En 2021, con 35 años, el finlandés Santtu-Matias Rouvali fue nombrado director principal de la Philharmonia, aunque su relación con la orquesta londinense ya venía de lejos (pese a la juventud del maestro). Escuchando los resultados del director en esta y otras agrupaciones, la elección fue digna de aplauso. Este disco lo demuestra. De Stravinsky (1882-1971) existe numerosa y brillante discografía (comenzando por los registros que el propio compositor a la batuta dejó grabados), y sobre todo de sus dos grandes ballets rusos, El pájaro de fuego (la obra que lo aupó al estrellato en el París de 1910, bajo la empresa de Diaghilev) y Petrushka (estrenada un año después que la anterior). Pues bien, a Rouvali no se le ha ocurrido nada más arriesgado que dirigirlas y dejar testimonio. Decir "prueba superada" se queda corto. Las lecturas de ambos iconos son excelentes y una referencia que los nuevos tiempos añaden al catálogo discográfico del autor.

Al director lo acompaña una orquesta de virtuosos, y uno desde el podio y el resto desde sus instrumentos, apoyados por labor de grabación de altísima calidad, consiguen un Stravinsky soberbio. La claridad de líneas ni caen en la pulcritud fría ni rechazan la fuerza; de hecho, resulta incontenible (aunque en realidad esté muy sabiamente empleada) y tan bien graduada como los pianissimi, a veces más sobrecogedores que una buena película de fantasmas. Ante la advertencia de "¡Cuidado con la competencia!", Santtu-Matias Rouvali puede responder: "¿Qué competencia?"

Juan Gómez Espinosa