cantidad de materia que encierran.

 Grabaciones Universal

Da escalofríos pensar en todo lo que hay aquí, y no poco vértigo tener que hablar de ello en tan poco espacio. Para empezar, son 51 discos en los que se ha incluido 54 horas y pico de música, lo que da una mejor media que en la otra caja. La razón es que los discos allí respetan los acoplamientos originales en vinilo, que por aquel entonces solo soportaban duraciones relativamente cortas. El repertorio en esta se divide en cuatros bloques; piano solo, música de cámara, conciertos y Lied. Naturalmente, la parte fuerte es el primero, una verdadera exhibición de poder, con alguna excepción extraña, pero que dice mucho de cómo se movía Richter: solo dos obras de Bartók y Stravinsky, unos pocos Preludios de Shostakovich, o las Variaciones Op. 27 de Webern como única representante de la Segunda Escuela de Viena, y, a partir de ahí, la nada para la música del siglo XX (claro que la única obra de Tchaikovsky de la caja es su Primer Concierto), si descontamos a Debussy, a cuyas partituras Richter acudió esporádicamente. Es decir, este hombre hizo su carrera alrededor de los clásicos. ¿Se podría establecer alguna línea maestra al respecto? Pues una muy clara: la que va desde Haydn a Schumann, Chopin, Brahms  y Liszt, pasando por Mozart, pero sobre todo por Beethoven y Schubert (de quien fue no ya un soberbio intérprete, sino el primer pianista que vio en su música sufrimiento, destrozando sus adherencias de compositor preciosista), hasta llegar a Mussorgsky, Rachmaninov y Prokofiev. ¿Ausencias? Se puede encontrar varias, pero hay una que sorprende especialmente: ni una nota de Mendelssohn. Y otra línea, esta discutible, fue la aversión que siempre tuvo a las integrales, a las que raramente acudió, con la muy soberana excepción de los dos libros de El clave bien temperado. Pero en este álbum (recuerdo: todo lo que grabó para los tres sellos de Universal) hay una importante muestra de su Bach: 4 Suites francesas, 3 Suites inglesas, los antes mencionados Preludios y Fugas de El clave bien temperado y algunas otras piezas sueltas. Suficiente para asegurar que fue una de sus cumbres interpretativas. Creo que en estos términos habría seguramente que referirse a la Obra de Richter, es decir, delimitando lo que fue bueno pero discutible, extraordinario o sencillamente único. Y esto último fue bastante: Haydn, Mozart, Schubert, Prokofiev…

De Haydn dejó grabadas 9 Sonatas, y todas son interpretaciones referenciales (espeluznantes las ns. 46 y 48). Mozart se encontró con Richter y los ingenieros de Universal en 13 ocasiones: siete Sonatas para piano, la Fantasía K 475, el Concierto para piano n. 20 y las Sonatas K 521 y K 448, que tocó haciendo pareja con Benjamin Britten. La altura interpretativa es siempre enorme, aun dentro de unos parámetros muy personales, a veces incluso algo extraños por la utilización de unos contrastes rítmicos o agógicos muy marcados. Para mí, verdaderas lecciones magistrales de interpretación (para empezar, uno se puede poner el Adagio de la K 280, por ejemplo, para saber lo que vale un peine). Pero si hay dos autores de indiscutible química con Richter esos fueron Schubert y Prokofiev. Con el primero, Richter destrozó patrones, sencillamente descubrió la verdadera cara de su música, un auténtico y continuado tormento síquico. Era necesario que alguien hiciera esto o algo parecido con Schubert, un músico que los grandes pianistas de la época lo habían tratado como a un niñato tontorrón y divertido. Aquí hay una buena (pero no exhaustiva) presencia del austriaco. Todo es irrepetible, pero especialmente las tres Sonatas, ns. 11, 17 y 20. Como lo es su Prokofiev, entre otras, 4 Sonatas o parte de las Visiones fugitivas.

Richter acertó de lleno con Chopin (tenso, introvertido, muy reflexivo), Brahms (de una solidez y potencia increíbles) o Schumann (dual, grande y diminuto a un tiempo). Y de otra manera con Liszt o Beethoven, pero con márgenes más desiguales: entre lo sublime y lo funcionarial). Fue igualmente un magnífico acompañante de Lieder y camerista (en el álbum hay buenas muestras de ello: maravillosos Quintetos de Dvorak y Franck con el Borodin; o Lieder de Schubert y Wolf con Fischer-Dieskau) y este álbum también recoge buenísimas versiones de conciertos. Se requeriría muchísimo más espacio para entrar en detalles; solo añadiré que este es un álbum absolutamente indispensable para tener una idea cabal acerca de la historia del piano del siglo XX. No me atrevería yo a afirmarlo, pero hay gente de extraordinaria competencia que sí lo ha hecho: seguramente Sviatoslav Richter sea el pianista más importante de nuestro tiempo.

Pedro González Mira                     

1988
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